Etiqueta: Virgen María

Fiesta de la Inmaculada Concepción 2015

Dogma de la Inmaculada y la Virtud de la Pureza.

(Martes 8 de diciembre de 2015) P. Altamira.

(Introducción)

Queridos hijos:

Hoy es la Fiesta de la Inmaculada Concepción de María, fiesta tan católica, tan hermosa, fiesta tan de España y de sus hijos, las Españas, Hispanoamérica. Queríamos primero recordarles el dogma con alguna leve explicación. Luego centrarnos en la virtud de la pureza. Y por último hacer algunas aplicaciones.

(Cuerpo 1: El Dogma de la Inmaculada y alguna explicación)

Recordemos entonces el Dogma. El papa Pío IX, el 8 de diciembre de 1854, en su Bula “Ineffabilis, proclamó que todos los fieles católicos tenían que creer la verdad o dogma revelado por Dios de que «la beatísima Virgen María, en el primer instante de su concepción, fue preservada inmune de toda mancha de culpa original, por singular privilegio y gracia de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús, Salvador del género humano».

Expliquemos un poco. Retomemos lo que ya hemos dicho en otra oportunidad:

(1) El primer instante de la concepción es aquel momento en el cual Dios crea el alma y la infunde en el cuerpo.

(2) La esencia del pecado original consiste en la carencia de la gracia santificante, esto debido a la caída de Adán, y es transmitido a todos sus descendientes. María quedó preservada del pecado original, de modo que comenzó a existir ya adornada con la gracia santificante, ¡y con plenitud de gracia: llena de gracia! (“gratia plena”).

(3) El verse libre del pecado original fue para María una ley excepcional o privilegio dado por Dios.

(4) La fuente de donde surge este privilegio (causa eficiente) es la omnipotencia de Dios.

(5) Quien la obtuvo y mereció (la causa meritoria), fue Nuestro Señor Jesucristo: Los merecimientos de su Redención.

(6) María también tenía necesidad de Redención, y, como todo hombre, fue redimida.

(6 bis) María fue redimida por la gracia de Cristo, como fruto de la Redención, aunque de manera más perfecta que todos los demás hombres, pues fue preservada del pecado original. Todos nosotros somos liberados del pecado original (Redemptio reparativa: Redención que repara). María fue preservada en forma anticipada antes de contraer dicho pecado, en vistas a los méritos de la Pasión (Redemptio praeservativa: Redención que preserva).

(7) El dogma de la Concepción Inmaculada de María no contradice el dogma de la universalidad del pecado original, María es preservada de él: Es una excepción o privilegio.

(7 bis) Tampoco contradice el dogma de la necesidad universal de Redención: María, gracias a la Redención, fue preservada.

(8) La finalidad próxima (causa finalis proxima) buscada por Dios al otorgar a María este privilegio es: LA MATERNIDAD DIVINA, es decir el haber sido destinada para ser la Madre de Dios : Dignum Filio tuo habitaculum praeparasti, has preparado a tu Hijo una morada digna (palabras de la oración de la festividad).

(8 bis) La causa final remota es siempre la mayor gloria de Dios.

(Cuerpo 2: La virtud de la pureza)

En segundo lugar, en relación a la fiesta de la Inmaculada, y en relación a la Purísima Virgen María, queríamos recalcar algunos aspectos de la virtud angelical, de la virtud de la pureza.

Vemos, para comenzar, algunos textos de la liturgia: La oración de la Misa:

Deus, qui per Immaculatam Virginis Conceptionem dignum Filio tuo habitáculum praeparasti, quaesumus: Oh Dios, quien por la Inmaculada Concepción de la Virgen has preparado un digno habitáculo para tu hijo, te pedimos; ut, qui ex morte eiusdem Filii tui praevisa, eam ab omni labe praeservasti: que quien a ella has preservado de todo pecado a causa de la muerte prevista de tu mismo Hijo, nos quoque mundos eius

intercessione ad te pervenire concedas: a nosotros, por intercesión de ella, nos concedas también llegar PUROS (limpios) hasta ti”.

Vean cómo, a través de la oración de la Misa, se pide para nosotros, y por intercesión de María, la pureza, la virtud de la pureza, literalmente: llegar “limpios” hasta Dios.

Escuchemos parte del Himno de Vísperas. Es el Himno “  ve Maris Stella” (que se utiliza en casi todas las fiestas de la Virgen):

-Ave Maris Stella, Dei Mater alma / Atque semper Virgo, Felix caeli porta: “Dios te salve, Estrella del mar, Santa Madre de Dios y siempre Virgen, ¡Feliz puerta del Cielo!”. -Sumens illud   ve Gabrielis ore, Funda nos in pace… (…): “Tú que recibiste aquel   ve de boca de Gabriel, afiánzanos en la paz͙» (la paz de alma, la paz de una buena conciencia, por estar bien con Dios, en estado de gracia).

-Virgo singularis, Inter omnes mitis, / Nos, culpis solutos, Mites fac et CASTOS: “Virgen única, mansa como ninguna, a nosotros, liberados de nuestros pecados, haznos mansos y PUROS (castos)”.

-Vitam praesta puram, Iter para tutum, Ut videntes Iesum, Semper collaetemur: “Danos UNA VIDA PURA (vitam praesta puram), prepáranos un camino seguro, para que viendo a Jesús (salvándonos), podamos alegrarnos siempre con Él”.

Ahora veamos algunos conceptos relacionados con la virtud de la pureza:1

La virtud de la pureza se relaciona y se deriva de la templanza. La templanza es una virtud necesaria para refrenar y moderar el apetito al placer, el cual, no dominado, nos puede llevar a perder a Dios por el pecado mortal.

La templanza modera la inclinación al placer sensible, especialmente en lo referido a los placeres del gusto (la comida), y en lo referido a los placeres del tacto, y busca mantener dicha inclinación dentro de los límites de lo correcto y lo honesto. Busca moderar toda inclinación a los placeres sensibles, pero se dirige especialmente a las dos principales funciones de la vida orgánica: El conservar la vida, el alimento, el comer y el beber; y la conservación de la especie por medio de las funciones reproductivas.

1 Tomados de « Compendio de Teología   scética y Mística”, Padre   dolfo Tanquerey, Ediciones “Desclée, de Brouwer”, Buenos   ires,   ño 1944, única edición americana.

La templanza nos hace usar del placer para un fin honesto y sobrenatural, lo gobierna por medio de la recta razón y de la Fe (i.e. las verdades y enseñanzas de Dios, la Doctrina Católica). Pero como el placer es seductor, y arrastra fácilmente más allá de lo correcto, la templanza nos debe inclinar a la mortificación, para asegurar más el imperio de la razón y de la Fe sobre nuestro cuerpo y sus inclinaciones, y sobre las tentaciones en nuestro espíritu.

Dejemos de lado esta vez lo referido a los alimentos, y nos centremos en la virtud de la pureza o castidad.

La pureza o castidad es una virtud que busca gobernar y moderar el placer vinculado con la propagación de la especie, y reprime las tendencias desordenadas en estos placeres o goces voluptuosos. Estos goces no tienen más que un fin, perpetuar la especie o el linaje humano, transmitiendo la vida por medio del uso legítimo del Matrimonio.

Se la llama: Virtud angélica, porque nos asemeja a los ángeles, que son espíritus puros. Virtud austera, porque no se consigue sino disciplinando y domando el cuerpo y sus sentidos con la mortificación. Virtud delicada, a la cual manchan las más ligeras faltas voluntarias. Virtud difícil, porque para guardarla se debe luchar contra la más tiránica de las pasiones, las tendencias a la lujuria.

El verdadero motivo e impulso para buscar ésta y toda virtud ha de ser siempre EL AMOR A DIOS, pero por nuestra naturaleza caída siempre es necesaria también LA ASCESIS O MORTIFICACIÓN.

El primer grado de esta virtud de la pureza consiste en no consentir jamás a pensamiento, imaginación, sensación,  obra o acción contra a esta virtud, y rechazar todos los malos impulsos o movimientos al respecto (pero noten que cuando la tentación no desaparece, basta, ante Dios, la actitud de rechazo y no querer esos posibles desórdenes, aunque no desaparezcan). El segundo, en dominar de tal suerte los sentidos y el pensamiento, que cuando debamos tratar por obligación de cuestiones referidas a la castidad, lo hagamos con tal sosiego y tranquilidad como si se tratara de cualquier otra materia. El tercer grado de la virtud de la pureza se obtiene sólo por un privilegio o don especial de Dios, el cual consiste en no tener movimiento alguno desordenado (como se cuenta obtuvo Santo Tomás de Aquino, luego de su victoria contra esa prostituta que le habían introducido sus hermanos para tentarle).

Hay dos clases de castidad o virtud de la pureza:

a) La que compete a los casados y consiste en el uso correcto del Matrimonio para los dos fines que Dios lo creó: El más importante, la procreación y la educación católica de los niños; el secundario, la mutua ayuda y el remedio de la concupiscencia.

b) Y la pureza de los no casados o solteros: Es decir, una continencia o celibato absoluto, lo cual es un deber para todos aquellos que no están casados, o para los que han quedado en estado de viudez.

En otra oportunidad desarrollaremos más. Hoy queríamos pasar a hacer algunas observaciones sobre la vida y el mundo de hoy.

(Cuerpo 3: Aplicaciones referidas al mundo de hoy)

Hoy en día la pureza es una de las virtudes que “brilla por su ausencia”. ¿Quién practica la virtud de la pureza? ¿Quién se preocupa por la virtud de la pureza? ¿Cuáles y cuántos padres de familia educan a sus hijos en la virtud de la pureza? Si encontramos una docena dentro de los diez millones de Bogotá, sería un milagro. ¿Qué y cuántos sacerdotes predican y exigen a sus fieles sobre la virtud de la pureza?

Un papá y una mamá deben educar a sus hijos e hijas para que sean PUROS, lo cual implica -entre otras cosas, sin duda- que lleguen vírgenes hasta el Matrimonio, como siempre ha sido y como siempre debe ser. Y no con la estupidez liberal de Siglo XIX y del XX, en donde el slogan ridículo fue en parte sostener que las mujeres sean muy recatadas y correctas, y “los varones al prostíbulo”, y hoy en día, ¡al lupanar todos juntos! (perdón que lo diga tan crudamente). La virginidad hasta el Matrimonio no sólo se debe dar la mujer, sino que por supuesto que los varones, los hombres, también deben llegar vírgenes hasta el Matrimonio.

(1) Detrás de estas cosas, qué papá y mamá “modernos” enseñan explícitamente a sus hijos que los novios no pueden tener relaciones antes del Matrimonio, que eso no se debe hacer, que eso es un pecado mortal. (2) Qué papás y mamás “modernos” enseñan a sus hijos que se deben “casar por la Iglesia”, que para un católico “casarse por la Iglesia” es lo único que vale, que la unión libre está mal, que es un pecado mortal, que jamás vayan a estar en unión libre. (3) Qué papás y mamás “modernos” enseñan el respeto ante Dios del propio cuerpo, que el cuerpo que Dios nos ha dado deber ser usado siempre en forma muy santa y muy hermosa, que jamás se debe hacer algo feo, impuro, en el propio cuerpo, que “el pecado de impureza solo” es un pecado mortal y manda al Infierno.

Y los hijos muchas veces hacen cosas porque su papá y su mamá no les han enseñado, y si lo hubieran hecho, tal vez en muchos casos no hubieran hecho ciertas cosas.

En el Matrimonio: La virtud de la castidad y la pureza va -como decíamos recién- detrás del cumplimiento de los fines para los cuales Dios lo creó, de los cuales el más importante es la procreación.

(1) ¿Cuántos esposos, que se dicen católicos, cumplen con la Ley de Dios en el Matrimonio? En vez de la procreación, en vez de la Familia Numerosa, cunde la anticoncepción o planificación, y cunde cuanta cosa hay para destruir la santidad matrimonial. (2) Lo que aquí llaman planificación es un pecado mortal y manda al Infierno. (3) Y el ritmo (“los días de infertilidad”) no se puede usar con total libertad, pues, fuera de las condiciones requeridas, es pecado, ya lo hemos explicado varias veces.

Se podría decir más: Los pecados de la vista (ver pornografía, ver películas con escenas de sexo, novelas), los pecados de las palabras, también sobre la ropa (la ropa indecente, andar “mostrando”), pero dejaremos aquí.

(Conclusión)

Para concluir, en la Fiesta de la Inmaculada, pediremos la virtud de la pureza, ¡y agregamos la virtud de la humildad! (que también tiene que ver con la templanza). Humildad y pureza, dos virtudes que tanto resplandecieron en la Santísima Virgen, y sin las cuales no podemos agradar a Dios.    Pedimos estas dos virtudes, pureza y humildad, porque estamos en medio de un mundo “machado y soberbio”, un mundo tan volcado a la lujuria, que sin la gracia de Dios y el ejercicio de estas virtudes, no podemos transitar por esta “Ciudad del hombre” sin mancharnos y sin ser soberbios.

AVE MARÍA PURÍSIMA.