4° Domingo después de Pentecostés 2020, Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús

Sagrado Corazón y temas de actualidad, Prédica 2.

(Domingo 28 de junio de 2020) P. Altamira.

No me mueve, mi Dios, para quererte,
el Cielo que me tienes prometido;
ni me mueve el Infierno tan temido,
    para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor.

Muéveme el verte en una cruz y escarnecido.
      Muéveme el ver tu cuerpo tan herido.
      Muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera Cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera Infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera,
pues, aunque lo que espero no esperara:
    Lo mismo que te quiero, te quisiera.

Queridos hijos:

La poesía que acabamos de escuchar, tan conocida, tan hermosa (se ha atribuido a Santa Teresa): UN CANTO  SUBLIME AL AMOR A DIOS.

QUEREMOS HACER UN CANTO,   UN CANTO AL AMOR A DIOS.

-Queremos, deseamos, que nuestras vidas sean… un canto al amor a Dios.

El domingo pasado predicamos sobre el Sagrado Corazón de Jesús. Habíamos festejado y dicho que el Sagrado Corazón de Jesús es el símbolo y signo del amor de Dios hacia nosotros. Esta prédica la dedicamos a Él, prédica 2ª, tal vez como una continuación “espiritual” de la anterior. Mas ahora queríamos predicar la contrapartida, la retribución, que deberíamos dar: EL AMOR  DE  NOSOTROS  HACIA DIOS.

-Lo dijimos: “Nobleza obliga”. “Amor con amor se paga”.  Nadie es tan noble con nosotros como Dios; nosotros debemos ser, intentar ser, nobles con Él. Nadie nos ha amado, ni nos ama, tanto como Dios; debemos intentar amarlo a Él.

Enseñaremos, Dios mediante, sobre la CARIDAD, tomada en su sentido primero, fundante, principal, que es EL AMOR A DIOS. El amor al prójimo, debe ser una consecuencia de lo primero, y es el llamado sentido segundo de la Caridad, derivado. Seguiremos a un autor en su obra de teología moral1, y, en la siguiente prédica, a un autor -clásico y sabio- de espiritualidad2: El Padre Adolphe Tanquerey.

(Cuerpo)

Comencemos, a través de las propias palabras de Dios, la Sagrada Escritura, para notar la importancia de la Caridad:

-El amor a Dios o Caridad es el fin de toda la Ley de Dios (I Tim 1,5): “5 Finis autem præcepti est caritas: El fin de la Ley de Dios es la Caridad (el amor a Dios)  de corde puro: [amor a Dios] de un corazón puro [amor a Dios dado por almas puras, almas limpias, sin doblez, y también sin pecados de impureza: “de corde puro”], et conscientia bona: [el amor a Dios de almas] de buena conciencia [de almas que vivan bien: según Dios, como
hijos de Dios, tratando -de corazón- de ser buenos católicos, cumpliendo con Dios: “almas de buena conciencia”], et fide non ficta: [el amor a Dios de almas] de Fe no fingida [sino de Fe verdadera, almas de una Fe basada en la Verdad, basada en los verdaderos fundamentos de la Fe, que es la autoridad de Dios que revela, y que da -nos otorga- las Verdades de la Religión: el Dogma Católico; se relaciona, esto de “no tener un Fe fingida
(falsificada)”,  con aquello que decíamos de  fabricar o hacer su propia creación de lo que es Dios y de la Religión, creando -hasta sin darse cuenta- su propia religión personal].

-La Caridad es el vínculo de toda santidad y santificación: (Col 3,14 y 15) “14 Super omnia autem hæc: Por encima de todas las cosas, caritatem habete: tened Caridad, quod est vinculum perfectionis: que es el vínculo de la santidad, el vínculo de la perfección: 15 Et pax Christi exsultet in cordibus vestris: Y la paz de Cristo exulte en vuestros corazones [tener amor a Dios es lo único que nos santifica y nos puede llevar a la santidad: Por amor a Dios debemos ser hijos fieles que guardan realmente sus Verdades, sin cambiarlas: eso es tener Fe verdadera. Por amor a Dios debemos ser hijos fieles también en nuestra conducta, cumplir los Diez Mandamientos, no pecar, si hemos pecado: confesarnos y cambiar, tener amor al prójimo. En definitiva, todo lo debemos hacer por amor a Dios, la Fe y después de ella nuestro comportamiento u obras de la Fe, así tendremos Caridad, amor a Dios, las obras de la Fe son la Caridad, y podremos -quiera Él- llegar a la Salvación Eterna, y -ojalá- a la santidad: La Caridad es vínculo de la santidad].

-Dios Nuestro Señor Jesucristo nos enseña que la Caridad, el amor a Dios, es el primero y más importante de los Mandamientos: (Mateo 22, 38) “38 Hoc est maximum, et primum mandatum: Éste es el máximo y primer Mandamiento”. Y luego nos agregará que de ella, de la Caridad en el sentido del amor a Dios, y de su efecto: el amor al prójimo, depende la Ley (el cumplimiento de la Ley de Dios, nuestro comportamiento) y los Profetas, las
Profecías: “40 In his duobus mandatis universa lex pendet, et prophetæ: En estos dos Mandamientos pende toda la Ley y los Profetas”.

1 Padre  Antonio Royo Marín OP, “Teología Moral para Seglares”, Tomo 1, páginas 260ss, Edición B C, Madrid, año 1957. Esta obra, en un total de dos tomos, en general se puede seguir (aunque algunos puntos ya están tratados con criterio moderno). Pero después del Concilio Vaticano II, se dio a luz una nueva edición de la obra, adaptada a dicho concilio; esta versión claramente “modernizada” ya no se debe seguir.

2 “Compendio de Teología  scética y Mística”, del Padre  dolphe Tanquerey (sacerdote sulpiciano francés, muerto en 1932), edición “Desclée y Cía” Sociedad de San Juan Evangelista (París, Tournai, Roma), Dedebec Ediciones Desclée, de Brouwer (Buenos Aires, impresión terminada el 6 de marzo de 1944 en las talleres gráficos de Sebastián Amorrortu e hijos), única edición americana debidamente autorizada por el Gobierno Belga; traducción española a cargo del Padre Daniel García -canónigo de la Catedral de Madrid-.

Algunos hacen derivar la palabra “Caridad” del adjetivo en latín “carus” que significa “querido”: Si alguien debe ser querido para nosotros, por encima de cualquier otra cosa, ese alguien es Dios. La palabra latina también sugiere la idea de amistad, de mutuo amor.

-Santo Tomás comienza su tratado de la Caridad (II II 23,1) preguntándose si la Caridad es amistad, y responde diciendo que ella es una amistad entre Dios y el hombre, la cual importa una mutua benevolencia, fundada en la comunicación de bienes; por esa amistad, la Caridad es inseparable de la gracia santificante o estado de gracia, que nos hace hijos de Dios, y que nos mantiene en la amistad de Dios y en estado de Salvación Eterna.

-La Caridad abarca tres campos u objetos materiales: Dios, nosotros mismos y el prójimo. Como ya dijimos, en esta prédica desarrollaremos el primero de ellos: El amor a Dios.

Para dar un concepto de Caridad decimos: es una realidad  creada  por Dios, una virtud teologal, infundida por Dios en la voluntad, por la que amamos a Dios por sí mismo y sobre todas las cosas, y a nosotros mismos y al prójimo por amor a Dios. Expliquemos más:

-(1) El motivo del amor a Dios, o razón formal, es único, y es: La bondad de Dios. Recién decíamos que la Caridad tiene tres campos u objetos materiales: Dios, nosotros mismos y el prójimo, pero el motivo o razón del amor ha de ser siempre Dios, porque de lo contrario nos saldríamos del ámbito de la Caridad, y estaríamos amando por puro amor natural, por filantropía (como hacen los masones), o tal vez por puro egoísmo, o por las ventajas que  podemos obtener. A diferencia de lo anterior, vemos la excelencia de la Caridad, cuyo motivo de amar es Dios mismo.

-Demos otros supuestos: El motivo por el cual amamos debe ser Dios,  por Dios. Si lo hacemos por pura simpatía, por la voz de la sangre (a nuestros parientes), por compasión sólo natural, no existe allí Caridad o amor por motivo de Dios, sino puros motivos terrenales de amor.

-(2) Es virtud sobrenatural, sólo se puede poseer con la gracia santificante, por divina infusión. Jamás el hombre podría alcanzarla por sus propias fuerzas, depende de la gracia de Dios, sin estado de gracia no hay Caridad, y estaríamos en estado de pecado mortal; el orden sobrenatural rebasa y sobrepasa infinitamente el orden natural o la pura naturaleza humana. Por eso es Dios el que la infunde en la medida y grado que le place, sin tener en cuenta las cualidades naturales de la persona que la recibe.

-(3) El amor a Dios, a través de la Caridad, debe ser afectivo (i.e. dado en la explícita tendencia de nuestra voluntad hacia Dios, a través del ejercicio de actos de amor hacia Él) y efectivo (i.e. un amor que se muestra en el cumplimiento de lo que Dios nos manda, un amor que se muestra a través del cumplimiento de sus Mandamientos; como reza el dicho “obras son amores, y no buenas razones”).

-(4) Debemos amar a Dios por sí mismo, porque Él es el Sumo Bien en sí mismo y el último fin nuestro.

-(5) Debemos amarlo sobre todas las cosas, por lo que Él es. Si amáramos una criatura más que a Dios o tanto como a Dios, la Caridad sería ipso facto destruida. El amor a Dios debe ser el motivo de todos los demás amores, y debe prevalecer sobre ellos.

-(6) Y con motivo de amar a Dios, “por” amor a Dios, debemos amarnos a nosotros mismos y al prójimo. Por “prójimo” se entiende todas las criaturas racionales que, o ya han llegado al Cielo (los ángeles, las almas de los bienaventurados), o que ya han logrado su Salvación Eterna (las almas del Purgatorio), o aquéllos que pueden llegar a conseguirla (todos los hombres del mundo, si es que cumplen con Dios y su Catolicismo).

-(7) ¿Qué pasa con aquello de “amar a los pecadores”? (esta aclaración es muy importante)

-(a) Los pecadores no pueden ser amados en cuanto “pecadores”, pero sí en cuanto que todavía, mientras estén vivos aquí en la tierra, son capaces de convertirse y lograr la Salvación Eterna, a través del arrepentimiento y penitencia de sus pecados.

-(b) ¿Qué pasa con los que ya están en el Infierno? No es lícito ni está permitido amar a los que ya están condenados, tampoco a los demonios, por su definitiva condenación y obstinación en el mal. Amar a los que están en el Infierno sería una injuria a Dios, a quien ellos odian con todas sus fuerzas.

-(8) Las cosas inanimadas y los animales, toda la Creación (cielos, valles, montañas), se puede amar sólo en un cierto sentido: Sólo se aman en cuanto que manifiestan y se ordenan a la gloria de Dios, y a la utilidad del hombre (II II 25,3).

Hablemos de la excelencia de la Caridad. La Caridad es la más excelente de las virtudes, porque es la que más nos une a Dios, porque dirige hacia el fin último, hacia Dios, los actos de todas las demás virtudes, incluso los actos de la Fe y de la Esperanza, que sin Caridad, estarían muertas o informes, aunque conservarían su forma específica (II II 23,5-8).

-En nuestros actos voluntarios3, en el ejercicio de nuestra libertad, entender la excelencia de la Caridad o amor a Dios, es capital, pues es la virtud más importante de todas, y la que nos llevará o no a nuestra Salvación, y a la santidad, si Dios nos da la gracia de alcanzarla.
Los actos que son propia y específicamente de la voluntad, los que pertenecen a ella según su propia razón formal, se llaman “actos elícitos” (amar, elegir, consentir, odiar, etc); en realidad esta clasificación vale para cualquier virtud.

Los actos de cualquier potencia (pensar, imaginar, recordar, mirar, andar), cuando están movidos bajo el impulso de otro principio, se llaman “actos imperados”, y así: Cuando dicho acto está movido o imperado por otro principio, dicho acto voluntario pertenece en mayor grado al motivo imperante o motivo que lo mueve.

-Damos un ejemplo: Quien quiere hacer un acto de una virtud cualquiera (un acto de humildad, o dar una limosna, etc), y lo quiere practicar por amor a Dios o Caridad, esto último es el motivo o causa imperante que lo mueve; y así dicho acto pertenece más y en mayor grado al motivo imperante (Caridad o amor a Dios), que a la virtud concreta de que se trata (humildad, ayuda a los pobres, etc).

Lo que acabamos de explicar tiene enormes consecuencias en nuestra vida espiritual; tiene enormes consecuencias en la línea del bien y de la práctica de las buenas acciones o virtudes, y esto para llegar a la cumbre de la santidad.

-Para llegar a la santidad, estrictamente hablando, no hace falta realizar grandes empresas.

3 Demos la definición clásica de acto voluntario: “Es el acto humano que procede de un principio intrínseco con conocimiento del fin”.

Bastaría que el amor a Dios o Caridad, la mayor de las virtudes, impere con fuerza todos nuestros actos.

-Para llegar a la santidad, bastaría que los actos más sencillos, que nuestros actos más pequeños y comunes, y hasta triviales, los actos de la vida diaria, cotidiana, estuvieran movidos o imperados por la Caridad.

-Santos hubo que no hicieron nada extraordinario, y llegaron sin embargo a grados altísimos de santidad. Tal vez el mejor ejemplo es el caso de Santa Teresita del Niño Jesús. Ella, estos santos, se limitaron a poner un inmenso amor a Dios en todo lo que hacían, en todo lo que les tocaba hacer, en sus sencillas tareas diarias, y, sin más, llegaron a la cumbre de la santidad.

-Hablando de Santa Teresita del Niño Jesús, esto tiene que ver con lo que ella llama en sus enseñanzas: “El pequeño caminito de la Infancia Espiritual”, el cual consiste en gran humildad y en tener sencillez de niños, sencillez de hijos pequeños, ante Dios, sabiendo y pensando poco -muy poco- de nosotros mismos, y confiando plenamente en nuestro Padre del Cielo, apoyándonos en el poder y misericordia de Dios. Consiste también en hacer las pequeñas cosas, las cosas de cada día, por amor a Dios, que ése sea el motivo o impulso, tratando de poner un gran amor a Dios incluso en las cosas pequeñas e insignificantes de la vida:

Despertarse͙ por amor a Dios. Prepararse para el día, el aseo… por amor a Dios. Las mamás: Hacer el desayuno… por amor a Dios; la panela, el café con leche, poner los panes… por amor a Dios. Los hijos: Levantarse, no ser perezosos, dar el primer beso y saludo a la mamá y al papá͙ por amor a Dios; ir al colegio o estudiar o cumplir con el estudio͙ por amor a Dios. Otra vez las mamás: Barrer, hacer el oficio, limpiar la casa, preparar el almuerzo, ir a comprar los alimentos, poner la mesa, arreglar los cuartos o habitaciones, lavar la ropa, planchar la ropa del esposo, poner los botones de las camisas del marido, tener muchos bebés: la Familia Numerosa (el esfuerzo de los niños pequeños), llevar al médico a los hijos, todo-todo͙ por amor a Dios. El esposo y papá: Buscar trabajo, el ir a trabajar cada día para sostener económicamente su hogar, el educar católicamente a sus hijos, hablar con ellos… por amor a Dios. Y en general, para toda la familia: Si voy a Misa, si rezo el Santo Rosario, si hago mis oraciones, si me confieso, si ayudo a los pobres, si doy limosna; otros temas de toda la familia: si se quiere salir a caminar para distraerse un poco, no estar enclaustrados en este encerramiento, tomar aire, vida sana; o cuando no estábamos encerrados: las vacaciones: buscar lugares correctos ante Dios, no ir a las playas públicas, etc͙; hacer todas las pequeñas y grandes cosas de la vida por amor a Dios.

Si así hiciésemos: La santificación personal que obtendríamos sería enorme.

-Miren qué panorama que se abre sabiendo estas cosas y llevándolas a la práctica: Hacer todo, las cosas más sencillas y triviales, por amor a Dios; a qué santidad llegaríamos tanto ustedes como uno mismo si fuéramos capaces de obrar así, de obrar siempre y en todo momento por amor a Dios o Caridad.

Ésta es la enseñanza más importante que les queremos dejar hoy con esta prédica: Pedir a Dios que seamos capaces de tener esto siempre en nuestras mentes y espíritus, para que todo lo hagamos por amor a Dios o Caridad, y así, como Santa Teresita, podamos llegar a una gran santidad personal.

Hasta aquí desarrollaremos hoy. Con el favor de Dios, es nuestra intención seguir con una prédica más, tal vez dentro de 15 días.

(Conclusión)

Conclusión:DESEAMOS AMAR A DIOS, amarlo de Verdad, amarlo entrañablemente, amarlo con todo nuestro ser, ahora en el tiempo y luego en la eternidad.

Comenzamos esta prédica con un canto al amor a Dios. Queremos terminarla con otro. En este caso de San Agustín, “Tarde te amé, Señor”, “SERO TE AMAVI: TARDE TE AMÉ”, tomada de su libro  “Las Confesiones” (Libro X, Capítulo XXVII):4

4 Lo que sigue aquí abajo y transcribimos es la parte más citada de dicha poesía. Luego del final que hemos puesto,  luego de las palabras “y ardí en tu paz”, continuaba así: “Cum inhaesero tibi ex omni me, nusquam erit mihi dolor et labor, et viva erit vita mea tota plena te : Cuando me uno a ti con todo mi ser, nunca será para mí dolor ni sufrimiento, y mi vida estará viva, toda llena de ti. Nunc autem quoniam quem tu imples, sublevas eum, quoniam tui plenus non sum, oneri mihi sum: Pero ahora que a quien Tú llenas, lo elevas, puesto que yo no estoy lleno de ti, soy un peso para mí. Contendunt laetitiae meae flendae cum laetandis maeroribus, et ex qua parte stet victoria nescio : Mis pasadas alegrías, que deben ser lloradas, luchan contra mis actuales penas que deben alegrarme, y yo no sé de qué parte esté la victoria.

AVE MARÍA PURÍSIMA.