Fiesta Santísima Trinidad, El Misterio de la Santísima Trinidad.
(Domingo 12 de junio de 2022) P. Pío Vázquez.
(Introducción)
Queridos fieles:
Nos hallamos en la solemnísima Fiesta de la Santísima Trinidad. El día de hoy quiere la Santa Madre Iglesia que volvamos nuestros ojos hacia el misterio más grande de nuestra Santa Religión Católica: la Santísima Trinidad, Dios Uno en substancia y Trino en personas, para que el día de hoy podamos tributarle culto de una manera especial al único Dios verdadero.
Diremos, pues, unas breves palabras sobre este misterio y sobre la necesidad de creer en la Santísima Trinidad para la salvación.
(Cuerpo 1: El Misterio de los Misterios)
La verdad de la Santísima Trinidad es el más grande misterio de nuestra Santa Fe Católica: es el misterio de los misterios, pues ella sobrepasa las capacidades de nuestro intelecto; en realidad, de todo intelecto creado. Absolutamente nadie puede entender esta verdad, ni siquiera los ángeles y bienaventurados del cielo. Ellos, en la Gloria, lo ven, pero no lo comprenden…
Sin embargo, —ojo— ello no quiere decir que esta verdad sea irracional, como quisieran hacernos creer los racionalistas e incrédulos, sino que es supraracional, es decir, está por encima de nuestra razón, de la capacidad de nuestro entendimiento. Y esto no debe espantarnos ni causarnos asombro, pues, pensándolo bien, si tantas cosas hay en el ámbito puramente natural que nos sobrepasan, que escapan a las explicaciones de la ciencia o cuyas explicaciones no son del todo satisfactorias, si pues hay muchas cosas de esta tierra que no comprendemos, ¿cómo pretenderemos entonces abarcar este inefable misterio de Dios Uno en substancia y Trino en Personas?
Y por esto es que, la verdad de la Santísima Trinidad la conocemos por revelación y sólo por medio de ella podemos arribar a su conocimiento; es decir, si Dios no nos hubiera revelado que Él es Uno en substancia y Trino en Personas, jamás hubiéramos podido llegar al conocimiento de esta verdad. Con la pura razón natural podemos llegar al conocimiento de la existencia de Dios Creador; pero jamás, con la sola razón, se nos hubiera siquiera ocurrido el misterio de la Trinidad de Personas en Dios.
(Cuerpo 2: Sagrada Escritura y Sma. Trinidad)
Y así, conocemos y creemos esta verdad por la autoridad de Dios que nos la revela por medio de la Sagrada Escritura y de la Tradición. En efecto, ya en el Antiguo Testamento, hallamos varias alusiones a la Trinidad de Personas. Por ejemplo, en aquellas palabras del Génesis: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza…” (1,26). Asimismo, suelen los exégetas ver en la triple invocación del nombre de Dios, frecuente en el Antiguo Testamento, una alusión a la Trinidad de Personas; por ejemplo, en el Libro del Éxodo, dice Dios a Moisés: “Yo soy el Dios de tu padre: el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob” (3,6).
Y, evidentemente, que en el Nuevo Testamento también hallamos esta verdad. La hallamos en el Bautismo de Dios Nuestro Señor Jesucristo en el Jordán, donde se distinguen claramente las tres Divinas Personas: la de Nuestro Señor que se bautizó, la del Espíritu Santo, que descendió con forma de paloma, y la del Padre, que se manifestó con aquellas palabras: “Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias”1.
Asimismo, vemos claramente la distinción de las tres Divinas Personas en aquellas palabras de Nuestro Señor que dicen: “Y Yo rogaré al Padre, y os dará otro Abogado (Paráclitus), que estará siempre con vosotros”2. Yo, el Padre, otro Abogado, palabras todas que muestran claramente la distinción, que decimos, de las Personas. Y la unidad de la esencia divina está también proclamada por Cristo en aquellas sus palabras: “Yo y el Padre somos uno”3.
De igual manera, la verdad de la Santísima Trinidad nos viene por el magisterio constante de la Iglesia Católica. En efecto, hallamos invariablemente esta verdad desde sus inicios hasta nuestra época actual. Todos los Papas, Santos Padres, Concilios, documentos del Magisterio, los Santos, el culto y liturgia de la Iglesia, y el pueblo fiel, a todo lo largo de los siglos, proclaman unánimemente que Dios es Trino en Personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y Uno en substancia, un solo Dios verdadero.
(Cuerpo 3: Necesidad de creer en la Trinidad)
Habiendo dicho esto, pasemos ahora a tratar sobre la necesidad de creer en la Santísima Trinidad para la salvación. La cuestión se divide entre los que sostienen que es necesario para la salvación creer en el misterio de la Santísima Trinidad —a lo cual añaden también creer en la Encarnación del Verbo— y los que sostienen que basta creer que Dios existe y es remunerador —esto es, que premia a los buenos y castiga a los malos—.
La primera postura es la de Santo Tomás de Aquino, el Doctor Común de la Iglesia, como la de San Alfonso María de Ligorio, a los cuales siguen de hecho la mayoría de los teólogos, la cual creemos nosotros ser la posición verdadera, contra la segunda que es sostenida por una minoría de teólogos.
1S. Mateo 3,16-17; S. Marcos 1,9-11; S. Lucas 3,21-22; S. Juan 1,31-34.
2San Juan 14,16.
3San Juan 10,30.
¿Pero entonces qué pasa con aquellos que ignoran o no conocen este misterio? ¿Están condenados sin remedio? Primeramente, recordemos que Dios a todos da la gracia necesaria para salvarse y para responder esta pregunta/objeción nos parece muy oportuno recurrir al Papa Pío IX, el cual en su Encíclica Quanto conficiamur moerore de 1863, después de haber condenado el error de los que afirman que en las falsas religiones hay salvación, dice:
“Aquellos que están en ignorancia invencible respecto a nuestra Santa Religión y que observan cuidadosamente la ley natural y sus preceptos, esculpidos por Dios en los corazones de todos, y que dispuestos a obedecer a Dios, llevan una vida honesta y recta, pueden, con los auxilios de la luz y de la gracia divina, conseguir la vida eterna, porque Dios, que manifiestamente ve, escudriña y sabe la mente, ánimo, pensamientos y costumbres de todos, no permite jamás, en su soberana bondad e infinita clemencia, que alguien sufra los castigos eternos sin ser culpable de pecado alguno voluntario…”.
Por lo cual, podemos creer piadosamente que aquel que cumple con las condiciones que el Papa Pío IX menciona —ignorancia invencible (esto es, sin culpa ni pecado), guardar la ley natural (sin pecado mortal), estar dispuesto a obedecer a Dios— será iluminado de alguna manera por Dios (“auxilios de la luz divina”) para poder llegar al conocimiento de la Santísima Trinidad y de la Encarnación del Verbo y poder así alcanzar la salvación. Santo Tomás4, de hecho, enseña, en el anterior supuesto, que Dios ciertamente revelaría a esa persona las cosas necesarias para creer, ya sea enviándole un predicador de la Fe, ya sea revelándole directamente, por una interna inspiración, dichas cosas.
Téngase, sin embargo, bien en cuenta que esto que dice el Papa Pío IX es por medio de la gracia de Dios, como él mismo lo dice, y que la tal persona obtendría la salvación por medio de la Iglesia, a cuya alma pertenecería al cumplir con lo anteriormente dicho. Esto que enseña el Papa es muy importante y entra de lleno en el tema del Bautismo de deseo implícito.
(Conclusión)
Concluyendo ya, queridos fieles, el día de hoy busquemos arraigarnos más y más en la Fe en la Santísima Trinidad, que es el único Dios verdadero; afiancémonos en ella, pues es un dogma fundamental de nuestra Santa Religión Católica. Y es mucho más importante que lo hagamos ahora, en estos tiempos que nos han tocado vivir, pues la Santísima Trinidad es un obstáculo a la formación de la Religión Mundial del Anticristo. Jamás los hombres todos del mundo se unirán en una religión que profese la Fe en la Santísima Trinidad; esto no lo aceptarán ni los judíos, ni los musulmanes, ni ninguna otra falsa religión.
Afiancémonos, pues, en esta verdad y adoremos hoy especialmente, en unión de María Santísima y todos los ángeles y Santos, al Señor Nuestro Dios, la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Tres Personas distintas y un solo Dios verdadero.
Ave María Purísima. Padre Pío Vázquez .
4De veritate 14,11 ad 1.