Curación de un sordomudo.
(Domingo 8 de agosto de 2021) P. Pío Vázquez.
(Introducción)
Queridos fieles:
En el Evangelio del día de hoy, Domingo Undécimo después de Pentecostés, la Santa Madre Iglesia propone a nuestra consideración la narración de la curación del sordomudo, milagro singular obrado por Dios Nuestro Señor Jesucristo, por la forma particular como realizó dicho milagro (llevarlo aparte, meter los dedos en sus oídos, tocar con saliva su lengua, etc.).
Se suele enseñar que este milagro obrado por Nuestro Señor representa la Fe, concretamente, el nacimiento o apertura a la Fe. Por lo cual, deseamos compartirles unas palabras, junto con algunos agregados nuestros, del Padre Castellani1, que tratan sobre ello.
(Cuerpo 1: Comentario Padre Castellani)
Dice el Padre, comentando dicho milagro:
Esta curación del sordomudo, o mejor dicho, del tartajo [porque un sordomudo puede emitir sonidos, pero no hablar bien, porque jamás ha escuchado a otros hablar], representa la Fe. Así lo interpretan los Santos y la Iglesia ha incorporado estas gesticulaciones de Dios Nuestro Señor Jesucristo a la liturgia del Bautismo. Este aspaviento que hizo aquí Dios Nuestro Señor Jesucristo [es decir, todos esos gestos y símbolos que realizó: llevarlo aparte, tocar sus oídos, tocar con saliva su lengua, mirar al cielo, gemir, etc.], no lo hizo en ningún otro milagro [en efecto, si vemos bien el resto de los milagros obrados por Él, solía apenas con algunas palabras sanar al enfermo: “Quiero, sé limpio”; “Ve, tu Fe te ha salvado”]. (…)
Esta tramoya que hizo Cristo representa la Fe muy bien: un tartajo puede hablar un poco, pero mal; así el hombre sin la Fe, con la sola razón, puede entender a Dios, pero mal [pues, sin la Fe, jamás podrá conocer que Dios es Uno y Trino, por ejemplo]. Dios Nuestro Señor llevó aparte al sordomudo, porque para obtener la Fe, hay que apartarse del barullo, del gentío, del mundanal ruido; le puso un dedo en la oreja, porque ‘la Fe es por el oído’ (dice San Pablo2); le tocó la lengua con saliva suya, porque la Fe es por la saliva de Dios, o sea, por la palabra de Dios. Miró al cielo, porque la Fe no se da sino de arriba, por la gracia. Gimió, por lo que le iba a costar a Él (y a todos los que creen) fundar la Fe. Y le dijo ‘Éffeta’, que significa ‘ábrete’, porque la Fe es una apertura a Dios [es, de hecho, nuestro primer contacto con Él].
Son todas estas palabras muy hermosas del Padre Castellani y dignas de que las pensemos y meditemos asiduamente.
Y, puesto que este milagro representa la Fe y ésta es hoy día sumamente conculcada, nos parece importante recalcar que la Fe no es un sentimiento, sino un conocimiento, un asentimiento de la inteligencia a las verdades que Dios nos revela por medio de la Santa Iglesia Católica; reducir la Fe a un mero sentimiento, a una pura experiencia religiosa, es el concepto modernista (falso) de la Fe, ya condenado por San Pío X, en su grandiosa Encíclica Pascendi.
Y esta Fe, representada en el milagro, es de vital importancia, porque sin ella es imposible alcanzar la salvación. De hecho, San Pablo en la epístola de hoy —que está relacionada también con la Fe— nos dice: “Os recuerdo el Evangelio que os he predicado, que vosotros habéis recibido, en el cual estáis firmes, y por el que os salváis, si lo conserváis cual os lo he anunciado, porque, de otra suerte, en vano habríais creído”. Es preciso, pues, mantener la Fe de siempre, “si lo conserváis cual os lo he anunciado”, dice San Pablo; y debemos añadir a la Fe las obras de la esa misma Fe, es decir, la Caridad, porque de lo contrario la Fe es muerta, como nos advierte Santiago Apóstol.
(Cuerpo 2: Sordomudo = Pecador)
Asimismo, este milagro, además de significar la Fe como queda dicho, tiene otra significación o aplicación espiritual y es, a saber, que el sordomudo representa al pecador que no escucha los llamados de Dios.
Y, en este sentido, todos nosotros podemos identificarnos con el sordomudo, pues ¿cuántas veces no oímos los llamados de Dios, cuántas veces no hacemos oídos sordos a las divinas inspiraciones? Para remediar lo cual, primeramente, hemos de apartarnos de la turba, así como Nuestro Señor hizo con el sordomudo; es decir, hemos de apartarnos del mundanal ruido, pues ello es lo que muchas veces —en la mayoría de los casos— no nos permite escuchar la voz de Dios que habla a nuestras almas. Apartarnos de tantas cosas: películas, series, redes sociales, música moderna; malas amistades o compañías, etc., etc. Alejarnos de tanta cosa mundana que impide oigamos a Dios.
Una vez alejados de todo ello, Nuestro Señor puede tocar nuestros oídos con su gracia bendita e instruirnos con la palabra divina, representada en ese tocar con su saliva la lengua del sordomudo. Entonces, una vez tocados por la gracia de Dios, se soltará la atadura de nuestra lengua, es decir, prorrumpiremos en alabanzas y acciones de gracias a Dios, dejando así de ser mudos en lo referente a Dios.
1 Domingueras Prédicas II, Padre Leonardo Castellani, Ediciones JAUJA, Mendoza, Argentina, año 1998, p. 239-240.
2 Romanos 10,17.
(Conclusión)
Ya concluyendo esta breve prédica, queridos fieles, simplemente los invitamos a que reflexionemos sobre lo último dicho, sobre cómo solemos comportarnos con las diversas inspiraciones que Dios nos hace, todos esos pensamientos de hacer buenas obras que nos suelen venir. Pensemos qué solemos hacer cuando nos viene el pensamiento de rezar el Santo Rosario o de hacer esta o aquella oración; o cuando nos viene a la mente ofrecer a Dios tal o cual sacrificio; o cuando nos viene fuerte el pensamiento de que deberíamos apartarnos de tal o cual persona; o de ir a confesarnos, etc. Pensemos si solemos seguir dichas inspiraciones o, por el contrario, si solemos ser sordomudos, hacer oídos sordos a Dios. Si esto último, temamos, pues Dios suele castigar la resistencia a su gracia, apartando ésta de nosotros.
Hagamos, entonces, hoy la resolución de estar prontos a seguir todas las inspiraciones de Dios y a no ser remisos cuando se trate del divino servicio.
Pidamos a María Santísima nos ayude a lograrlo.
Ave María Purísima. Padre Pío Vázquez.