(Domingo 3 de enero de 2021) P. Pío Vázquez.
(Introducción)
Queridos fieles:
Hoy, que es el primer domingo de este nuevo año 2021 —que da toda la impresión de que será un año complicado—, la Santa Madre Iglesia celebra la Fiesta del Santísimo Nombre de JESÚS, en la cual alabamos especialmente el nombre que dio Dios Padre a su Verbo Encarnado, pues el Santísimo nombre de JESÚS1 no fue dado a Cristo ni por ángel ni por hombre alguno, sino por el mismo Padre Eterno; nombre que es sobre todo nombre y al cual debe “doblarse toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los infiernos”, como dice San Pablo2 y está puesto en el Introito de la Misa.
El nombre de JESÚS designa la misión redentora de Cristo, pues significa precisamente Salvador: “le pondrás por nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”3, dijo el ángel a San José cuando le reveló el misterio de la concepción milagrosa de María.
Para la prédica de hoy, queremos compartirles algunos conceptos bastante hermosos de San Bernardo sobre el santísimo Nombre de JESÚS y decir unas palabras sobre la epístola del día de la Octava de Navidad.
(Cuerpo 1: S. Bernardo y el nombre de JESÚS)
Primeramente, veamos qué nos dice San Bernardo sobre el nombre de JESÚS; en un sermón sobre el Cantar de los Cantares4, expresa:
“No en vano el Espíritu Santo compara el nombre del Esposo [esto es, de JESÚS, que es el divino esposo de nuestras almas] al óleo, cuando así enseña a la esposa que clame al Esposo: Óleo derramado es tu nombre [Óleum effusum nomen tuum]. Pues el óleo ilumina, alimenta y unge. Mantiene el fuego, nutre la carne y suaviza el dolor. Es luz, manjar, medicina. Todo esto se realiza en el nombre del Esposo [de JESÚS]. [Al alma] Ilumina predicado, alimenta meditado, invocado alivia y unge. Si no, consideremos esto por partes. ¿De dónde piensas que en todo el orbe se propagó tan grande y tan rápida la luz de la fe, sino a causa de la predicación del nombre de JESÚS? (…) [San Pablo dice a los corintios: “porque no he creído saber algo entre vosotros, sino a Jesucristo y éste crucificado5”, es decir, su predicación se cifraba en JESÚS]
El nombre de JESÚS no es sólo luz, sino que es también manjar [del alma]. ¿Acaso no te sientes confortado cuantas veces le recuerdas? ¿Qué otro alimento como él sacia la mente del que medita? ¿Qué otro manjar así repara los sentidos fatigados, robustece las virtudes, vigoriza las buenas costumbres, y fomenta los castos afectos [el nombre de JESÚS tiene especial eficacia para disipar o vencer las tentaciones de impureza]? Todo alimento del alma es árido, si con este óleo no está sazonado; insípido, si con esta sal no es condimentado; lo que escribes no me delita, si no leo el nombre de JESÚS; si conversas, no me place, si no oigo el nombre de JESÚS. JESÚS es miel en la boca, melodía en los oídos, alegría en el corazón [mel in ore, in aure melos, in corde iúbilus].
Pero es medicina también. ¿Está triste alguno? Venga a su corazón JESÚS, de allí salga a la boca. Y he aquí que apenas aparece el resplandor de este nombre, desaparecen todas las nubes, y todo queda sereno. ¿Ha caído alguno en algún crimen, y corre a la muerte desesperando [de su salvación]? ¿Acaso si no invoca el nombre de Vida [de JESÚS], no respirará inmediatamente hacia la vida?”
(Cuerpo 2: Epístola S. Pablo)
Hasta allí la cita de San Bernardo.
La Santa Madre Iglesia en este tiempo de Navidad está llena de textos en la liturgia, que son por de más hermosos, dignos de meditación. Queríamos, entre tantos, compartirles parte del texto de la epístola de la Octava de Navidad6, que fue hace dos días tan solamente. Es una carta de San Pablo a su discípulo Tito. Allí le dice San Pablo:
“11Caríssime: Appáruit gratia Dei Salvatoris nostri ómnibus homínibus”: “Carísimo: Se ha manifestado la gracia de Dios, Salvador nuestro, a todos los hombres”.
En efecto, con la primera Venida de Cristo, su predicación y muy especialmente por medio de su muerte en la cruz, la gracia de Dios apareció a todos los hombres, judíos y gentiles, pues JESÚS, Dios y Salvador nuestro, nos recuperó con su sacrificio redentor la gracia que nuestros primeros padres, Adán y Eva, habían perdido, reconciliándonos con su Padre y alcanzándonos la gracia de poder llegar a ser hijos adoptivos de Dios y de poder alcanzar la gloria eterna del cielo.
1 La Santa Madre Iglesia ha enriquecido la piadosa invocación del nombre de JESÚS con trescientos días de indulgencia.
2 Filip. 2, 10-11.
3 S. Mateo 1,21.
4 Breviario Romano, Maitines del Santísimo Nombre de Jesús, lecciones del 2do nocturno.
5 1 Cor. 2,2.
6 Tito 2, 11-15.
“12erúdiens nos ut abnegantes impietatem, et saecularia desideria, sobrie, et iuste, et pie vivamus in hoc saeculo” “enseñándonos que negando la impiedad [esto es, el pecado], y los deseos mundanos, vivamos sobria, santa y piadosamente en este siglo”.
En efecto, Nuestro Señor vino a enseñarnos el camino a la vida, a la salvación, que se puede resumir sencillamente en creer en Nuestro Señor, tener la Santa Fe Católica y añadir a ello, la buena vida o buenas obras, pues la Fe sin obras es muerta: debemos vivir sobria, santa y piadosamente, es decir, cumpliendo las mandamientos, practicando la mortificación y ejercitándonos en las diferentes virtudes, buscando alcanzar la santidad; en definitiva, siendo buenos hijos de Dios y ello lo hemos de hacer, nos enseña San Pablo:
“13exspectantes beatam spem et adventum gloriae magni Dei et Salvatoris nostri Iesu Christi”: “esperando la bienaventurada esperanza y el advenimiento de gloria del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo”.
Sí, habéis escuchado bien. San Pablo nos dice que debemos portarnos como buenos católicos esperando-aguardando la Segunda Venida de Dios Nuestro Señor Jesucristo, su Parusía. No nos debe dar igual su Vuelta a este mundo; todo lo contrario, debemos estar muy expectantes y ansiosos porque ocurra, ¡y mucho más hoy, que vivimos estos tiempos tan tremendos, que se muestran precisamente como los antecedentes a su glorioso Retorno!
Es más, la expectativa de su Venida debe ser lo que nos dé fuerzas para seguir adelante, para no claudicar en el buen vivir, para seguir luchando contra nuestras pasiones y defectos dominantes, para seguir en la prosecución de la Santidad. El pensamiento de que Cristo está cerca debe infundirnos energías para seguir resistiendo y no rendirnos ni ceder ante este mundo apóstata que nos ha tocado vivir.
(Conclusión)
Queridos fieles, para concluir, queremos hoy desearles de nuevo que tengan un santo Año Nuevo; que este año 2021 que inicia sea un santo año en Dios Nuestro Señor Jesucristo. Es cierto que, como dijimos al inicio, se muestra como que será un año complicado, difícil, pero no por ello debe ser menos santo; antes, todo lo contrario, pues ante la perspectiva de que será un año arduo, debemos más aún buscar refugiarnos en Nuestro Señor, en JESÚS, nuestro Salvador, nuestro Dios; buscar estar más unidos a Él, por medio de una vida sobria, santa y piadosa, como dice San Pablo, esperando que Él venga pronto y arregle este estado de cosas que estamos viviendo, el cual está más allá de arreglo humano; sólo Dios, esto es, JESÚS, puede solucionar esto.
Por tanto, aprovechando que estamos recién comenzando el año, cada uno medite y piense dentro de sí qué hay que cambiar, qué hay que corregir. Formulemos propósitos concretos para este año: rezar el Santo Rosario todos los días, por ejemplo; dejar definitivamente a tal persona, que siempre me lleva al pecado; apartarme de una vez por todas de tal lugar o situación, etc. Tengamos bien presente, como decimos, que parece será un año duro, para que ello nos ayude a entregarnos del todo a Dios, a JESÚS, a formar y cumplir nuestros propósitos o promesas.
Pidamos a María Santísima que ella nos alcance la gracia de poder tener siempre en el corazón y en la boca el Santísimo nombre de JESÚS, de invocarlo muy a menudo, especialmente en las tentaciones.
Ave María Purísima. Padre Pío Vázquez.