Conformidad con la Voluntad de Dios, Prédica 1.
(Domingo 20 de enero de 2019) P. Altamira.
(Introducción)
Queridos hijos:
En este Domingo Segundo después de Epifanía, la Santa Iglesia Católica pone a nuestra consideración uno de los tantos milagros tan impresionantes que realizó Dios Nuestro Señor Jesucristo durante su vida mortal aquí en la tierra: Las Bodas de Caná, el milagro de la conversión del agua en vino.
Nos enseña la Sagrada Escritura y la Tradición que éste fue el primer milagro que hizo Jesús, y marcó el comienzo de su vida pública. Literalmente (San Juan 2,11): “Hoc fecit initium signorum Iesus in Cana Galilaeae: Éste fue el comienzo de los milagros de Jesús, en Caná de Galilea, y manifestó su gloria y creyeron en Él sus discípulos (et manifestavit gloriam suam, et crediderunt in eum discípulí eius)”. La intervención de la Inmaculada Concepción, intervención de la Santísima Virgen, fue esencial: Ella fue quien pidió a su Hijo esta ayuda del vino para la boda de los esposos.
Dios maneja todos los hechos de nuestras vidas (cosas buenas, necesidades, cruces), mas nosotros debemos tomar los acontecimientos que nos ocurren dentro de “LA CONFORMIDAD CON LA VOLUNTAD DIVINA”. He aquí el tema que habíamos escogido para esta prédica. Y si bien Dios decidió, en el hecho que ocurrió y es narrado por el Evangelio, quitar lo que allí se padecía (la falta de vino para la boda) y solucionar esa necesidad; muchas veces, por su sabiduría infinita (que nosotros no podemos entender), Él decide mantener la tribulación, el sufrimiento, la Cruz que nos acongoja, porque todos los acontecimientos, queridos o permitidos por Dios, son en última instancia en miras a su mayor gloria, y a nuestra salvación y santificación, y aquí entra nuestra conformidad con su Voluntad. Veamos entonces el tema escogido.
(Cuerpo)
Una de las definiciones de la santidad, podría ser ésta: “La santidad es la Caridad, la Caridad suma, la Caridad en grado heroico, según la gracia santificante otorgada, según lo que es dable a cada ser humano, y entendida la Caridad en su primer y esencial sentido que es el amor a Dios” (la caridad hacia el prójimo es el segundo sentido, y lo he de amar por amor a Dios).
Mas otros autores pueden hacer hincapié en otros aspectos, o en caminos para llegar a la santidad. Y así, se ha dicho con frecuencia que “la santidad se alcanza con la perfecta conformidad con la Voluntad Divina, con la Voluntad de Dios, o con el santo abandono a esa Voluntad”. De hecho lo contrario, el pecado, puede ser definido como “voluntad propia”; sí, como “voluntad propia del ser humano, que se opone a la Voluntad de Dios, voluntad propia del ser humano que quiere hacer lo que él quiere y no lo que Dios quiere”. Eso es el pecado; eso es la Condenación Eterna para el caso de los pecados mortales.
Pero volviendo a la santidad y a la perfecta conformidad con la Voluntad Divina, en este orden de ideas San Alfonso María de Ligorio, como que es “Doctor de la Iglesia”, tiene palabras magistrales. Nos enseña él, casi literalmente:
Todo el fundamento de la salvación y de la santidad1 de nuestras almas consiste en el amor a Dios o “Caridad”.
Mas la perfección de la Caridad, la perfección del amor a Dios, es la unión de nuestra propia voluntad con la Voluntad Divina, con la Voluntad de Dios, porque en esto se cifra el principal efecto del amor, en unir de tal modo la voluntad de los amantes, que no tengan más que un solo corazón y una sola voluntad.
Qué palabras éstas; no pueden estar mejor. Allí está todo, todo el concepto o los conceptos de lo que estamos diciendo.
Queríamos entonces compartirles un resumen de enseñanzas del santo sobre “la conformidad con la Voluntad Divina”, porque es un tema hermosísimo, porque allí está nuestra salvación, allí está nuestra santidad, y la paz en esta vida, en esta vida doliente.
Repitamos el párrafo recién aludido, y de allí sigamos adelante2:
Todo el fundamento de la salvación y de la santidad de nuestras almas consiste en el amor a Dios o “Caridad”.
Mas la perfección de la Caridad, la perfección del amor a Dios, es la unión de nuestra propia voluntad con la Voluntad Divina, con la Voluntad de Dios, porque en esto se cifra el principal efecto del amor, en unir de tal modo la voluntad de los amantes, que no tengan más que un solo corazón y una sola voluntad.
Conformarse con su Voluntad, esto hizo Dios Nuestro Señor Jesucristo, quien muchas veces dijo que no había venido para cumplir su voluntad, sino la de su Padre (Jn 6,38). Por esta causa, el único fin y deseo de los santos, en todas sus obras, ha sido el cumplimiento de la Voluntad de Dios. El beato Enrique Susón exclamaba: “preferiría ser el gusano más vil de la tierra, por Voluntad de Dios, que ser por la mía un serafín”.
Santa Teresa dice que lo que ha de procurar quien se ejercita en la oración, es conformar su voluntad con la de Dios, y que en eso consiste la más encumbrada santidad.3
El cumplimiento de la Voluntad de Dios debe ser el norte y mira de nuestra oración: conseguir la gracia de hacer siempre lo que Dios quiera de nosotros. Esto debemos pedir, para que nuestra voluntad se conforme con la de Dios en todas las cosas, y sobre todo en aquellas que más nos cuestan. “Más vale un «Bendito sea Dios» dicho en la adversidad, que mil acciones de gracias en los sucesos prósperos”, decía un santo varón
(beato M.P. Ávila).
1 San Alfonso, en vez de la palabra “santidad”, utiliza allí la expresión “perfección” de nuestras almas, la cual significa exactamente lo mismo y es de uso “clásico” en los autores espirituales y en las enseñanzas de la Santa Iglesia Católica (v.gr. en las encíclicas de los Papas). Pero tal vez para nuestro lenguaje de hoy, es más claro utilizar la expresión más común en nuestros días que es “santidad”, y así lo haremos en los textos que vamos a reseñar del santo.
2 Todos estos conceptos de San Alfonso están tomados de su libro “Preparación para la Muerte”, Consideración 36.
3 La enseñanza de San Alfonso también nos decía allí: Cuánto vale un solo acto de perfecta resignación a lo que Dios dispone. Ello bastaría para santificarnos. El que ayuna y da limosna y se mortifica por Dios, da una parte de sí mismo, pero el que entrega a Dios su voluntad, le da todo cuanto tiene.
Todas nuestras desventuras, la pérdida de paz, han procedido de no querer rendirnos a su Santa Voluntad, por aquellos días y ocasiones en que, por cumplir nuestro deseo, contradijimos el querer de Dios. Hemos de decir ahora: Señor, os doy toda mi voluntad, disponed de mí y de mis cosas como os agrade.
Nuestras obras, oraciones, penitencias, limosnas, Comuniones, en tanto pues agradan al Señor, en cuanto se conforman con su Divina Voluntad, pues de otra manera no serían virtuosas, sino viciosas y dignas de castigo. Sólo agradan a Dios las obras que se hacen en conformidad con su Voluntad, y esto vale en todo aspecto, incluso para nuestras buenas obras, las cuales no agradarían a Él si fuesen hechas según nuestra voluntad y no según la suya.
En la Novena de Navidad que rezamos hace poco tiempo, la consideración o reflexión de uno de los días, la del Sexto Día, está totalmente enfocada hacia esto mismo que estamos enseñando. Leemos algunos fragmentos:
“Jesús había sido concebido en Nazaret… Los profetas habían anunciado que el Mesías nacería en Belén… y así inspira a sus padres que se entreguen a la Providencia [a la Voluntad de Dios], y que de esta manera concurran a la ejecución de sus designios [para cumplir con el censo del Emperador Augusto, ellos debían ir a Belén]”. Pero en el final de la consideración, vienen las palabras que más queríamos recalcar; dice así: “Almas interiores observad este proceder… porque es el más importante de la vida espiritual. Aprended que el que se ha entregado a Dios, ya no ha de pertenecerse a sí mismo, ni ha de querer sino lo que Dios quiera para él [esto es lo mismo que decir: debemos dejar de lado la voluntad propia y conformarnos con la Voluntad Divina]”.
Y en la novena que en este momento estamos rezando, en la Novena a Santa Ana, ayer mismo, sábado, en la reflexión del día séptimo (sobre la virtud), se nos enseñaba en el mismo sentido (fragmentos también):
“Pondera la invicta paciencia de Santa Ana… muy especialmente en las angustias de su esterilidad. La esterilidad era en aquel pueblo el mayor oprobio… Los hombres desprecian a Santa Ana… ya vendrá el día en que los hombres que ahora os desprecian, esos mismos admirarán vuestra ventura… ser madre de la Madre de Dios. [Y concluye con lo que hace a nuestra prédica:] Ayudadme, santa mía, a padecer con conformidad [la Conformidad con la Voluntad Divina], y a sujetar mi juicio y mi voluntad a las disposiciones divinas [conformarnos con las disposiciones de la Voluntad de Dios]”. Y si en forma absoluta nos dejamos guiar por lo dispuesto por Dios, por su Voluntad Santa (conformarnos a ella), llegaremos a la Salvación Eterna y a la santidad.
Una de las primeras objeciones que surgen frente a estas enseñanzas es qué decir frente a las cosas malas que nos ocurren. Otro punto para enseñar alrededor de estos temas es cómo tener paz en esta vida. Dios mediante trataremos de responder estos interrogantes en otra prédica.
(Conclusión)
Mientras tanto, y para concluir, expresamos que nuestro mayor deseo es el poder ser hijos de Dios que se conforman en todo con la Voluntad Divina, porque nuestro mayor deseo es poder amarlo, y amarlo al máximo, y esto se demuestra con la referida conformidad, con una perfecta conformidad, pues además deseamos la Salvación Eterna y el poder llegar –quiera Él- a la santidad.
Y en tanto deseo de que Él nos dé su gracia para alcanzar estas cosas y para alcanzar “LA PERFECTA CONFORMIDAD”, expresamos un deseo más, también siguiendo a San Alfonso:
Quien lograra que su voluntad estuviese unida y conforme por completo con la Voluntad de Dios, sería un hombre según el corazón de Dios. Así llamaba Dios a David, “inveni virum secundum cor meum: HE ENCONTRADO UN HOMBRE SEGÚN MI CORAZÓN, qui faciet omnes voluntates meas: el cual hará todas mis voluntades”. Porque el Rey David se hallaba siempre dispuesto a cumplir lo que Dios quería, y continuamente le suplicaba que le ayudase a poner en obra su Santa Voluntad.
Así queremos ser, “UN HOMBRE SEGÚN EL CORAZÓN DE DIOS”: LA PERFECTA CONFORMIDAD CON LA VOLUNTAD DIVINA. Y así se lo pedimos y suplicamos: Que Él nos alcanza con su gracia todas estas cosas.
AVE MARÍA PURÍSIMA.