Parábola del Fariseo y el Publicano.
(Domingo 13 de agosto de 207) P. Altamira.
(Introducción)
Queridos fieles:
Tenemos hoy, en el Evangelio de este Domingo Décimo después de Pentecostés, la tan conocida “Parábola del Fariseo y el Publicano”, enseñanza y parábola hermosa (todas las parábolas son hermosas, ¡toda la Sagrada Escritura es hermosa!). Si no nos equivocamos, el único que trae esta parábola es San Lucas (18,9ss), y así está en la Misa de hoy.
Algunas enseñanzas y tal vez tres aplicaciones para sacar algún provecho.
(Cuerpo)
Primero algunas enseñanzas, siguiendo al buen Padre Castellani, en su obra escrita en el año 1956, “El Evangelio de Jesucristo”. Les leemos un resumen del padre, con algunas pocas ideas nuestras.
En esta parábola hay un llamado a la humildad, sin duda; pero “el punto fuerte” es un retrato de la soberbia religiosa, que había de ser, y ya era, el principal enemigo de Cristo. Hay una definición de los fariseos al principio, dada por el mismo evangelista: “Eran unos hombres que se tenían a sí mismos por santos y despreciaban a los demás”. El que se llamó sincera y humildemente a sí mismo pecador, el publicano, volvió a su casa santificado y perdonado; el otro no: el que se llamó a sí mismo santo o justo (que es sinónimo), volvió con un pecado más. El fariseo se tenía por santo, pero Dios no fue de la misma opinión. La oración del fariseo está penetrada del mal peor que existe: el orgullo religioso. Así son las oraciones que hace un fariseo. En la Enciclopedia Británica hay una curiosa defensa de los fariseos, lo cual prueba que su raza no ha desaparecido, ¡dichoso el hombre que tenga un hijo que lo defienda después de muerto! Toda la biografía de Jesús como hombre, se puede resumir en esta fórmula: fue el Mesías y luchó contra el fariseísmo. La vida de Cristo no fue un idilio ni un cuento de hadas, sino un drama, y no existe drama sin antagonista, y el antagonista de Cristo fue el fariseísmo, vencedor en apariencia, derrotado en realidad. El fariseísmo, por ser la soberbia religiosa, es la corrupción más grande, de la cosa y Verdad más grande, la Verdad de que los valores religiosos son los más grandes, la Religión Católica es lo más grande, la única religión verdadera. Esto es verdad, pero en el momento en que nos adjudicamos estas cosas, las perdemos. En el momento en que hacemos nuestro lo que es de Dios, deja de ser de nadie, si es que no deviene propiedad del diablo. EL GESTO RELIGIOSO, CUANDO TOMA CONCIENCIA DE SÍ MISMO, SE VUELVE MUECA: El objeto del acto religioso debe ser Dios y no uno mismo. El fariseísmo abarca desde la pura exterioridad religiosa (sin un interior de Dios, sin un interior caritativo y misericordioso), hasta la crueldad y el desprecio del prójimo; y más aún (el Padre Castellani dice: hasta el sacrilegio y el homicidio). El fariseísmo es la religión suprimiendo la misericordia y la santidad (la verdadera santidad), ¿puede darse algo más monstruo? Pero no todos los fariseos son tan malos, algunos son simplemente santulones, pero no hipócritas; algunos lo son por la sola y pura religión exterior y repetición de fórmulas, lo cual, si se deja sólo eso, si la Religión se reduce a sólo eso exterior, es imperfección (y muy imperfecto). Pero en este grado no son malos, o no necesariamente. En el fariseísmo hay muchos grados; también incluye la falsificación de la Religión, la falsificación del Catolicismo.
El Padre Castellani termina conectando esto con una enseñanza esjatológica, una enseñanza para los finales de la Historia, para los tiempos que se muestran y parecen los nuestros; pero la dejamos para otra oportunidad. Ahora algunas aplicaciones:
(1) Cualquiera de nosotros puede ser o convertirse en un fariseo, si despreciamos al prójimo, si nos creemos “algo” en religión. Debemos estar bien alerta, y pedir al buen Dios que nunca nos deje estar allí o ser de esa manera; nos iríamos tal vez directo al Infierno. En esta crisis terminal, en esta falsificación de nuestro Catolicismo por la Religión Moderna del Anticristo y del Falso profeta, debemos ser “bien buenos” y caritativos con el prójimo, con tantas almas buenas, engañadas y burladas en su buena fe, que andan como ovejas errantes y sin pastor, envueltas arteramente dentro del “catolicismo cambiado” de la Religión Moderna y captadas o captados por ella.
(2) Relacionado con lo anterior, todos nosotros, todo católico, si quiere intentar serlo de verdad, debe ser bondadoso con esas almas, ¡con toda persona en realidad!: Todo católico debe tratar de dar la Verdad y hacer el Bien a los pocos o muchos que uno pueda (apostolado). Todos nosotros debemos caracterizarnos por el buen trato, la cordialidad, la amabilidad hacia el prójimo, CON MUCHA CARIDAD EN LA VERDAD. Así queremos que sean los fieles de esta Capilla. (2 bis) Eso mismo, el buen trato, la cordialidad, la amabilidad, la simpatía, debe ser la característica entre ustedes mismos, entre los fieles, sin hosquedad ni trato brusco o malos modos. Y con mayor razón entre los miembros de una misma familia. De lo contrario, somos hipócritas y fariseos, y “vana est religio”, vana es nuestra religión. Cada uno sabrá.
(3) La tercera y última aplicación: Que nuestra Religión no se quede en una pura exterioridad, en una pura recitación de fórmulas externas, lo más importante es el interior, nuestro interior. Si yo solamente me preocupo por repetir oraciones, por repetir novenas, y no tengo un interior de Dios, un interior caritativo con el prójimo, con santidad y santificación verdadera, otra vez: “vana est religio”, vana es nuestra religión. Seríamos fariseos, tal vez en su grado más suave, pero fariseos, si simplemente somos puros “repetidores” de oraciones y no “vividores” según Dios, vivir según la oración; tal vez no seríamos tan malos así, pero sí estaríamos en un grado muy imperfecto de nuestra Santa Religión.
(Conclusión)
Ya concluyendo, les doy una anécdota:
Hugo Wast, Gustavo Martínez Zuviría, mayor que el Padre Castellani en edad, ambos fueron alumnos del “Colegio de la Inmaculada” en la ciudad de Santa Fe (Argentina), se veía poco inclinado a leer las fábulas que salían publicadas en la revista del colegio (su hijo o sus hijos eran entonces todavía alumnos allí). Cierto día, vio una fábula que era tan breve que se decidió a leerla; quedó impresionado; y esto le llevó a buscar las revistas antiguas para leer otra y otra y otra; terminó escribiendo un artículo en elogio del autor. El artículo se llamó “He hallado un fabulista”. La fábula primera que leyó se llamaba “Flaco y Barrigón”, era del Padre Castellani; firmaba allí como Jerónimo del Rey.
Y así concluimos esta prédica, con la fábula “Flaco y Barrigón”, porque tiene que ver con lo último que decíamos sobre la pura exterioridad religiosa. Dice así: “Le tuvieron lástima al Matungo [matungo es un caballo viejo], que ya no podía con los huesos, y en pago de sus doce años de tiro lo soltaron para siempre en un alfalfar florido. El alfalfar era un Edén caballuno, extenso y jugoso, y Matungo no tenía más que hacer que comer a gusto y tumbarse en la sombra a descansar después, mirando estáticamente revolotear sobre el lago verde y morado las maripositas blancas y amarillas. Y sin embargo Matungo no engordó. Era muy viejo ya, y tenía los músculos como tientos. Echó panza sí, una barriga estupenda, pero fuera de allí no aumentó ni un gramo, de suerte que daba al verlo, hundido en el pastizal húmedo hasta las rodillas, la impresión ridícula de un perfil de caballete sosteniendo una barriga como un odre. —¡Qué raro! —No crea. Lo mismo le pasa a mucha gente. Al que lee mucho y estudia poco, al que come en grande y no digiere, al que reza y no medita, al que medita y no obra. Flacos y barrigones”.
AVE MARÍA PURÍSIMA.