4° Domingo después de Epifanía 2019

Conformidad con la Voluntad de Dios, Prédica 2.

(Domingo 3 de febrero de 2019) P. Altamira.

(Introducción)

Queridos hijos:

En este Domingo Cuarto después de Epifanía, la Santa Iglesia Católica nos pone a consideración otro de los tantísimos milagros realizados por Dios Nuestro Señor Jesucristo durante su vida mortal aquí en la tierra, milagro éste portentoso (como tantos, o todos, de Él): Una fuerte tempestad en el mar, una pequeña barca a punto de hundirse, Dios increpa al mar –las olas, el viento-, todo se calma, sigue gran bonanza.
LA VOLUNTAD DE DIOS se cumple in-de-fec-ti-ble-men-te, nadie ni nada puede resistir la Voluntad de Dios.
Semejantes milagros son una de las tantas pruebas de que Cristo es Dios (mal que le pese a Francisco y a todos los “buscadores” de la Religión Mundial). Pero escuchemos un mínimo fragmento de la Sagrada Escritura, extracto del Evangelio de hoy (San Mateo 8,23-27), con los hechos que ocurrieron en ese entonces:

«Ascendente Iesu in navículam: Habiendo subido Jesús a una pequeña barca… ecce motus magnus factus est in mari: he aquí que se produjo una gran tempestad en el mar, ita ut navícula operiretur flúctibus: hasta el punto que la pequeña nave era cubierta por las olas… Dómine, sálva nos, perimus: Señor, sálvanos, vamos a morir… Tunc surgens, imperavit ventis et mari, et facta est tranquillitas magna: Entonces, levantándose [Jesús], imperó a los vientos y al mar, y se produjo una gran tranquilidad… Quális est hic, quia venti et mare obédiunt ei?: ¿Quién es éste, que los vientos y el mar le obedecen?».
Y la respuesta que quedó allí flotando es ésta: “¿Quién es éste? Él es Dios, Jesucristo es Dios, y terminará gobernando todo el orbe”.

Pero hoy queríamos quedarnos en Su Voluntad, en la fuerza que tiene Su Voluntad, LA VOLUNTAD DE DIOS; y que a nosotros nos cabe, y “sólo” nos cabe, CONFORMARNOS CON LA VOLUNTAD DIVINA; y que en esto está nuestra salvación y nuestra santidad, si queremos poder alcanzarlas (quiera Dios y Él nos lo dé).
Hace poco, habíamos predicado sobre este tema, LA CONFORMIDAD CON LA VOLUNTAD DE DIOS. Para ello, habíamos tomado las enseñanzas de un gran santo y “doctor” de la Iglesia, San Alfonso María de Ligorio1. Sigamos hoy con esas enseñanzas.

1 En su libro “Preparación para la Muerte”, Consideración 36.

(Cuerpo)

Comencemos recordando algunos pocos conceptos generales, ya enseñados, tomados de este gran santo (siempre será un resumen de él y algunos agregados nuestros). Las primeras dos frases son aquéllas que dijimos que estaban realmente perfectas:
Todo el fundamento de la SALVACIÓN y de la SANTIDAD de nuestras almas consiste en el amor a Dios o “Caridad”.
Mas la perfección de la Caridad, la perfección del amor a Dios [o lo que es lo mismo: la santidad], es la [perfecta] unión de nuestra propia voluntad con la Voluntad Divina, con la Voluntad de Dios, porque en esto se cifra el principal efecto del amor [y con mayor razón si es el amor perfecto a Dios o santidad], en unir de tal modo la voluntad de los amantes, que no tengan más que un solo corazón y una sola voluntad.
En cuanto a nosotros, conformarnos totalmente con la Voluntad Dios.
Por esta causa, el único fin y deseo de los santos, en todas sus obras, ha sido el cumplimiento de dicha Voluntad. “Preferiría ser el gusano más vil de la tierra, por Voluntad de Dios, que ser por la mía un serafín”, decía un beato.
El cumplimiento de la Voluntad de Dios debe ser el norte y mira de toda nuestra oración: Conseguir la gracia de hacer siempre lo que Dios quiera de nosotros. Esto debemos pedir, para que nuestra voluntad se conforme con la de Dios en todas las cosas, y sobre todo en aquellas que más nos cuestan.
Todas nuestras desventuras, la pérdida de paz, han procedido de no querer rendirnos a su Santa Voluntad, por aquellos días y ocasiones en que, por cumplir nuestro deseo, contradijimos el querer de Dios [que eso es el pecado: voluntad propia; el pecado es voluntad propia; voluntad propia que se opone a Dios, hacer lo que uno quiere y no lo que Dios quiere].
Hemos de decir ahora y hasta el final de nuestras vidas: Señor, os doy toda mi voluntad, disponed de mí y de mis cosas como os agrade.
Nuestras obras, oraciones, penitencias, limosnas, Comuniones, en tanto pues agradan al Señor, en cuanto se conforman con su Divina Voluntad, pues de otra manera no serían virtuosas, sino viciosas… Sólo agradan a Dios las obras que se hacen en conformidad con su Voluntad, y esto vale en todo aspecto, incluso para nuestras buenas obras, las cuales no agradarían a Él si fuesen hechas según nuestra voluntad y no según la suya.

Pero una de los primeros interrogantes que vienen en nuestro interior es: ¿Qué pasa con las cosas malas, qué ocurre con los sufrimientos, con las cruces y demás cosas adversas que nos suceden?
En esto de conformarnos con la Voluntad de Dios, el punto que a todos más nos cuesta, es EL ACEPTAR LA CRUZ, los hechos adversos y las cosas malas o tribulaciones que nos acontecen. Esto incluye, sin duda, esas tantas veces que “nuestros planes y proyectos no se dan” (incluso en cosas buenas, por supuesto): “las cosas que queríamos hacer” y no pudimos hacerlas, todas esas oportunidades en que no conseguimos “llenar”, “cumplir”, “alcanzar”, nuestra voluntad propia, por más de que buscáramos cosas buenas. Veamos a San Alfonso:
Es menester conformarnos con la Voluntad Divina en todo lo que recibimos de ella.
Esto incluye, sin duda, aceptar y conformarnos con su Voluntad en las cosas adversas.
Dentro de ellas, tenemos no sólo las que recibimos directamente de Dios, como son las enfermedades, tribulaciones, desolaciones espirituales, oscuridades, sequedades, pérdidas de parientes, pérdida de hacienda, angustias, el no poder realizar nuestros planes, el que se frustren nuestras buenas obras, nuestras esperanzas “humanas”, proyectos, trabajos; sino también aquellas cosas que provienen sólo mediatamente de Dios, y que Él nos envía por medio de las acciones malas de los hombres, como el daño o los daños hacia nuestras personas o bienes, hacia nuestros familiares, hacia nosotros; la deshonra, los desprecios, insultos, injusticias, malos tratos, persecuciones y toda suerte de otros males. Adviértase, que cuando se realizan estas acciones, Dios no quiere el pecado que comete quien nos ofende o daña, pero sí la humillación, el sufrimiento, la tribulación, en definitiva la Cruz, que de ello nos resulta.

TODO CUANTO SUCEDE, ACAECE POR VOLUNTAD DIVINA. “Yo soy el Señor… hago la paz y creo la desdicha” (Is 45,7). “Los bienes y los males, la vida y la muerte, vienen de Dios” (Eclesiástico). Todo, en suma, de Dios procede.
Pero las cosas adversas, si las aceptásemos como es debido, resignándonos a la Voluntad de Dios, YA NO SERÍAN PARA NOSOTROS MALES SINO BIENES. Piénsese que las joyas que más resplandecen en la corona de los santos, son las tribulaciones aceptadas por Dios, en perfecta conformidad con su Voluntad, aceptadas como venidas de su mano (pues que realmente así lo son).

Cuando el santo Job supo que los sabeos le habían robado los bienes, él no dijo: “El Señor me los dio y los sabeos me los quitaron”. Él dijo: “El Señor me los dio, el Señor me los quitó, sea bendito el nombre del Señor: Dóminus dedit, Dóminus abstulit, sit nomen Dómini benedictum” (Job 1,21). El Santo Job bendecía a Dios, porque sabía que todo sucede por su Voluntad. Todos los santos y mártires han entendido estas cosas.
Refiere Cesario (Libro 10, c. 6) que cierto monje, aunque no tenía vida que resaltara, hacía sin embargo muchos milagros. El Abad, maravillado, le preguntó qué devociones practicaba. El monje respondió humildemente que ÉL PONÍA ESPECIAL CUIDADO EN CONFORMARSE SIEMPRE Y EN TODAS LAS COSAS CON LA SANTA VOLUNTAD DE DIOS. El Abad replicó: “Y aquel daño que el enemigo hizo en nuestras tierras, ¿no os causó pena?”. “Oh Padre, dijo el monje, antes que eso doy gracias a Dios, el cual todo lo hace o permite para nuestro bien”. Con la cual respuesta, descubrió el Abad la gran santidad de aquel religioso.
Lo mismo debemos hacer nosotros cuando nos sucedan cosas adversas: Las recibamos todas de la mano de Dios, no sólo con paciencia sino –si somos capaces- con alegría. Recordemos incluso a los Apóstoles, los cuales se complacían en ser maltratados con motivo de Cristo.2

Si queremos vivir en CONTINUA PAZ, procuremos unirnos siempre a la Voluntad Divina, y decir en todo lo que nos acaezca: “Señor, si así te agrada: Hágase tu Voluntad”. Santa Teresa de Jesús se ofrecía a Dios más de cincuenta veces por día, a fin de poder alcanzar la Perfecta Conformidad con la Voluntad Divina, y a fin de que Dios dispusiese de ella como quisiera.
Digamos: ¡Dios, Señor Nuestro Jesucristo, reinad en mi alma, tomad toda mi voluntad, haced que ella no desee ni quiera sino lo que Vos queréis! ¡Santísima Virgen María, vos siempre cumpliste en todo y en forma perfecta la Voluntad de Dios; alcanzadme que yo pueda cumplirla también, cumplirla siempre y en todo momento como la cumplisteis vos; Santísima Madre, por favor ayudadme!

2 ¿Qué mayor contento puede haber que sufrir “alguna” cruz, sabiendo que abrazándola nos unimos a los sufrimientos de Dios Nuestro Señor Jesucristo y le complacemos? Hagamos así con las cosas malas que nos suceden.

(Conclusión)

Para terminar: ¡Cómo hacer para TENER PAZ! ¡Quién no desea TENER PAZ! Entonces, ¿cómo hacer?
Pues bien, la respuesta no es sino: CONFORMIDAD CON LA VOLUNTAD DIVINA, lograr LA PERFECTA CONFORMIDAD.
Todos nosotros no sabemos conformarnos con la Voluntad de Dios, y por eso no tenemos paz; vivimos con mil angustias, con mil inquietudes, con falta de sosiego. ¡Quién nos diera el poder alcanzar La Perfecta Conformidad con la Voluntad de Dios! ¡Quién nos diera el poder tener la paz!
La Perfecta Conformidad con la Voluntad de Dios. Por nosotros mismos, somos absolutamente incapaces de ello; que, por lo demás, tenerla o alcanzarla sería la santidad. Sólo me arrojo, en realidad “nos” arrojamos, en este deseo; deseo y anhelo profundo, un vacío del alma que deseamos llenar: Conformarme con Dios, tener paz.
Dios Nuestro Señor Jesucristo, la Santísima Virgen, nos den la merced de conseguirlo.
Y con su gracia, y Dios mediante, el próximo domingo trataremos de dar algunas enseñanzas sobre CÓMO CONSEGUIR LA PAZ.

AVE MARÍA PURÍSIMA.