Solemnidad Sagrado Corazón.
(Domingo 13 de junio de 2021) P. Pío Vázquez.
(Introducción)
Queridos fieles:
El pasado viernes fue la importantísima Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, cuya solemnidad estamos festejando el día de hoy. El Sagrado Corazón es de particular importancia para Colombia, pues es uno de sus Patronos, ya que, el año de 1902, el 22 de junio, el entonces Jefe de Estado, José Manuel Marroquín, con su autoridad de líder del país, consagró Colombia al Sagrado Corazón de Jesús. Por lo cual, Colombia es un país consagrado al Sagrado Corazón, lo cual lo hace acreedor a una mayor protección y benevolencia de parte del mismo.
Sin embargo, a pesar de ser un país consagrado, Colombia hoy día no vive ni se desenvuelve cómo le correspondería por estar consagrado. Pues hoy estamos viviendo la Gran Apostasía, la descristianización de las antaño naciones católicas; no sólo de Colombia sino prácticamente de todas las sociedades que fueron antes católicas.
Por tanto, veamos cómo debería ser Colombia —y en realidad todas las naciones— y cómo tristemente es.
(Cuerpo)
Primeramente, Colombia debería ser un Estado confesional católico, es decir, que reconociera como única Religión del Estado a la Religión Católica. Pues los Estados, como personas morales que son, están obligados, tanto como los individuos, a reconocer y someterse a Dios en cuanto tales. Es un grave e impío error del liberalismo —condenado ya numerosas veces por la Iglesia— el sostener que el Estado debe ser laico, neutro —ateo, en realidad— en materia religiosa y que, por tanto, debe darse la separación de Iglesia y Estado —separación también condenada por la Iglesia—.
Y, ¿cómo es Colombia? Desde 1991, en que se redactó una nueva Constitución para reemplazar la antigua de 1886, es un Estado aconfesional, laico, sin religión, pues allí quedó consagrada la libertad de cultos —religiosa— tantas veces condenada antes por la Iglesia, así como la separación de Iglesia y Estado, asimismo condenada, como dijimos.
Y lo que hace todo esto peor es que, en 1994, la Corte Constitucional, declaró inexequible la Consagración del país al Sagrado Corazón de Jesús, que se hiciera en 1902, y una ley posterior de 1952, en la cual se ratificaba dicha consagración y se mandaba su renovación anual —¡lo que eran las patrias católicas!—, por vulnerar, según decían, la libertad de cultos consagrada en la Constitución reciente de 1991. Sin comentarios. ¿Cómo queremos, entonces, que Dios bendiga a la nación si así se lo ultraja?
Mas, siguiendo adelante, ¿cómo más debería ser Colombia, cómo debería ser un país consagrado? Evidentemente, que un tal país en todo debería seguir o tener por centro a Dios Nuestro Señor, al Sagrado Corazón de Jesús. Una tal nación debería ser Cristocéntrica, es decir, que todo fluya de y confluya hacia Dios Nuestro Señor y su Santa Religión Católica; que absolutamente todo en esa nación esté impregnado por la Verdad que es Cristo: sus leyes, instituciones, costumbres, familias, educación, prensa, etc., etc.
Muy importantemente esto debería estar reflejado en la legislación, es decir, no sólo que no haya leyes contrarias a Dios y sus mandamientos, sino también que ésta proteja la Religión Católica y ayude a su dilatación, pues el Estado debe no sólo proveer al bien temporal de sus súbditos, sino también, y muy principalmente, al bien espiritual de los mismos, en conjunto y con total subordinación en este punto a la Iglesia Católica, cuya principal misión es la salvación de las almas.
Ahora bien, ¿cómo es Colombia? Colombia no es ya Cristocéntrica sino antropocéntrica, es decir, el hombre está puesto en el centro y ha sido convertido en la medida de todas las cosas. Todo se hace y funcione en y por el hombre, sin tener para nada en cuenta a Dios.
Y, respecto a la legislación, ¿cómo obra Colombia? Tristemente, como el resto de las naciones, no sólo no protege y ayuda a la Iglesia a dilatar el mensaje de salvación, sino que promueve leyes contrarias a Dios y permite que el santísimo nombre de Dios sea blasfemado y atacado, proclamándolo un “derecho” (!). Pues, gracias a la falsa libertad de prensa, de opinión y de enseñanza, pueden ser publicadas por quienquiera cualesquiera tremendas y horribles blasfemias o falsas enseñanzas contra Dios y su Santa Religión Católica, como el ateísmo, liberalismo, comunismo y un sinfín de “ismos”.
Además, tenemos las siguientes leyes contrarias a Dios y promovidas por el Estado “laico”: aborto, homosexualidad, matrimonio homosexual, adopción de niños por homosexuales, eutanasia, divorcio, promoción de la planificación o anticoncepción, etc., etc.
(Conclusión)
Teniendo todo esto en mente y viendo lo que actualmente pasa en el país, ¿cómo no ver en todas estas cosas la raíz de las calamidades que padecemos?, ¿cómo va Dios a bendecir a una nación que así le ha dado la espalda con la “laicidad” y multitud de “leyes” inicuas; con Gobiernos que ponen al hombre en primer término y a Dios segundo lugar, si no es que lo dejan totalmente de lado?
Sin embargo, el Sagrado Corazón de Jesús es sumamente misericordioso, por lo cual pidámosle por la Patria, que está a Él consagrada, para que, si no quita del todo el castigo que padecemos —que bien lo merecemos por tanto pecado—, siquiera lo suavice o reduzca; lo cual bien puede ocurrir, pues así de bueno y misericordioso es Dios Nuestro Señor.
Asimismo, tengamos bien presente que el Sagrado Corazón de Jesús es el símbolo del ardentísimo amor de Dios a los hombres, de lo mucho —muchísimo— que Él los ha amado. Hasta tal extremo llegó su amor que, ya muerto en la Cruz, quiso todavía recibir esa lanzada del soldado por medio de la cual le abrió el costado y perforó el corazón.
A este respecto, traigamos a la memoria las palabras que Dios Nuestro Señor Jesucristo dirigió a Santa Margarita María Alacoque el año 1675: “He aquí este Corazón que tanto ha amado a los hombres, que nada ha perdonado hasta agotarse y consumirse para demostrarles su amor, que no recibe en reconocimiento de la mayor parte sino ingratitud…”.
Sí, tristemente la mayoría de los hombres son ingratos a este gran amor; por tanto, ya que las naciones y la mayoría de los hombres no corresponden a este grandísimo y ardentísimo amor del Sagrado Corazón de Jesús, sino que le dan la espalda, nosotros, por nuestra parte, démosle incondicionalmente nuestro corazón propio, nuestras vidas, todo lo que tenemos y poseemos; decidámonos a amarlo sólo a Él y a dedicarnos únicamente a su servicio; entreguémosle también nuestras familias y, en la medida que podemos, encomendemos y entreguémosle de igual manera la Patria, para que su amoroso y misericordioso Corazón tenga piedad y misericordia de nosotros y se digne ayudarnos en todas nuestras necesidades, espirituales y temporales, particularmente en estos tiempos tan difíciles que nos han tocado vivir, no sólo en el país sino en el mundo entero.
Invoquemos al Corazón Inmaculado de María para que ella nos alcance la gracia de amar perfectamente el Sagrado Corazón de Jesús.
Ave María Purísima. Padre Pío Vázquez.