10° Domingo después de Pentecostés 2019

Conformidad con la Voluntad de Dios.

(Domingo 18 de agosto de 2019) P. Altamira.

(Introducción)

Queridos hijos:

Este Domingo queríamos hacer una prédica para recordar conceptos que desarrollamos a comienzos de este año, un tema que vemos fundamental, porque allí se encuentra nuestra santificación personal, porque allí se encuentra nuestra Salvación Eterna, porque allí se está la posibilidad de llegar a la santidad. Hablamos de LA CONFORMIDAD CON LA VOLUNTAD DIVINA, y esto versus o contra la voluntad propia, contra el querer hacer “nuestra” voluntad y no la Voluntad de Dios; el pecado es eso, así lo dijimos: El pecado puede ser definido como “voluntad propia”, sí: voluntad propia frente o contra la Voluntad de Dios; y si se trata de pecados mortales, la voluntad propia es la Condenación Eterna.
Desarrollemos entonces algunos conceptos que hemos escogido sobre LA CONFORMIDAD CON LA VOLUNTAD DE DIOS.

(Cuerpo)

Dios “maneja” todos los hechos de nuestras vidas, Él es quien de hecho y de derecho “maneja” nuestras vidas, pues nada escapa a su Providencia. A nosotros, nos compete “conformarnos” libremente a lo que Él dispone con su Voluntad. Evidentemente, allí está también la Sabiduría de Dios, pero en definitiva nada escapa a las disposiciones de su Providencia.

-A pesar de ello, constantemente estamos intentando “organizar” y “llevar” nuestras vidas, actividades, etc, según NUESTRA voluntad y según NUESTROS propios criterios, y no según los criterios y disposiciones de la Voluntad de Dios.
-Y como evidentemente la organización de nuestras vidas según NUESTROS propios criterios no se da, o por lo menos en la mayoría de los casos no se da, por ello, y en definitiva por no conformarnos con la Voluntad de Dios, vivimos siempre TURBADOS Y SIN PAZ: ¡NO TENEMOS PAZ, NUNCA TENEMOS PAZ! Y nunca la tendremos porque estamos siempre en la búsqueda de hacer NUESTRA voluntad (“primero yo, segundo yo, y tercero yo”), y no en la búsqueda de la Voluntad de Dios, de conformarnos a la Voluntad de Dios: siempre estaremos en la turbación, en la agitación, en la falta de reposo (de sosiego), y en definitiva cometiendo pecados (el pecado es voluntad propia). No nos santificaremos.

LA PROVIDENCIA DE DIOS quiere o permite todos los eventos de nuestras vidas: Las cosas buenas que nos ocurren, alegría, paz, reposo; y también las cruces, necesidades, reveses, contratiempos, cosas que no se dan, tribulaciones, sufrimientos, tristezas, frustraciones, no poder hacer nuestros planes. Todos los acontecimientos, queridos o permitidos por Dios, son -en última instancia- en miras a su mayor gloria, y a nuestra salvación y santificación, si es que sabemos y aprendemos a conformarnos con su Voluntad.

-Veamos algunas aplicaciones de lo anterior:
(1) La santidad, el poder llegar a la santidad: La santidad se cifra en conformarse con la Voluntad de Dios.
“La santidad es la Caridad, la Caridad suma, la Caridad en grado heroico, según la gracia santificante otorgada (según lo que es dable a cada ser humano en los planes de Dios); y entendida la Caridad en su primer y esencial sentido que es el amor a Dios”. La caridad hacia el prójimo es el segundo sentido de la palabra, y es una redundancia o efecto de lo primero: si amo a Dios, debo amar al prójimo, y lo he de amar por amor a Dios, y para demostrar amor a Dios. Pero en el sentido primero y esencial de la palabra “Caridad” es amor a Dios.

(2) Cómo llegar a la santidad:
Podemos decir: La mayoría de los autores hacen hincapié en el camino para llegar a la santidad A TRAVÉS DE LA PERFECTA CONFORMIDAD con la Voluntad Divina, con la Voluntad de Dios. A este camino, también le llaman el Santo Abandono a la Voluntad de Dios.

(3) Tenemos entonces dos conceptos: Santidad y Conformidad con la Voluntad de Dios, ¿cómo aunarlos?
San Alfonso María de Ligorio los aúna en forma perfecta, y les da su preciso lugar. Él dice casi literalmente lo siguiente (ya lo enseñamos):
-Todo el fundamento de la salvación y de la SANTIDAD1 consiste en el amor a Dios o “Caridad”.
-Mas LA PERFECCIÓN de la Caridad (eso es la “SANTIDAD”: la perfección de la Caridad) es la unión TOTAL de nuestra propia voluntad con la Voluntad de Dios.
-Porque el principal efecto del amor es:
Unir de tal modo la voluntad de los amantes (en este caso: Dios y el hombre), que no tengan más que un solo corazón y una sola voluntad; la unión de los amantes por la unión de sus voluntades.
Ya lo habíamos dicho: Estas palabras no pueden estar mejor dichas. Allí está todo.

(4) Veamos un punto más específico de los conceptos sobre “La conformidad con la Voluntad Divina”; esta vez será la relación de ello con nuestras buenas obras (nos basamos, en forma principal, en el mismo santo2).
-Conformarse con la Voluntad de su Padre, esto hizo Dios Nuestro Señor Jesucristo durante toda su vida terrenal: Él muchas veces dijo que no había venido para cumplir su voluntad sino la de su Padre (Jn 6,38). Por esta causa, el único fin y deseo de los santos, en todas sus obras, ha sido el cumplimiento de la Voluntad de Dios. Santa Teresa dice que lo que ha de procurar quien se ejercita en la oración, es conseguir conformar su voluntad con la de Dios en todo, y que en eso consiste la más encumbrada santidad, porque quien entrega a Dios su voluntad, le da todo cuanto tiene.3

1 San Alfonso, en vez de la palabra “santidad”, utiliza allí la expresión “perfección” de nuestras almas, la cual significa exactamente lo mismo y es de uso “clásico” en los autores espirituales y en las enseñanzas de la Santa Iglesia Católica (v.gr. en las encíclicas de los Papas). Pero tal vez para nuestro lenguaje de hoy, es más claro utilizar la expresión más común en nuestros días que es “santidad”, y así lo haremos en los textos que vamos a reseñar del santo.

2 Todos estos conceptos de San Alfonso están tomados de su libro “Preparación para la Muerte”, Consideración 36.

3 La enseñanza de San Alfonso también nos decía allí: Cuánto vale un solo acto de perfecta resignación a lo que Dios dispone. Ello bastaría para santificarnos. El que ayuna y da limosna y se mortifica por Dios, da una parte de sí mismo, pero el que entrega a Dios su voluntad, le da todo cuanto tiene.

-Todas nuestras desventuras, la falta de paz, proceden de no conformarnos con la Voluntad de Dios.
-Esto vale incluso para nuestras buenas obras. Nuestras buenas obras, oraciones, penitencias, limosnas, Comuniones, en tanto agradan al Señor, en cuanto se conforman con su Divina Voluntad, de lo contrario no serían virtuosas sino viciosas:
-Querer hacer el bien, querer hacer una buena obra, pero querer hacerla por voluntad propia, y no porque Dios lo quiere (esto suele ser llamado “hacer algo sin pureza de intención”), algo así está viciado en su raíz o móvil interno. No que la cosa sea mala en sí, sino que el móvil interno o intención está en NUESTRA voluntad y no en la Voluntad de Dios.
-De allí el importante consejo de los autores espirituales de estar renovando nuestra pureza de intención: “Esta buena obra que quiero hacer o que voy a hacer, la hago, mi Señor, por ti, y sólo si te agrada a ti, y sólo si la quieres o si la quieres en este momento, y no por mi voluntad, no por voluntad propia”.
-Evidentemente, por nuestra gran imperfección y por haber tenido el pecado original, muchas veces (tal vez la mayoría de las veces) nuestras obras buenas, o deseo de hacer obras buenas, están viciados de la manera explicada, viciados de VOLUNTAD PROPIA. Esto incluso si muchas veces no tenemos conciencia de ello (por nuestra mala índole o malos hábitos de la voluntad propia).
-Por eso el Buen Dios, para corregirnos y enseñarnos, muchas veces no permite que nuestros planes o buenas obras puedan realizarse, o al menos que ellos no se realicen tal cual como nosotros deseábamos: porque había voluntad propia y no voluntad de Dios para hacer esos bienes.
-Sólo agradan a Dios las obras buenas que se hacen en conformidad con su Voluntad, de lo contrario no; no agradan a Él si son hechas según nuestra voluntad y no según la suya.4
-Y si EN FORMA ABSOLUTA nos dejamos guiar por lo dispuesto por Dios, por su Voluntad Santa (conformarnos a ella), llegaremos a la santidad; de lo contrario, jamás llegaremos a ella.

(5) Qué otras cosas decir frente a las cosas buenas que no podemos realizar.
-Al hablar de CONFORMARNOS CON LA VOLUNTAD DE DIOS, el punto que a todos más nos cuesta, es EL ACEPTAR LA CRUZ, los hechos adversos, las cosas malas, tribulaciones que nos acontecen, el no poder realizar nuestros planes incluso sobre cosas buenas.
-¿Por qué “nuestros planes y proyectos no se dan”, sobre todo cuando se trata de obras buenas? Esto es una de las cosas más difíciles de entender: las cosas buenas que queríamos hacer y no pudimos, “ni podemos”. Nos animamos a responder que hay 2 motivos:
a) Todo nuestro obrar está marcado, signado, por nuestra voluntad propia, por más de que busquemos cosas buenas. Queremos hacer cosas buenas, pero las queremos hacer por voluntad propia y no por pureza de intención: i.e. no por Dios. La voluntad propia puede estar presente –decíamos- incluso inconscientemente, por el mal hábito de tener y buscar la voluntad propia. E igualmente decíamos que Dios, que es un Padre, y que quiere que nos liberemos de la voluntad propia para que nos santifiquemos, muchas veces no permite que se den nuestros planes y proyectos, a fin de que, a vuelta de “frustraciones” y hasta “fracasos”, entendamos de una vez que el bien (y todo en nuestras vidas) SE HA DE BUSCAR POR MOTIVO O POR CAUSA DE DIOS, y no por motivo de nosotros mismos, no por voluntad propia. Entonces, primera respuesta: Las cosas buenas que queremos hacer no se dan porque hay allí voluntad propia y no voluntad de Dios.

b) Segundo punto: Viendo una segunda explicación, tenemos que incluso en la vida de los santos, teniendo ellos pureza de intención: queriendo hacer ellos las buenas obras buscando la Voluntad de Dios, no pueden realizarlas para que tengan todavía mayor Conformidad con la Voluntad de Dios, y total desprendimiento de los bienes, acontecimientos y cosas de este mundo. Cuando ellos buscan hacer el bien, aun sin buscar su voluntad propia, Dios permite que se frustren sus planes, para que en todo sean capaces de decir: “Como Tú dispongas, mi Señor: ¿No quieres que esto se dé, no quieres que esto se consiga o se realice? Siempre está bien como Tú dispones, mi Señor”.5
-Las cosas adversas, si las aceptásemos como es debido, conformándonos con la Voluntad de Dios, YA NO SERÍAN PARA NOSOTROS MALES SINO BIENES.
Todos los santos han entendido esto.

(Conclusión)

Para concluir expresamos que nuestro mayor deseo es poder ser hijos de Dios que se conforman en todo con la Voluntad Divina (aunque evidentemente no lo somos); porque nuestro mayor deseo es poder amarlo, y amarlo al máximo: Caridad suma, y esto se demuestra con la referida conformidad.
En conformarnos con la Voluntad de Dios está la santidad. Recordemos ese monje, que, aunque no tenía una vida que resaltara grandemente, tenía una gran santidad; su abad le preguntó qué devociones practicaba, y el monje simplemente respondió que ÉL PONÍA ESPECIAL CUIDADO EN CONFORMARSE SIEMPRE Y EN TODAS LAS COSAS CON LA SANTA VOLUNTAD DE DIOS. Eso es todo.
Además, si queremos vivir en CONTINUA PAZ, debemos unirnos siempre a la Voluntad de Dios.
SANTA TERESA DE JESÚS SE OFRECÍA A DIOS MÁS DE CINCUENTA VECES POR DÍA, A FIN DE PODER ALCANZAR LA PERFECTA CONFORMIDAD CON LA VOLUNTAD DIVINA. Nosotros también queremos eso.6

AVE MARÍA PURÍSIMA.

4 -“Almas interiores aprended que el que se ha entregado a Dios, ya no ha de pertenecerse a sí mismo, ni ha de querer sino lo que Dios quiera para él”. A nuestros santos protectores y auxiliadores, a cualquiera de ellos podemos y debemos pedir: “Ayudadme a sujetar mi juicio y mi voluntad a las disposiciones de Dios”.

5 S. Alfonso nos enseña:1) Hay cosas adversas que recibimos directamente de Dios, como son las enfermedades, tribulaciones, desolaciones espirituales, oscuridades, sequedades, pérdidas de parientes, pérdida de hacienda, angustias, el no poder realizar nuestros planes, el que se frustren nuestras buenas obras, nuestras esperanzas “humanas”, proyectos, trabajos.2) Y hay cosas adversas que provienen sólo mediatamente de Dios, y que Él nos envía por medio de las acciones malas de los hombres, como el daño o los daños hacia nuestras personas o bienes, sea hacia nosotros, sea hacia nuestros familiares; la deshonra, los desprecios, insultos, injusticias, malos tratos, persecuciones y toda suerte de otros males. En este tipo de acciones, Dios no quiere el pecado que comete quien nos ofende o daña, pero sí la humillación, el sufrimiento, la tribulación, en definitiva la Cruz, que de ello nos resulta.

6 Deseamos poder ser un hombre según el corazón de Dios, como llamaba Dios a David, “inveni virum secundum cor meum: HE ENCONTRADO UN HOMBRE SEGÚN MI CORAZÓN”, que en todo hace mi Voluntad.