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19° Domingo después de Pentecostés 2016

Banquete del Hombre Rey o de las Bodas del Hijo del Rey.

(Domingo 25 de septiembre de 2016) P. Altamira.

(Introducción)

Queridos hijos:

Hoy, Domingo 19, tenemos la parábola de “El Banquete del Rey” o de “Las Bodas del Hijo del Rey”.
En la Misa de hoy, el texto es de San Mateo (22,1-14).
Similar a la parábola del Domingo 2º después de Pentecostés, que es de San Lucas (14,16-24), que podemos llamar “El Banquete del Hombre Rico” o “La Invitación a la Gran Cena: Coena Magna”. Homo quidam fecit COENAM MAGNAM et vocavit multos: Cierto hombre hizo una Gran Cena, e invitó a muchos. El tema es el mismo; las parábolas son distintas.
Entonces, “El Banquete del Rey” para la Misa de hoy, “rico en simbología, claro en su aplicación”. Seguiremos a los Santos Padres1.

(Cuerpo: El texto del Evangelio y algunos comentarios)

Comencemos con el texto: (1) In illo tempore: Loquebatur Iesus princípibus sacerdotum et pharisaeis in parábolis dicens: En aquel tiempo: Hablaba Jesús a los príncipes de los sacerdotes y a los fariseos en parábolas diciendo: (2) Simile factum est regnum caelorum hómini regi, qui fecit nuptias filio suo: El reino de los cielos ocurre en forma semejante a un hombre-rey que hizo las bodas a su hijo.
Tenemos como personajes a un hombre-rey y a su hijo. El hombre-rey es Dios Padre; y dice Orígenes que se le llama hombre”-rey, y no simplemente “rey”, porque Dios Padre ha deseado hablarnos como si fuera hombre, y servir “a los hombres” a pesar de que le ofendemos, y siendo Él “Rey de reyes y Señor de los señores” soporta nuestros pecados. Su hijo, sin duda, Dios Nuestro Señor Jesucristo.

La boda de su hijo es la Encarnación, la unión de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad con una naturaleza humana para hacer la Redención en la Cruz.
Y el banquete para festejar –un banquete así, se hace o es consecuencia de esta boda– es la Iglesia Católica, consecuencia a su vez e instrumento de la Redención. Podemos hablar de dos “bodas”: Las Bodas del Cordero, como la unión final de Cristo con todos los redimidos, en la Gloria del Cielo; y las Bodas del Hijo del Rey, la unión de Cristo con la naturaleza humana para la Encarnación, aquí en la tierra, y uno de sus frutos, la Iglesia Católica. En esta parábola se trata de este segundo caso sin dudas, el texto mismo del Evangelio lo muestra así, ya lo diremos más adelante.
Otros hablan directamente de que la boda y su fiesta, todo, es la Iglesia Católica, porque Ella es la esposa de Cristo: Nuestro Señor se ha casado con la Iglesia y Dios Padre organiza el banquete de fiesta.

(3) Et misit servos suos vocare invitatos ad nuptias ET NOLEBANT VENIRE: Y envió a sus siervos a llamar a los invitados a las nupcias, Y NO QUERÍAN VENIR. (4) Íterum misit alios servos, dicens: Dicite invitatis: Ecce prandium meum paravi, tauri mei et altilia occisa sunt, ET OMNIA PARATA: VENITE AD NUPTIAS: Envió de nuevo a otros siervos diciendo: Decid a los invitados: He aquí que he preparado mi banquete, mis toros y mis aves del corral han sido matados [para el banquete], Y TODAS LAS COSAS ESTÁN PREPARADAS: VENID A LAS NUPCIAS. (5) Illi autem neglexerunt: et abierunt, álius in villam suam, álius vero ad negotiationem suam: (6) réliqui vero tenuerunt servos eius, et contuméliis affectos occiderunt: Pero ellos despreciaron [esta invitación]; y se fueron, quién a su campo, quién a su negocio; y el resto tomaron a los siervos de él, y ultrajándolos (contumeliis affectos) los mataron (occiderunt).
Los primeros siervos del hombre-rey, los primeros enviados, son los patriarcas y los profetas que anunciaban e invitaban a esa futura boda, invitaban de parte de Dios Padre a estar presentes en esa futura boda (la Encarnación) y entonces a participar del fruto de la Encarnación de Dios Nuestro Señor Jesucristo: La Redención, la Iglesia Católica, etc. Los segundos siervos enviados representan los últimos profetas incluyendo a San Juan Bautista con quien se cierra el ciclo del Antiguo Testamento. San Juan Bautista es el último profeta; con anterioridad a él, tenemos 400 años en los que no hubo profetas, tenemos que retroceder hasta Malaquías para dar con un profeta anterior, y antes de él: Ageo y Zacarías, 100 años más atrás todavía2.
Primeros y últimos envíos de profetas fueron en general infructuosos. Dios trata de salvar a los hombres, INVITA a todos los hombres, pero en general los hombres no están interesados en ser salvados: Desprecian la invitación y a los enviados: “Que Dios no moleste”. Se van a sus cosas: quien a su campo, quien a sus negocios (materialismo, pero más ampliamente: todos los asuntos de esta vida cuando están colocados “antes” y por encima de Dios, de su Religión Católica, de su culto, de nuestra salvación).

Otros invitados, “el resto”, “tomaron a los siervos… y los mataron”. Los judíos mataron muchos profetas. La cabeza de San Juan Bautista. Otro Zacarías3, distinto al recién nombrado: fue apedreado en el atrio del templo porque echaba en cara al pueblo el no cumplir los Mandamientos de Dios. Ezequiel: muerto en Babilonia por un Juez de Israel a quien reprendió por idolatría. Jeremías: apedreado por los judíos porque no cesaba de predicarles la Ley de Dios (“era muy molesto”). El famoso Profeta Isaías: muerto en Jerusalén por los verdugos del rey judío Manases; también molestaba mucho, “¡qué tanta religión!”, y fue cortado por el medio con una sierra.
Los fariseos de la época de Cristo exclamaban ser inocentes de la sangre de los profetas, pero Nuestro Señor les dirá: (Mt 23,29ss) “Ay de vosotros escribas y fariseos hipócritas… que decís: Si nosotros hubiésemos vivido en tiempo de nuestros padres, no habríamos participado con ellos en el asesinato de los profetas. ¡Raza de víboras!… Os envío profetas: a unos mataréis, a otros crucificaréis… para que recaiga sobre vosotros la sangre inocente derramada sobre la tierra desde el justo Abel hasta el Profeta Zacarías”. Y estos mismos escribas y fariseos que se declaraban inocentes, estaban a poco de matar “al máximo de los Profetas”, a “la fuente de los Profetas”, a Dios hecho hombre.

(7) Rex autem cum audisset, iratus est: et, misis exercítibus suis, pérdidit homicidas illos, et civitatem eorum succendit: Cuando el rey escuchó (lo ocurrido), montó en cólera, y, enviando sus ejércitos, mató a esos homicidas, e incendió la ciudad de ellos.
El castigo de los homicidas y el incendio y destrucción de su ciudad fue lo que más tarde ocurrió a los judíos y a la ciudad de Jerusalén. Lo hizo el ejército romano, con los generales Vespasiano y Tito, en al año 70, i.e. cuarenta años después de que ellos mataran al Cristo, al Mesías. Durante el asedio a Jerusalén, los judíos se llegaron a comer sus propios niños por el hambre que padecían (un horror); toda Jerusalén fue cercada y terminó habiendo un vallado de cadáveres crucificados con sus cuerpos pudriéndose (eran los ajusticiados, los judíos capturados tratando de huir), al punto que se dice que no quedaron árboles en las cercanías de Jerusalén pues fueron utilizados para hacer todas estas cruces; se hizo común despanzurrar –abrirles la panza- a los judíos que atrapaban porque más de uno se tragaba monedas de oro para esconderlas; en el asalto a la ciudad se quemó gran parte de ella y el mismo Templo de Jerusalén se incendió y fue destruido totalmente; hubo muchísimos muertos y los sobrevivientes fueron vendidos como esclavos en distintas zonas del Imperio, ésta es la famosa Diáspora de que hablan los judíos, la cual concluyó en 1948 con la creación del Estado de Israel.

1 Orígenes, San Juan Crisóstomo, San Agustín, San Gregorio Magno.
2 Ageo y Zacarías son los que le siguen “hacia atrás” y vivieron un siglo antes que Malaquías.
3 Este no es el Zacarías de la nota anterior, sino uno que vivió unos 300 años antes. Ver II Paralipómenos 24,20ss.

(8) Tunc ait servis suis: Nuptiae quidem paratae sunt, SED QUI INVITATI ERANT, NON FUERUNT DIGNI: Y (el rey) dijo a sus siervos: Las bodas ciertamente han sido preparadas (la plenitud de los tiempos para la venida del Mesías), PERO LOS QUE HABÍAN SIDO INVITADOS, NO FUERON DIGNOS (la reprobación de los judíos).
(9) Ite ergo ad éxitus viarum, et quoscumque invenéritis, vocate ad nuptias: Por lo tanto, id a las salidas de los caminos, y a cuantos hallareis, llamad a las nupcias.

El tercer grupo de siervos, los que salen o son enviados en este tercer momento, son los siervos de la Nueva Ley: los apóstoles y los sacerdotes, los cuales van a buscar, luego de la reprobación de los judíos, a nuestras naciones, las naciones “gentiles”, los pueblos de raza no judía.
Nosotros los pueblos gentiles, llamados a ocupar el lugar de Israel, somos traídos de “las salidas de los caminos” para significar nuestros extravíos en el Paganismo antes de tener la Fe, la Fe Católica; estábamos y vivíamos en lugares de poca dignidad: El Paganismo.

(10) Et egressi servi eius in vías, congregaverunt omnes quos invenérunt, malos et bonos: et impletae sunt nuptiae discumbentium: Y salidos sus siervos hacia los caminos, reunieron todos los que encontraron, buenos y malos, y se llenaron las nupcias de invitados.
Aquí hacemos notar lo que decíamos al principio, esta “Boda” es de Cristo aquí en la tierra: Los siervos trajeron al banquete de las bodas a “buenos y malos” dice el texto. De ahí que el símbolo de estas nupcias o banquete sólo se pueda aplicar a la Iglesia Militante, a la Iglesia aquí en la tierra, la cual tiene en su seno “buenos y malos”; y no al banquete del Cielo en donde sólo hay buenos. La bodas de Cristo “en el tiempo” es su casamiento y su unión con la Iglesia Militante. Las bodas finales del Cordero serán su casamiento y unión con la Iglesia Triunfante, con todos los redimidos.

(11) Intravit autem rex, ut videret discumbentium, et vidit ibi hominem son vestitum veste nuptiali: Entró el rey para ver los invitados, y vio a un hombre que no tenía traje de bodas (non vestítum veste nuptiali).
La entrada del rey es el juicio, en este caso el universal, porque viene a ver “todos los invitados”: Viene el rey, viene Dios. Otros dicen que es el juicio particular de cada ser humano: llegó la muerte, el paso a la otra vida y el juicio: “El día en que Dios visita”, es una de las formas de referir el momento de la muerte y el juicio.
Quien no tenía traje de bodas representa a todos aquellos “miembros muertos” de la Iglesia Católica, aquellos que pertenecen a la Iglesia por el Bautismo pero están muertos porque no tienen la gracia santificante en el alma, pues están en estado de pecado mortal. El vestido nupcial de los invitados es la gracia en el alma, es decir, (I TIM 1,5) EL AMOR A DIOS DE UN CORAZÓN PURO, DE CONCIENCIA RECTA, CUYA FE NO ES FINGIDA. Decía alguien (San Agustín): Si no tengo a Cristo nada soy; examinad si tenéis esta vestidura nupcial, la gracia en el alma.

(12) Et dixit illi: Amice, quómodo huc intrasti non hábens vestem nuptialem? At ille obmútuit: Y le dijo: Amigo ¿cómo has entrado aquí sin el vestido de bodas? Pero él enmudeció.
Comenta un Santo Padre (San Gregorio Magno): El que está en la boda sin vestido nupcial representa a los que pertenecen a la Iglesia pero les falta la caridad (la gracia). Es decir, y como decíamos recién: Los católicos bautizados pero sin la gracia santificante, en estado de pecado mortal. Dios le dice “amigo”, porque por el Bautismo se había hecho acreedor de participar del banquete que es la Iglesia; pero una vez arribado el rey, llegado el juicio, deja de ser su amigo porque no tiene la gracia, y es echado fuera, la condenación eterna. “Éste sin la gracia” enmudeció, porque ya nada podremos alegar en el día del juicio, porque entonces ya no habrá más tiempo. Y el que así estaba es arrojado a las tinieblas exteriores, que son el Infierno, “allí habrá llanto y crujir de dientes”. “(13 y 14) Tunc dixit rex ministris: Ligatis mánibus et pédibus eius, míttite eum in ténebras exteriores: ibi erit fletus et stridor dentium. Multi enim sunt vocati, pauci vero electi: Entonces dijo el rey a sus ministros: Atado de manos y los pies, arrojadlo hacia las tinieblas exteriores, allí habrá llanto y crujir de dientes. Pues muchos son los llamados, pero pocos los elegidos”.

(Conclusión)

“Dios quiere perdonar”. Dios quiere reinar entre nosotros, ser el dueño de nuestras almas. Pero nosotros, “cabeza dura”, no queremos ser salvados, y gran parte de nuestra vida hacemos esfuerzos, “muy efectivos”, para condenarnos al Infierno, para usar mal de nuestra libertad pecando.
“El sacerdote se pasa la vida haciendo lo posible para salvar a la gente; el problema es que la gente se pasa la vida haciendo lo posible para no salvarse”. Estamos vivos para obrar nuestra salvación. Quien se salva, “triunfó en la vida”, estaba vivo para eso; ése es el fin de nuestras vidas. Y el verdadero “fracasado” es el que se condena; fracaso que no tiene solución: eternamente.

El mundo, pues es contrario a Dios, dice: “¡Qué tanto frenarse, qué tanto comportarse según la Ley de Dios!” “Cristo vino a matar la alegría de la humanidad”. El Padre Castellani4 comentaba (es una paráfrasis):
Los impíos dicen que Cristo vino a matar la alegría del hombre. En realidad, Cristo invita a la alegría sin fin del Cielo, la cual se adelanta en esta vida por la virtud de la esperanza. El malvado cuando goza de sus placeres sabe que son efímeros; el bueno cuando disfruta de sus sanas alegrías, sabe que ellas no se acabarán jamás: Porque una alegría pequeña se engrandece cuando está conectada con la seguridad y la esperanza del Cielo; y un placer muy grande se aniquila cuando está conectado con el terror, el remordimiento o la desesperación de llegar al Infierno.
Esta vida pasa. Obremos el imperio de Dios en nuestras almas, que la gracia reine en ellas como señora y como dueña. “Nada te turbe… Sólo Dios basta”. Terminemos con el hermosísimo texto de la epístola de este Viernes de las Témporas de septiembre; es del Profeta Oseas (14,2-10), y es un llamado a la conversión, a nuestra conversión, a ser buenos católicos y cumplir con Dios:
Haec dicit Dóminus Déus: Convértere, Israel, ad Dóminum Deum tuum: quonima corruisti in iniquitate tua: Esto dice el Señor Dios: Conviértete, Israel, al Señor tu Dios [lo mismo para cualquiera de nosotros], porque te has corrompido por tus pecados. Tóllite vobiscum verba, et convertímini ad Dóminum, et dícite ei: Omnem aufer iniquitatem…: Tomad con vosotros las palabras, y convertíos al Señor, y decidle: Quita de nosotros el pecado… Assur non salvabit nos…: Asiria no nos salvará… Sanabo contritiones eorum, díligam eos spontanee: quia avérsus est furor meus ab eis: [Dios dice] Sanaré sus ruinas, los amaré espontáneamente, porque mi furor ha sido alejado de ellos. Ero quasi ros; Israel germinabit quasi lilium, et erúmpet radix eius ut Líbani… et erit quasi oliva gloria eius…: Yo seré como rocío; Israel [cualquiera de nosotros con la gracia santificante] germinará como el lirio, y su raíz fuertemente surgirá como el Líbano… y su gloria será como el olivo… Éphraim, quid mihi ultra ídola?: Efraím, ¿qué tienen que ver conmigo los falsos dioses? Ego exaudiam, et dírigam eum ego ut abíetem virentem: ex me fructus tuus inventus est…: [Dice Dios] Yo le escucharé, y Yo lo dirigiré como abeto verdeante: (y) gracias a mí ha sido encontrado tu fruto… Quia rectae viae Dómini, et iusti ambulábunt in eis: praevaricatores vero córruent in eis: Porque los caminos del Señor son rectos, y los justos circulan en ellos, pero los que pecan contra la Religión (“praevaricatores”) se corromperán en esos mismos caminos [de Dios].

AVE MARÍA PURÍSIMA.

4 Padre Castellani: El Evangelio de Cristo, Domingo 19 después de Pentecostés.