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1er Domingo después de Pentecostés 2021

Fiesta de la Santísima Trinidad, Ecumenismo

(Domingo 30 de mayo de 2021) P. Pío Vázquez.

(Introducción)

Queridos fieles:
Hoy estamos celebrando la importantísima y solemnísima Fiesta de la Santísima Trinidad. La Iglesia ha querido consagrar este día, el Primer Domingo después de Pentecostés, a rendir culto de una manera mucho más especial al Dios Uno y Trino, al Dios único y verdadero;
decimos de una manera mucho más especial porque la Santísima Trinidad, no solamente es adorada en este día, sino que, en realidad, todos los días, durante todo el año litúrgico, la Santísima Trinidad es siempre adorada, alabada y glorificada, pues a ella está ordenada y se dirige todo el culto de la Iglesia Católica.
Mas ha querido la Iglesia instituir esta Fiesta para que, de una manera mucho más singular y particular, volvamos nuestros ojos al máximo misterio de nuestra Fe: Dios uno en naturaleza y Trino en Personas, un único Dios verdadero y tres Personas divinas distintas entre sí; magno misterio que jamás podremos entender, penetrar, ni abarcar y que, sin embargo, creemos con toda firmeza, como dos más dos son cuatro, por enseñárnoslo así la Fe, que se funda en la autoridad de Dios, que no puede engañarse ni engañarnos.

(Cuerpo 1: Ecumenismo)

La Santísima Trinidad es, pues, el mismo Dios, Creador de Cielos y Tierra y de todo cuanto existe, el único verdadero —pues Dios hay sólo uno—. De lo cual se sigue que la Santísima Trinidad es exclusiva, es decir, de suyo excluye el culto de cualquier otro falso dios; en efecto, Dios nos dice por boca de Isaías: “Yo soy el Señor… no daré mi gloria a otro”1. Y esto por una razón evidente: si Dios es la Santísima Trinidad, luego no es lícito adorar y rendir culto a otros (falsos) dioses —¡obvio!—, llámense Alá, Buda o como fuere, sino solamente al Dios verdadero, Uno y Trino.

Por lo cual, ya podemos vislumbrar la gravedad y gran malicia del llamado ecumenismo, movimiento que se halla muy en boga en nuestros tiempos, particularmente en la falsa Iglesia del Concilio Vaticano II, que consiste, básicamente, en buscar la unión de todos los hombres en una sola religión —¡ojo, con las profecías finales!—, pero sin previa conversión de todos ellos al único Dios verdadero, la Santísima Trinidad, y la Religión e Iglesia por Él fundada, la Católica, sino manteniendo cada uno sus propias concepciones en materia de religión, aunque sean diametralmente opuestas y contrarias entre sí, aun en cosas fundamentales: pensando, por ejemplo, unos que Cristo es Dios, mientras que otros lo niegan; o que los siete Sacramentos confieren gracia, mientras otros lo contradicen, etc.
Como es evidente por lo que hemos dicho antes, esto, el ecumenismo, es sumamente injurioso a la Santísima Trinidad, por cuanto la rebaja al nivel de los falsos dioses y, lo que tal vez es peor, la somete a Ella y a la Religión por Ella Revelada al arbitrio de los hombres, a su razón, a lo que a cada uno le “parece”, siendo que la Fe ha de ser aceptada en su totalidad por la autoridad de Aquel que revela, de Dios sumamente veraz.

(Cuerpo 2: Encíclica Mortalium ánimos)

Por esto y para evitar que sus hijos cayeran en engaño, la Santa Iglesia condenó a través de su magisterio este movimiento del ecumenismo. En efecto, el Papa Pío XI mandó a los obispos del mundo una Carta Encíclica, el 6 de enero de 1928, llamada Mortalium ánimos, por medio de la cual condenaba y prohibía a todo católico la participación en las reuniones ecuménicas.
Veamos sobre tales reuniones qué dice Pío XI:
“Tales tentativas no pueden, de ninguna manera, obtener la aprobación de los católicos, puesto que están fundadas en la falsa opinión de los que piensan que todas las religiones son, con poca diferencia, buenas y laudables… Cuantos sustentan esta opinión, no sólo yerran y se engañan, sino también rechazan la verdadera religión, adulterando su concepto esencial, y poco a poco vienen a parar al naturalismo y ateísmo; de donde claramente se sigue que, cuantos se adhieren a tales opiniones y tentativas, se apartan totalmente de la religión revelada por Dios [de la Religión Católica]”.

Palabras bastante claras y fuertes del Papa Pío XI. El ecumenismo se basa, nos dice, en la falsa opinión de que todas las religiones son buenas, de que todas sirven y son medios para llegar a Dios; lo cual es falso, pues la única Religión verdadera, y en la cual Dios quiere ser adorado, es la fundada y revelada por Él, y ésta es, cabalmente, la Religión Católica, única que tiene a Dios por autor.

Por esto añade Pío XI que quienes siguen la susodicha falsa opinión “rechazan la verdadera religión” y vienen a parar al “naturalismo y ateísmo”. Esto último es claro, pues si todas las religiones dan lo mismo, si todas son buenas y verdaderas, a pesar de tener diferencias diametralmente opuestas y contradecirse totalmente las unas a las otras, evidentemente que, en realidad, ninguna vale nada y todas son falsas, por lo cual el ecumenismo, con el indiferentismo religioso que supone, lleva a la pérdida de la Fe, al ateísmo.
Además, el decir que todas las religiones son buenas, laudables y verdaderas es una herejía, como da claramente a entender Pío XI cuando dice: “Cuantos se adhieren a tales opiniones y tentativas, se apartan totalmente de la religión revelada por Dios; ahora bien, apartarse de la Religión Revelada por Dios es lo mismo que apartarse de la Fe católica, lo cual constituye la esencia de la herejía. Por lo cual, los que sostienen eso, caen en la herejía y dejan, por lo mismo, de ser católicos, pues “se apartan totalmente de la religión revelada por Dios”.

1 Cap. 42, v. 8.

Por lo cual, vemos que el tema es mucho más grave de lo que uno podría pensar, pues estamos tan acostumbrados al ecumenismo hoy en día que, tal vez, uno podría restarle importancia; y no, es cosa muy seria, como estamos viendo. Y para que entendamos aún más su gravedad y malicia, veamos qué más dice Pío XI al respecto:

“Entre tan grande diversidad de opiniones [se refiere de las diferentes religiones], no sabemos cómo se podrá abrir camino para conseguir la unidad de la Iglesia, unidad que no puede nacer más que de un solo magisterio, de una sola ley de creer y de una sola fe de los cristianos [o, con otras palabras, los disidentes, los que se han apartado de la Iglesia Católica, deben volver a ella]. En cambio, sabemos ciertamente que de esa diversidad de opiniones es fácil el paso el menosprecio de toda religión, o “indiferentismo”, y al llamado “modernismo”…”.

Lo que nos está queriendo decir el Papa es que, por medio del ecumenismo, se favorece la indiferencia religiosa, es decir, ese tener en menos la religión y vivir despreocupado de ella, como si fuera algo innecesario o hasta un estorbo, y también nos dice que propicia la herejía del modernismo, para el cual no hay ninguna verdad absoluta, sino relativa, que ha de acomodarse a las necesidades de los hombres, según los diferentes tiempos y lugares, herejía ya condenada por el glorioso Papa San Pío X de feliz memoria, en su Encíclica Pascendi.

(Cuerpo 3: Falsa Iglesia y Ecumenismo)

Ahora bien, veamos lo que hoy día ocurre, teniendo en mente las palabras de Pío XI. En el Concilio Vaticano II, el ecumenismo fue “consagrado” en los documentos Nostra aetate y Unitatis redintegratio. Por eso, hoy en día, en la falsa Iglesia del Concilio Vaticano II, el ecumenismo está a la orden del día. Y esto es algo tan evidente que no nos demoraremos en demostrarlo sino simplemente mencionaremos un par de ejemplos que lo ilustran cabalmente.

1) A nuestro juicio, los acontecimientos que muestran más claramente este viraje y cambio de la doctrina de la Iglesia sobre este punto han sido las tres reuniones ecuménicas de Asís, en las cuales se invitaron a participar a gran cantidad de diversas religiones — en la primera, 63 religiones distintas— para rezar —eso sí— “por la paz”; ¿pero rezar a quién, a la Santísima Trinidad, único Dios verdadero? ¡Claro que no!, sino cada uno a su propio (falso) dios y a su modo, por supuesto.
Y lo más grave es que todo esto fue propiciado por el Vaticano mismo (!); concretamente por Juan Pablo II, que realizó dos de las tres reuniones, en 1986 y 2002, respectivamente. En realidad, Juan Pablo II fue el gran campeón del ecumenismo; lo cual se puede comprobar fácilmente, en Google simplemente hay que colocar “Juan Pablo II y ecumenismo” y salen por cientos las imágenes al respecto. Y la tercera de estas reuniones fue realizada por Benedicto XVI, en 2006; sí, escucharon bien, por Benedicto XVI, el supuesto “conservador”, a quienes tantos miran como un gran católico y la esperanza de la Iglesia, siendo que fue uno de los creadores del Concilio Vaticano II, donde el ecumenismo y tantos otros errores fueron enseñados.

2) Relativamente más reciente, de hace unos 5 años atrás aproximadamente, está el infame video de Francisco sobre el ecumenismo o diálogo interreligioso, que también le llaman, que en su momento causó bastante revuelo; donde él coloca una imagen del Niño Dios, junto con un buda y otros dos símbolos religiosos que representan al islam y al judaísmo. ¡Todos a la par, como si dieran o fueran lo mismo! ¡Blasfemo!
Además, está demás decir que Francisco ha hecho y hace multitud de reuniones ecuménicas, interreligiosas, etc, siempre que tiene oportunidad. No olvidemos tampoco lo acaecido en el Sínodo de la Amazonía con la Pachamama, etc.

Ahora bien, teniendo en mente estas cosas, recordemos las palabras del Papa Pío XI, que antes mencionamos:
“Tales tentativas no pueden, de ninguna manera, obtener la aprobación de los católicos, puesto que están fundadas en la falsa opinión de los que piensan que todas las religiones son, con poca diferencia, buenas y laudables… Cuantos sustentan esta opinión, no sólo yerran y se engañan, sino también rechazan la verdadera religión, adulterando su concepto esencial, y poco a poco vienen a parar al naturalismo y ateísmo; de donde claramente se sigue que, cuantos se adhieren a tales opiniones y tentativas, se apartan totalmente de la religión revelada por Dios [de la Religión Católica]”.

Es decir, el Concilio Vaticano II, Pablo VI, que lo concluyó, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco, “no sólo yerran y se engañan, sino que se apartan totalmente de la religión revelada por Dios”. O, dicho con otras palabras, dejan de ser católicos, “se apartan de la religión revelada”, y por eso ninguno de ellos tuvo o tiene verdadera autoridad en la Iglesia, por haberse apartado de la verdadera Fe católica, según enseñan San Roberto Belarmino y muchos otros santos y teólogos católicos: el hereje manifiesto deja de pertenecer a la Iglesia y, por tanto, si tenía autoridad, la pierde totalmente, y esto vale para sacerdotes, obispos y papas.
Además, vale la pena recordar que el Código de Derecho Canónico tiene por sospechosos de herejía a los que hacen ecumenismo, llamado técnicamente “communicatio in sacris” y manda que si no se retractan después de amonestados, sean tenidos por herejes.

(Conclusión)

Concluyamos ya, para que esta prédica no se haga demasiado larga. Quisimos hoy tocar este tema del ecumenismo, porque a quien más injuria se hace con él es a quien hoy especialmente festejamos y adoramos, a la Santísima Trinidad, único Dios verdadero.
Se le hace injuria porque el ecumenismo, lejos de llevar a las personas que se hallan en el error al conocimiento y adoración de la Bendita y Augusta Trinidad, los confirma en su falsa religión, pues cuando se hacen esas reuniones, como es evidente, no se les dice que deben convertirse a la Religión Católica, fundada por la Santísima Trinidad, sino que se les declara —o da a entender con los hechos— que lo que profesan está muy bien, que es válido, que es un modo legítimo de adorar a la divinidad, aunque nieguen explícitamente al Dios Uno y Trino, como de hecho hacen todas las falsas religiones, pues la única que lo adora es la Santa Religión Católica.

Deseamos, pues, que esta prédica haya servido a la Gloria de la Santísima Trinidad y a reparar, en algún grado, lo mucho que es ofendida por la falsa Iglesia del Vaticano II y el ecumenismo que patrocinan. En todo caso, el día de hoy, además de adorar y venerar la Unidad en la Trinidad y la Trinidad en la Unidad, hagamos también actos de reparación por lo mucho que es ofendida por los hombres, no sólo por los muchos pecados que se cometen, sino muy particularmente por cómo es negada por tantos, como por el susodicho ecumenismo.

Quiera María Santísima, Hija predilecta del Padre, Madre purísima y virginal del Hijo, Dios Nuestro Señor Jesucristo, y Esposa bendita del Espíritu Santo rogar por nosotros, para que perseveremos en el conocimiento y amor de la Santísima Trinidad y podamos algún día contemplar su divina esencia en los cielos por toda la eternidad. Así sea.

Ave María Purísima. Padre Pío Vázquez.