Domingo después de la Ascensión 2022

Persecución.

(Domingo 29 de mayo de 2022) P. Pío Vázquez.

(Introducción) 

Queridos fieles: 

 El día de hoy, Domingo después de la Ascensión, deseamos hablar sobre la persecución que todos los fieles seguidores de Dios Nuestro  Señor Jesucristo deben padecer, pues ésta está claramente dada a entender en las palabras de Nuestro Señor de hoy que dicen: “Os  expulsarán de las sinagogas, y llega la hora en que cualquiera que os dé muerte pensará hacer un servicio a Dios”. 

(Cuerpo 1: Persecución) 

 En efecto, es una verdad sumamente arraigada en la Sagrada Escritura que el que sirve a Dios padece persecución. San Pablo lo enseña  expresamente al decir: “Todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución1

 La razón de esto la hallamos en que el mundo es uno de nuestros tres enemigos: mundo, demonio y carne, según todos hemos aprendido  en el Catecismo. Mundo, en cuanto comprende a los hombres que se rigen y guían por las máximas mundanas de este siglo, que son  diametralmente opuestas a las del Evangelio, a las que Cristo Nuestro Señor nos ha inculcado. 

 Cristo nos manda perdonar y amar a los enemigos; el mundo predica el odio a los enemigos y propicia la venganza. Cristo nos manda  ayudar al prójimo, ejercer la Caridad, especialmente por medio de la limosna; el mundo, por el contrario, es avaro, codicioso y no suelta  nada de lo suyo para ayudar al prójimo, aun si éste está en necesidad. Cristo nos manda ser castos, puros, incluso hasta en los  pensamientos, en la mente; el mundo es un hervidero de impureza, de inmundicia, precipitando a aquellos que se le entregan en el abismo  de los deleites sucios y pecaminosos. Cristo manda que el hombre no separe lo que Dios ha unido: la indisolubilidad del Matrimonio; el  mundo predica y propugna el divorcio y el adulterio. Cristo nos manda negarnos a nosotros mismos, mortificar nuestra carne, nuestros  apetitos y pasiones desordenadas; el mundo no hace sino alagar la carne, los sentidos, dándoles gusto en absolutamente todo lo que puede. 

 Y así podríamos seguir, sin duda, con muchas más cosas, pero con esos ejemplos basta para ver la diametral oposición que hay entre el  Evangelio y el mundo; entre lo que Dios nos pide y aquello a lo que nos incita el mundo. No por nada dijo Dios por boca de Isaías: “Mis  pensamientos no son vuestros pensamientos, y vuestros caminos no son mis caminos2; y Nuestro Señor mismo dijo: “Lo que entre los  hombres es altamente estimado, a los ojos de Dios es abominable3

 Ahora bien, de este antagonismo, se sigue la persecución a los fieles siervos de Dios. Pues cuando un alma sigue los caminos de Dios, vive  en gracia de Dios, cumple los mandamientos, se esfuerza por mejorar de día en día y crecer en santidad, ello genera inevitablemente fricción  con los que viven según el mundo, pues a éstos les es un reproche la buena y santa vida de su prójimo, lo cual suscita en ellos molestia,  incomodidad, envidia… y así no pueden soportar ni la vista de quien vive bien. 

(Cuerpo 2: Ejemplos de la Sagrada Escritura y de los Santos) 

 Y de esto está llena la Sagrada Escritura, las vidas de los santos y nuestras propias vidas… cuando queremos hacer las cosas bien,  inmediatamente experimentamos la persecución, usualmente venida de los más cercanos a nosotros, de nuestra propia familia: esposo,  esposa, padres, hermanos, tíos, amigos, etc. Por esto es que Cristo dijo: “serán enemigos del hombre los de su propia casa4.  Veamos algunos ejemplos de lo que decimos de la Sagrada Escritura. 

 Primeramente, tenemos a Dios Nuestro Señor Jesucristo, cuya santidad de vida y celestial doctrina, provocó la envidia y odio  contra Él de parte de los escribas y fariseos, los cuales por ello le tendieron multitud de trampas y lazos, lo llegaron hasta a insultar —“samaritano y estás endemoniado”—, a atribuir su virtud y poder al demonio y, finalmente, le dieron muerte —la más cruel y  dolorosa—: muerte de cruz. 

 En el Antiguo Testamento, hallamos asimismo ejemplos de esto que decimos: 

 1) José, hijo de Jacob, nos dice la Sagrada Escritura que era odiado por sus hermanos. Ellos le tenían especial rencor  porque él era amado más que todos por su padre Jacob, por cuanto él era bueno y santo; y esto llenaba de envidia y odio a  sus hermanos. Dice el Libro del Génesis: “Viendo, pues, sus hermanos que su padre [Jacob] lo amaba [a José] más que a  todos sus hermanos, cobraron tal odio contra él que no podían hablarle en paz5

 Y a tanto llegó el odio que concibieron contra él que tuvieron la intención de asesinarle, y no lo hicieron porque Rubén, el  mayor de todos ellos, logré hacerlos desistir de su propósito, pero no pudo evitar que lo vendieran como esclavo a unos  ismaelitas que pasaban, los cuales, a su vez, lo vendieron como esclavo a un egipcio. Y así José, por su gran virtud, terminó  siendo un esclavo. 

Y no paró allí la cosa, sino que por guardar la castidad y pureza, al no aceptar las proposiciones pecaminosas que le hacía  la mujer de su amo egipcio, terminó siendo calumniado por ésta; lo cual hizo que fuera a parar en la cárcel. Mas todo esto  lo sufrió con suma paciencia. 

1 2 Tim. 3,12.
2 Isaías 55,8.
3 San Lucas 16,15.
4 San Mateo 10,36.
5 Génesis 27,4.

  2) Tenemos también el caso del Rey David, el cual era santísimo y respecto del cual San Pablo nos refiere que Dios mismo testificó, diciendo:He hallado a David… varón conforme a mi corazón quien cumplirá toda mi voluntad6. Él fue, en efecto,  perseguido terriblemente por Saúl, el cual quería acabar con su vida, por la gran envidia que le tenía, por ser David alguien  a quien Dios amaba sobremanera. Y no sólo sufrió David esta persecución, sino también después otra más tremenda, cuando ya era Rey de Israel, promocionada por uno de sus hijos mismos, Absalón, el cual buscaba quitarle la vida para  hacerse con el reino. Y todo esto lo sufrió también él con gran paciencia y virtud. 

 Y lo mismo encontramos también en las vidas de todos los santos: la gran contradicción y persecución que padecieron por haber querido  seguir a Nuestro Señor con todo su corazón, dándosele y entregándosele entera y totalmente. 

 Por ejemplo, tenemos el caso del Santo Cura de Ars, San Juan María Vianney, el cual vaya si no sufrió persecución y ésta de sus  hermanos mismos en Religión, los otros sacerdotes, los cuales lo trataban y tenían por un visionario e ignorante, despreciándolo,  siendo que él poseía una santidad eminente. 

 O de San Benito, al cual intentaron envenenar sus propios monjes, pues era demasiada la austeridad y santidad de él, que no  podían con ella. O podemos pensar también en todos los mártires, los cuales por permanecer fieles a Dios Nuestro Señor  derramaron su sangre y dieron su vida. 

(Conclusión) 

 En definitiva, la enseñanza es clara: los que quieran servir y seguir a Dios Nuestro Señor padecerán persecución, como dice San Pablo. Pero esto no debe ser motivo de desánimo, sino todo lo contrario. El hecho de ver que somos perseguidos debe, aunque suene paradójico,  alegrarnos, pues es una buena señal, de que vamos por el camino correcto. Y, por el contrario, si no sufrimos ningún tipo de contradicción o  persecución, sino que por el contrario el mundo nos abre las puertas de par en par y nos trata como a cosa suya, allí sí debemos temer y  mucho. 

 Concluimos con una idea que está en la epístola que fácilmente podemos relacionarla con lo hasta ahora dicho. Nos dice San Pedro:  Velad en la oración. Y, en efecto, debemos insistir y perseverar en la oración, pues sólo en ella hallaremos las fuerzas que necesitamos  para seguir adelante, para poder llevar vidas dignas de hijos de Dios y para poder soportar la persecución que éstas nos susciten.  Pidamos a María Santísima que ruegue por nosotros para que podamos llevar con paciencia nuestras cruces. 

 Ave María Purísima. Padre Pío Vázquez .