Fiesta de la Sagrada Familia, Ataques que recibe la Familia y como debe ser la Familia Católica.
(Domingo 13 de enero de 2019) P. Pio Vázquez.
(Introducción)
Queridos fieles:
Este día, Primer Domingo después de Epifanía, se festeja la Fiesta de la Sagrada Familia; la cual representa una oportunidad para que los sacerdotes podamos hablar de un tema tan importante como la familia, sobre cómo es, o debería ser una familia católica.
Por tanto, con la gracia y favor divinos, hablaremos, en primer lugar, sobre algunos de los ataques que sufre la familia hoy día y, en segundo lugar, cómo debería ser una familia auténticamente católica.
(Cuerpo 1: Ataques a la Familia)
Pocas cosas son tan atacadas en la época contemporánea como la familia, la cual se ve sacudida en sus mismos cimientos, en su misma esencia. La artillería la ha dirigido astutamente el Maligno, por medio de sus secuaces —los masones, sobretodo—, no a aspectos secundarios sino a las mismas raíces de la institución familiar, dando, de este modo, un golpe mortal no sólo a la familia sino a la sociedad misma, pues ésta depende de las familias que la componen. Por esto, como han acabado con prácticamente todas las familias católicas, han también dado fin prácticamente a todas las sociedades católicas.
En verdad, la lista de cosas que atentan contra la institución familiar es inacabable; diremos solamente algunas:
(1) Contra la unión de un hombre y una mujer en legítimo matrimonio está el concubinato, llamado más comúnmente “unión libre”.
(2) Contra la indisolubilidad del matrimonio, es decir, que se es esposo y esposa hasta que la muerte los separe, se erige el divorcio, destructor de familias.
(3) Contra la esencia misma del matrimonio, su razón misma de ser, a saber, la procreación, tener niñitos y muchos niñitos, se instala el abominable pecado de la anticoncepción (planificación), pecado gravísimo.
(4) Contra la inquebrantable fidelidad que deben guardarse los esposos, se alza el adulterio por doquier.
(5) Contra el respeto debido a los padres, tenemos la anti-educación moderna que destruye la autoridad de los padres sobres los hijos, haciendo que éstos se yergan en soberbia rebeldía contra sus mismos progenitores.
(6) Contra lo que es el matrimonio, unión de un hombre y una mujer, se propugna la homosexualidad y demás perversiones y desviaciones de esa índole, conculcando el verdadero concepto de familia, introduciendo “familias alternativas”, que van directamente contra la naturaleza misma de las cosas.
(7) Contra los roles de hombre y de mujer dentro del matrimonio, se imponen las modernas teorías —como la llamada “Ideología de Género”— que subvierten el sabio orden establecido por el Creador. Y esto último, estimamos, ha sido una de las principales armas con que han deshecho las familias, porque con ello han logrado que el hombre no sea más hombre, ni la mujer sea más mujer; esto es, que no cumplan las obligaciones y deberes que le corresponden a cada uno. Nos explicamos:
Dentro de la familia hay diferentes roles, diferentes deberes y obligaciones. Para considerar esto ayudará traer a la memoria aquellas palabras de “patrimonio” y “matrimonio”. Ambas vienen del latín, significando la primera, “patrimonio”, oficio de padre (patris munus) y, la segunda, “matrimonio”, oficio de madre (matris munus). En uno y otro caso podemos ver que la palabra está tomada a partir del trabajo que corresponde a cada uno: “Patrimonio” hace referencia a los bienes de la familia, y en esa palabra con razón se designa al hombre, porque a él corresponde, con su sudor y esfuerzo, adquirir esos bienes. “Matrimonio”, en cambio, hace referencia a lo más esencial del mismo y de la familia, cual es la generación y educación de la prole, y esto corresponde a la madre, porque es propio de la mujer engendrar hijos y hacer de ellos santos, por medio de una buena educación católica.
Esta sabia distribución de los deberes y obligaciones dispuesta por Dios, la Revolución anticatólica —con los masones a la cabeza— la han conculcado y subvertido. Ella ha buscado —y logrado— destruir, subvertir o invertir los roles o deberes que corresponden al hombre y a la mujer, de manera que, como decíamos hace unos momentos, el hombre no sea más hombre, ni la mujer sea más mujer. Y una de las maneras como lo ha logrado ha sido a través de una táctica, en apariencia hasta inofensiva, pero en verdad de lo más nociva, a saber: el trabajo de la mujer. Nos explicamos.
Primeramente, con ello se está invadiendo el rol que corresponde al hombre, al varón; además, el trabajo de la mujer suele tener una consecuencia inevitable: el descuido de los deberes u oficios propios que le corresponden, debido a que la mujer debe salir del hogar. Y esto de que la mujer fuese apartada del hogar, aparentemente fue uno de los puntos de la masonería que había que cumplir sí o sí. De hecho, si lo pensamos bien, fue un golpe maestro, pues la mujer es el elemento más importante dentro de la familia, ella es la que le da su más firme cohesión. Por tanto, para desintegrar a la familia hay que quitar a la mujer de en medio. Derribada la mujer, la familia cae por su propio peso.
Meditemos aun un poco más esto, para que se nos presente con más claridad, nosotros que vivimos inmersos en un mundo donde las cosas se hacen al revés de cómo deberían ser hechas. Reflexionemos. Al lograr hacer que la mujer abandone el hogar, han conseguido sustraerla de sus obligaciones y deberes de estado, o que, por lo menos, no pueda cumplirlos bien. Además, de esta manera han asestado, asimismo, un golpe fatal a la familia numerosa, introduciéndose así los abominables pecados de la anticoncepción, pues una mujer que sale a trabajar diariamente hasta ocho horas, con todos los cansancios y esfuerzos que ello supone, ¿cómo va a hacer para tener 8, 10, 12 hijos?, ¿cuándo y cómo los va a educar, formar en la Religión católica?, ¿de dónde sacará energías para estar pendiente de ellos, de lo que ven, de lo que escuchan, de con quiénes se juntan, etc.?, en definitiva, ¿cómo va hacer para cumplir con su obligación de madre y esposa?
Aclaramos, sin embargo, que en caso de verdadera necesidad -y subrayamos verdadera-, puede la mujer trabajar mientras dure esa necesidad. No obstante deben saber quienes puedan estar en esa situación, que ella no corresponde a lo que las cosas son, a cómo deben ser, y que, una vez haya cesado esa necesidad, deben dejar ese otro trabajo y volver al que les es propio: ocuparse de sus familias, de sus hijos, pues de eso les pedirá cuenta Dios, no de lo otro.
(Cuerpo 2: Cómo debe ser una Familia Católica)
Ahora pasemos a tratar cómo debe ser una familia católica.
Toda la vida familiar debe girar en torno a Dios Nuestro Señor Jesucristo y su Santa Religión Católica. Y esto debe manifestarse:
(1) Primeramente, en el fiel cumplimiento de los deberes y oficios de los cuales hemos hablado ya: El hombre debe ser el sostén de la familia; él debe, con el sudor de su frente, mantener a su familia, “romperse” la espalda si hace falta. La mujer, en cambio, debe ser el alma de la familia, ocupándose de los niños, de su educación y formación, de que crezcan en el amor y temor de Dios.
(2) Como consecuencia de lo anterior, la familia católica debe manifestarse asimismo en la numerosidad de los hijos: la familia numerosa. Ella debe ser motivo de contento y orgullo en dos esposos católicos, el hecho de poder “escandalizar” al mundo moderno con su numerosa prole.
(3) Esa catolicidad debe verse también en el respeto y obediencia que deben brillar en los hijos hacia sus padres. No puede ser que hijos católicos les contesten a sus padres, les alcen la voz, los lleguen a insultar o, peor aún, osen golpearlos; sino que debe ser todo lo contrario.
(4) En la oración en familia. Nada más católico —y hermoso— que rezar el Santo Rosario en familia, siendo el padre de la misma quien dirija la oración, pues él es la cabeza del hogar. Rezar, juntos, las oraciones de la mañana y de la noche, especialmente con los niños cuando son pequeños, para que desde la más tierna edad adquieran esos buenos hábitos y aprecien la importancia de Dios, pues se le reza todos los días.
(5) En la educación católica. Las familias católicas deben ser instruidas en su Santa Religión. Los padres deben enseñar a sus hijos el Catecismo, no solamente para la Primera Comunión, sino siempre, durante toda la vida, aprendiendo nuevas cosas —que siempre las hay— o repasando las que ya se saben. Para esto es necesario, como es evidente, que primero se formen los padres, pues nadie da lo que no tiene. Aquí entra también enseñar a los hijos, desde bien pequeños, a odiar el pecado por ser ofensa a Dios y a amar la virtud por ser lo que a Dios agrada; inculcarles con insistencia, hasta que quede grabado a fuego en sus corazones, ese hermoso dicho de Santo Domingo Savio: Antes morir que pecar.
(6) En la armonía y concordia que deben reinar en el hogar. No puede ser que para todos los de fuera seamos pura sonrisa, buena cara, etc., y, apenas llegando a la casa, cambiemos radicalmente, volviéndonos insoportables, incluso, a nosotros mismos. El seno de la familia católica debe ser un lugar de paz, de reposo, de tranquilidad; un lugar donde uno pueda reponer sus fuerzas, hallar descanso.
(7) Debe verse, asimismo, que una familia es católica por llevar una forma de vida que no sea según los principios y modos del mundo, sino todo lo contrario. No tener televisión, por ejemplo, en lo cual fallamos muchísimo; ya que tener televisión es lo mismo que introducir, uno mismo, al enemigo dentro de la casa. Asimismo, y va de la mano, no malgastar el tiempo en películas, especialmente las de Hollywood que son las que más se ven. Ellas, queridos fieles, no están hechas para formar buenos, santos católicos; los que las realizan no tienen en mente inspirarnos por medio de ellas sentimientos de humildad, pureza, mansedumbre etc., sino que suelen producir todo lo contrario y casi siempre representan, por lo menos, un peligro. Tampoco debemos vivir esclavizados con las redes sociales, ya sea Facebook, WhatsApp, Twitter, etc., estando todo el día en el computador o en el celular; eso evidentemente no está bien y mucho menos en un católico. Tampoco estar interminables horas, todo el día incluso, en los videojuegos o escuchando la horrorosa música moderna, tan indigna de un católico, de un hijo de Dios.
(Conclusión)
Muchísimas más cosas podrían decirse, queridos fieles, pero nos parece suficiente con las ya dichas. Y así para concluir, simplemente los invitamos a que se examinen a sí mismos, a sus familias. A que analicen cómo es su vida familiar, si es cómo debería ser una verdadera familia católica o no. Los exhortamos a corregir, dado el caso, en la vida familiar aquellas cosas que vieren que no son correctas. Los tiempos son, es cierto, difíciles, mas, sin embargo, no es imposible ser una familia verdaderamente católica; implica, eso sí, esfuerzo, sacrificio, pero un esfuerzo y sacrificio que serán sin duda alguna bendecidos por Dios.
Pidamos, por tanto, hoy día de la Sagrada Familia, a Jesús, María y José, nos concedan la gracia de que nuestras familias sean verdaderamente católicas.
Ave María Purísima. Padre Pío Vázquez.