Fiesta de Cristo Rey, Quas Primas.
(Domingo 27 de octubre de 2019) P. Pío Vázquez.
(Introducción)
Queridos fieles:
Nos hallamos celebrando la Fiesta de Cristo Rey; Fiesta que fue instituida por el Papa Pío XI en 1925, por medio de la Encíclica Quas Primas. Esta Fiesta es de suma importancia, pues nos recuerda la verdad de que Dios Nuestro Señor Jesucristo es, no sólo Rey de los individuos, de las personas particulares —de nuestros corazones, almas, etc.—, sino también de las naciones todas, de cada una de las diferentes sociedades. Verdad que era —y es— conculcada por el laicismo, esto es, que el Estado sea neutro en materia religiosa, razón por la cual Pío XI instituyó esta Fiesta, precisamente para combatir ese laicismo.
Deseamos el día de hoy, por tanto, como es evidente, hablar sobre la realeza social de Dios Nuestro Señor Jesucristo; decir algo sobre dos de sus grandes enemigos: el liberalismo y el comunismo; y notar cómo la falsa Iglesia moderna ha destronado asimismo a Cristo Rey.
(Cuerpo 1: Quas Primas)
En primer lugar, entonces, tratemos de la verdad y realidad de la realeza de Dios Nuestro Señor Jesucristo.
Como decíamos hace unos momentos, Pío XI introdujo esta Fiesta por medio de su Encíclica Quas Primas. En efecto, allí nos enseña que Cristo es Rey, no sólo por cuanto es consubstancial al Padre —esto es, en cuanto es verdadero Dios y por tanto es Dueño y Señor de todo— sino también en cuanto es hombre, esto es, que Cristo como verdadero Hombre es Rey, y debe ser así reconocido y obedecido por todos los ángeles y hombres. Dos son los fundamentos que Pío XI da de la realeza de Cristo en cuanto hombre:
1) El primero de ellos es la unión hipostática, es decir, la unión de la Persona Divina del Verbo con la naturaleza humana que asumió. En virtud de esta unión posee Cristo en cuanto hombre potestad sobre todas las creaturas, de modo que todos los ángeles y hombres deben no sólo adorarlo como Dios, sino también obedecerle y estarle sujetos como Hombre.
2) El segundo fundamento es el llamado derecho de conquista, esto es, la Redención, ya que en virtud de ella Nuestro Señor, por un nuevo título, se ha hecho acreedor a que le sirvamos y nos sujetemos a Él; pues nos compró al precio de su sangre divina, la cual derramó por todos nosotros.
De estos dos fundamentos se sigue que el reino de Dios Nuestro Señor Jesucristo se extiende a todos los hombres, no sólo considerados individualmente, esto es, en cuanto que cada uno de ellos está obligado a aceptar a Dios Nuestro Señor y su Santa Religión Católica y todo lo que Él ha revelado, sino que también los hombres todos, en cuanto personas morales, esto es, en cuanto naciones, están obligados a reconocer y rendir pleitesía a Cristo Rey; pues, como dice Pío XI, “los individuos unidos en sociedad, no por eso están menos bajo la potestad de Cristo que lo está cada uno de ellos separadamente”.
Por tanto, Dios Nuestro Señor Jesucristo debe ser adorado por todas las naciones, por todos los países: por Colombia, México, Argentina, por Europa toda, el Asia, etc., por todos los pueblos, ya que el orbe entero le pertenece; Él es Señor de todo el universo, “Rey de reyes y Señor de señores”1, como dice el Apocalipsis. Lo cual habiéndolo entendido los hombres de la Edad Media, fundaron todo su orden social, con todo lo que ello implica, sobre Cristo Rey, sobre su Santa Religión Católica, única verdadera, dando lugar así a lo que vino en llamarse la Cristiandad, época más gloriosa y grande de la humanidad, por cuanto todo estaba fundado y cimentado en Dios.
1 Apocalipsis 19,16.
(Cuerpo 2: Enemigos de Cristo Rey)
Mas, el demonio viendo esto y no pudiendo soportarlo, a saber, que Cristo reinara no sólo en los corazones de los hombres sino también en las sociedades, puso manos a la obra para apartar a las naciones del culto público debido a Dios —sabiendo que haciendo esto sería fácil después apartar a los individuos del camino de la salvación—. Y después de largo trabajo consiguió su cometido, valiéndose principalmente de dos sistemas, en apariencia opuestos, a saber: el liberalismo y el comunismo.
En efecto, estos dos sistemas podemos llamarlos los dos grandes enemigos de Cristo Rey, porque uno y otro, amén de ciertas diferencias accidentales, tienen un mismo fondo común y, por tanto, las mismas consecuencias. Ese fondo común es el naturalismo; es decir, la pretensión de que las naciones deben constituirse y gobernarse con absoluta independencia de Dios, como si no existiese. De lo cual se sigue la misma consecuencia funesta en ambos: el aniquilamiento de la realeza social de Dios Nuestro Señor Jesucristo, la expulsión de Dios del Estado, de todo el orden social: de las leyes, de los parlamentos, de las instituciones, de la educación, etc., en una palabra, la apostasía del Estado, que como Lucifer grita a su creador: “non serviam”.
Por lo cual se puede ver que la “supuesta oposición” entre ambos, entre liberalismo y comunismo, es un gran engaño, una farsa. Pues, el principio fundamental de ambos es el naturalismo, como recién decíamos. Las diferencias son solamente de estilo. El liberalismo pone la preponderancia en los individuos, en las personas particulares, mientras que el comunismo monopoliza y pone todo en manos del Estado, pero ambos prescinden de Dios y de su Santa Religión Católica.
Y si bien a primera vista podría parecer que el comunismo es peor, por cuanto en su forma más radical persigue la Religión y busca erradicarla de raíz, sin embargo, el liberalismo —mirado bien— resulta ser bastante peor en cierta forma. ¿Por qué? Porque el liberalismo, aunque deje una apariencia de Religión, la vacía de su real contenido. Pues en el liberalismo Dios no es lo principal, sino el hombre. Por tanto, convierte a Dios y su Santa Religión en algo secundario, de lo cual se puede prescindir y que, por tanto, no es en absoluto necesario, o cuyo valor depende de la utilidad que presta al hombre y sus objetivos. Por lo cual, el liberalismo viene a acabar poco a poco con la verdadera Fe, pues lleva casi infaliblemente a pensar —y esto se puede comprobar hablando con la gente— que da igual creer en Dios o no; que da lo mismo creer en Jesucristo, Buda o alá; que toda religión es lo mismo; y cosas semejantes.
(Cuerpo 3: Falsa Iglesia y Cristo Rey)
Y el liberalismo —por desgracia— no sólo inficionó la política y lo social —lo cual ya es terrible— sino que ha extendido su mano incluso a la Religión, emponzoñando sus mismos fundamentos. El liberalismo religioso recibe el nombre técnico de modernismo, que es el naturalismo aplicado a la Religión, el cual fue condenado por el Papa San Pío X en 1907, en su Encíclica Pascendi, donde llama al modernismo “la suma de todas las herejías”. Dicha condena en ese entonces fue un golpe muy duro para los modernistas, que casi los acaba; pero ellos siguieron operando clandestinamente, hasta que en tiempos de Pío XII ya constituían un real y verdadero peligro… sólo esperaban el momento oportuno para actuar… el cual momento fue el Concilio Vaticano II, donde triunfó el modernismo, esto es, el naturalismo religioso, a partir de donde nació la falsa Iglesia modernista —cuyos amargos frutos podemos ver en el sínodo del Amazonas—, y que fue la muerte para el reinado social Dios Nuestro Señor Jesucristo.
En efecto, en la constitución Dignitatis humanae, proclamaron la herética doctrina de la libertad religiosa, la cual afirma que todo hombre tiene derecho a profesar la religión que le plazca, sea en público, sea en privado, solo o asociado con otros. Ahora bien, este error eminentemente liberal ha sido condenado por la Iglesia cientos de veces —por ejemplo, por Pío IX, en el Syllabus—, porque el hombre no tiene derecho alguno de adherir o seguir algo falso, algo malo, ¡es evidente! Por tanto, siendo la Religión Católica la única verdadera, no hay derecho de seguir otras religiones, pues son falsas. Será un mal a tolerar, pero de allí a afirmar que es un derecho hay una diferencia abismal.
Y así la falsa Iglesia moderna del Vaticano II contribuyó también a destronar a Cristo Rey. En efecto, en base a esa falsa libertad religiosa, presionaron a España y a Colombia —no recuerdo ahora si a otros países también— para que quitaran la confesionalidad católica de sus constituciones (!); es decir, aquellos que debieran haber trabajado porque Cristo sea adorado como Rey por las naciones, se encargaron de realizar lo contrario, ¡de expulsar a Cristo de esas sociedades! En verdad que la falsa Iglesia es una impostura…
(Conclusión)
Concluyendo resumamos lo dicho afirmando que, tanto el liberalismo como el comunismo —y todas las variantes entre uno y otro— son malos por estar basados en un puro y burdo naturalismo, que quita a Dios de en medio para que el hombre se convierta en el centro y en la medida de todas las cosas. Por lo cual, como es evidente, son falsas soluciones a los problemas que en verdad aquejan a las sociedades modernas. La solución verdadera es Cristo Rey, tener una civilización plena y profundamente católica. Pues Nuestro Señor es la piedra angular sin la cual todo esfuerzo es y será vano… “Y quien cayere sobre esta piedra, se hará pedazos; y aquel sobre quien ella cayere, lo hará polvo”2, dice Nuestro Señor. Por eso, pretender edificar la sociedad humana sin Cristo, piedra angular, o peor, contra Él, es dar coces contra el aguijón, es correr tras el viento, pues acabará mal “quien cayere sobre esta piedra, se hará pedazos”. Por tanto, quédenos claro que si no ponemos a Dios Nuestro Señor Jesucristo como fundamento y cimiento en nuestras sociedades, perderemos el tiempo: “Nisi Dóminus aedificáverit domum, in vanum laboraverunt qui aedíficant eam” “Si el Señor no ha edificado la casa, en vano ha trabajado los que la edifican”, dice el salmo 126.
Por tanto, queridos fieles, ya que Cristo actualmente no reina en nuestras sociedades y parece no que reinará sobre todas las sociedades y naciones sino hasta que vuelva en gloria y majestad, procuremos con todas nuestras fuerzas de que reine, por lo menos, en nuestras familias, en nuestras almas; de que Cristo Rey reine en nosotros por medio de la gracia santificante, de vidas llenas de oración y buenas obras; en definitiva, llevando vidas dignas de católicos.
Quiera la Bendita Madre de Dios otorgarnos que sea así.
Ave María Purísima. Padre Pío Vázquez.
2 S. Mateo 21,44.