Sermón sobre la Caridad.
(Domingo 11 de febrero de 2018) P. Altamira.
(Introducción)
Queridos fieles:
Hoy es el Domingo de Quincuagésima, el próximo miércoles comienza la Cuaresma con la Imposición de las Cenizas. En la Epístola de este domingo tenemos uno de los textos más hermosos de toda la Sagrada Escritura, el llamado “HIMNO DE LA CARIDAD” de San Pablo, de su Primera Carta a los Corintios, abarca todo su capítulo 13 (versículos 1 a 13). Escuchemos el texto y hagamos unos comentarios sobre una parte del mismo:
[Versículos 1 y 2] 1) SI YO HABLARA TODAS LAS LENGUAS DE LOS HOMBRES Y DE LOS ÁNGELES, PERO NO TUVIESE CARIDAD, SERÍA COMO BRONCE QUE SUENA, O
COMO CÍMBALO QUE RETIÑE. 2) Y SI YO TUVIESE EL DON DE PROFECÍA, Y SI CONOCIERA TODOS LOS MISTERIOS Y TODA LA CIENCIA; Y SI YO TUVIESE TODA LA FE DE MODO QUE YO PUDIESE TRASLADAR LOS MONTES DE UNA PARTE A OTRA, PERO NO TUVIESE CARIDAD, NADA SOY. 1 Si linguis hominum loquar, et angelorum,
caritatem autem non habeam, factus sum velut æs sonans, aut cymbalum tinniens. 2 Et si habuero prophetíam, et noverim mysteria omnia, et omnem scientiam: et si habuero omnem fidem ita ut montes transferam, caritatem autem non habuero, nihil sum.
-Éste es el grandioso Himno de la Caridad. La Caridad en su sentido primero y propio es el amor a Dios, y en su sentido segundo y derivado es el amor al prójimo por amor a Dios. Pero aquí, en todo este pasaje, se toma juntamente con lo que es el primer efecto de la Caridad o de tener la Caridad, que es EL ESTADO DE GRACIA o tener LA GRACIA SANTIFICANTE. Porque es imposible hacer un verdadero y real ACTO DE CARIDAD, sin poseer (o eventualmente recuperar) la gracia santificante. De allí que se pueden repetir las palabras de San Pablo, con alguna paráfrasis, de la siguiente manera: Si yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, pero no tuviese la gracia santificante (si yo estuviese en pecado mortal), sería una cosa hueca sin nada por dentro, me faltaría lo principal, sería como un bronce que hace puro ruido o un címbalo que retiñe. Y si yo tuviese el don de profecía y si conociera todos los misterios y toda la ciencia, -y aquí viene una frase impresionante:- y si yo tuviese toda la Fe de modo tal que yo pudiese trasladar los montes de un lugar a otro, pero no tuviese la gracia santificante (“porque estoy en pecado mortal”), nada soy: SÍ, NADA SOY. Sin la gracia santificante, sin el estado de gracia, sin la Caridad: no-soy-nada. Está ese dicho español: “Mucho ruido y pocas nueces”. Mucha alharaca y nada de sustancia; mucha ciencia pero faltaría lo esencial: La gracia santificante, y por lo tanto la Caridad. No hay Caridad sin gracia santificante.
[Versículo 3] Y SI YO DISTRIBUYESE TODAS MIS RIQUEZAS PARA ALIMENTO DE LOS POBRES, Y SI YO ESTREGASE MI CUERPO “A LAS LLAMAS” [literal: “de modo que arda”], PERO NO TUVIESE CARIDAD, DE NADA ME APROVECHA. 3 Et si distribuero in cibos pauperum omnes facultates meas, et si tradidero corpus meum ita ut ardeam, caritatem autem non habuero, nihil mihi prodest.
-Si con lo del párrafo anterior no alcanzase, ya con esto que sigue, la idea es lapidaria: Si yo fuese capaz de hacer los más grandes actos, si yo fuese capaz de distribuir todas mis riquezas para los pobres, más aun: si yo fuese capaz de entregar mi cuerpo a las llamas, pero no tuviese el estado de gracia, pero no tuviese –por lo tanto- la Caridad: “De nada me aprovecha”. De allí también que los que se dejan matar por causas que no son la de Dios Nuestro Señor Jesucristo y de su Santa Religión Católica, al menos en cuanto al acto objetivo y en sí: De nada les aprovecha. Por ejemplo: Esos budistas, los bonzos, que se prenden (o prendían) fuego a sí mismos con combustible, o los musulmanes que se hacen matar por los fines que persiguen, o algunos herejes protestantes que prefirieron dejarse matar antes de abandonar su Herejía, o los masones o los del Rotary Club o los del Club de Leones (Lyons Club) que hacen obras de ayuda a los pobres por pura filantropía o por puro humanismo pero no por la Caridad de Dios Nuestro Señor Jesucristo: NIHIL ILLIS PRODEST, DE NADA LES APROVECHA (si bien Dios puede llegar a convertirlos con una gracia que les otorgue; pero sería el salto del humanismo-naturalismo a lo sobrenatural).
[Versículo 4] LA CARIDAD ES PACIENTE, ES BENIGNA. LA CARIDAD NO ES ENVIDIOSA, NO OBRA MAL, NO SE ENSOBERBECE, 4 Caritas patiens est, benigna est.
Caritas non æmulatur, non agit perperam, non inflatur, -“La Caridad es PACIENTE”. La palabra “patiens” en latín viene del verbo deponente “patior” que significa padecer (pátior-páteris-pati-passus sum), el cual implica llevar o sobrellevar las cosas que uno padece. De allí que la expresión latina “Cáritas patiens est”, se puede traducir como “la Caridad es paciente” o, dando una característica saliente de la Caridad, decir “la Caridad es la que padece” o “la que sabe padecer”, porque las personas realmente caritativas saben padecer: sean las cruces, las contrariedades de la vida, los propios pecados y defectos, los sufrimientos más personales que nos tocan (aquí en la tierra siempre hay que llevar la Cruz). Los de la Caridad saben padecer: sean los defectos, pecados, formas de ser, etc, del prójimo, que muchas veces pueden ser cosas que nos molestan. El que tiene Caridad, por verdadero amor a Dios, sabe estar tranquilo y sin impacientarse ante las molestias de esta vida. Y tal vez por eso todos nosotros somos tan impacientes, y no sabemos aguantar, porque lo más seguro es que todos tenemos poca Caridad, porque somos casi incapaces de asemejarnos “algo” a Cristo en la Cruz (“patientia” en latín: son las cosas que uno padece) ; Él nos ayude a conseguirlo.
-“La Caridad es BENIGNA”. El que tiene Caridad, el que tiene estado de gracia, el que practica nuestra Santa Religión Católica con un corazón sincero, es imposible que no sea benigno, bondadoso con el prójimo. Ser bondadoso no significa justificar y aceptar los pecados y cosas malas del prójimo (“lo que está mal: está mal”); pero el verdadero católico se duele ante las acciones malas del prójimo, siente tristeza (una tristeza “sana”) de que las cosas tengan que ser así; y aunque uno se da cuenta de que son acciones malas (para eso tenemos dada nuestra inteligencia), uno no “condena” al prójimo (que eso lo hará Dios a su momento), sino que –sin aceptar jamás dicha mala acción- a uno le duele esa realidad y desea que dicho prójimo cambie, “ojalá cambie”, y que llegue al Cielo.
-Sigamos adelante con una frase muy hermosa: “La Caridad NO ES ENVIDIOSA”. Uno tiene que saber alegrarse por las cosas buenas que le ocurren al prójimo, y no ser “envidiosos”: no dolerse por el bien ajeno. Tener envidia y dolerse por el bien ajeno son de los sentimientos más viles que podemos tener los seres humanos, y hemos de estar bien alertas para jamás consentir a tales cosas en nuestro interior. Al revés, debemos saber desear el bien a nuestro prójimo, y de corazón, desear que le ocurra y se le dé algún o algunos bienes, y alegrarnos al ver o saber que algo bueno le ocurrió: Esto es lo que nos santifica ante Dios, y esto es lo que nos da algo de nobleza.
-Sigamos: “La Caridad NO OBRA MAL”. El que tiene Caridad, el que ama a Dios, no hace cosas malas: El amor a Dios se demuestra con nuestras buenas acciones. “¿Quién ama a Dios?”: EL QUE CUMPLE LOS DIEZ MANDAMIENTOS AMA A DIOS; que “obras son amores y no buenas razones”. No seamos puro bla-bla: “Virgencita te amo y… vivo en unión libre”; “Diosito te amo y… cometo adulterio, divorcio (lo que quieran ustedes poner allí)”. Entonces nosotros nos atrevemos a expresar: “Menos diciendo, y más haciendo”; preferimos que “digan menos y hagan más”, “¡hasta que no digan nada… y simplemente hagan según Dios, hagan como a Dios le gusta”, que vivamos de verdad como buenos hijos de Dios, intentando ser buenos católicos. La Caridad NO OBRA MAL, el que tiene Caridad no anda haciendo cosas malas.
-“La Caridad NO SE ENSOBERBECE”. Nuestra maldita soberbia. No hay verdadera o gran Caridad si somos unos soberbios. Dios no tolera a los soberbios, y todos debemos estar constantemente tratando de tener a raya nuestro orgullo. La soberbia y el orgullo lamentablemente nos acompañarán hasta la tumba, al menos en lo que son nuestras malas tendencias por el Pecado Original; pero debemos siempre intentar tenerlos a raya, y quiera Dios ayudarnos a crecer algo en la humildad, que si no, no nos podremos salvar. “Dios resiste a los soberbios, pero da su gracia a los humildes: Deus superbis resístit, humilibus autem dat gratiam” (I Pedro 5,5; Santiago 4,6; Proverbios 3,341). En latín, San Pablo dice “la Caridad non inflatur: no se infla”, está bien traducir “no se ensoberbece”, pero su traducción más literal –“no se infla”- me hace acordar al Padre Castellani (creo que en el libro “El Ruiseñor Fusilado”), donde habla de la flor del Ceibo, el Ombú y algo más (que en otra oportunidad tal vez se los comparta; genial el Padre Castellani, como siempre).
1 En Santiago 4,6 leemos lo mismo: “Deus superbis resístit, humilibus autem dat gratiam”. En Proverbios 3,34: “Ipse deludet illusores, et mansuetis dabit gratiam”.
[Versículo 5] [LA CARIDAD] NO ES AMBICIOSA, NO BUSCA LAS COSAS QUE SON SUYAS, NO SE IRRITA, NO PIENSA MAL, 5 non est ambitiosa, non quærit quæ sua sunt, non irritatur, non cogitat malum,
-“La Caridad NO ES AMBICIOSA”. El que tiene verdadero amor a Dios, aquel en quien realmente reside la gracia santificante, en un corazón sincero, “no es ambicioso”. Ni ambicioso de las honras: Sin querer crecer y “escalar” en las dignidades ni en el honor: Esas cosas son un medio para hacer el bien ante Dios y según Dios, y no son un fin. Y sin querer “escalar” por ambicioso en los puestos y cargos, en el trabajo y en el dinero (ser “el trepador” -que decimos en mi país-, no sé si aquí usan la misma expresión). Y en esto último, subrayamos por ambición o ambicioso, porque puede haber un deseo sano y según la virtud de ir creciendo en el trabajo –por ejemplo- para el bien de toda la familia, para poder brindar algo más a la esposa y a los hijos, y eso no está mal si es según la virtud, el medio virtuoso o punto medio de la virtud.
-“La Caridad NO BUSCA LAS COSAS QUE SON SUYAS”. Aquí el sentido, nos atrevemos a decir, es que el caritativo no está siempre y en primer lugar preocupado “por las cosas que son de él”, o, si quieren, no está siempre preocupado por lo que le corresponde, por sus derechos, por hacer valer sus derechos o ver lo que a él le corresponde. La persona virtuosa, el caritativo, está dispuesto a veces a declinar en sus derechos o en lo que le corresponde, y esto hace que se logre algún otro bien: La concordia familiar (miren las peleas familiares); poder crecer en la humildad (al permitir que algo que nos corresponde sea pisoteado); el saber ser desprendido; el no estar siempre pensando en lo propio; en dominar y disminuir nuestro egoísmo, para que no estemos siempre pensando primero en nosotros mismos; en no estar tan preocupados en lo material, no ser materialistas; etc, etc. La Caridad no busca las cosas que son suyas, sabe dejar de lado las cosas que son suyas.
-“La Caridad NO SE IRRITA”. El que quiere crecer en el amor de Dios, el que quiere crecer en la gracia santificante, ser un buen caritativo, sabe controlarse a sí mismo para no enojarse, para no montar en cólera o en ira. Aunque a veces, es cierto, el ejercicio de la virtud exige que uno castigue y reprima, la virtud exige a veces que uno se enoje. Pero lo común y habitual es el buen trato con el prójimo, ser afables, la afabilidad y el buen modo, junto con la buena educación.
-“La Caridad NO PIENSA MAL”. Hermosa máxima. En nuestras relaciones privadas, en las relaciones comunes de cada día, en nuestras relaciones familiares o de amistad: Saber pensar bien, pensar bien antes que mal, y pensar siempre a favor de nuestro prójimo. No que uno sea un tonto, pero en las relaciones de tú a tú, en las relaciones del día a día, saber o estar dispuestos muchas veces a declinar lo propio o – al menos- a arriesgarse a algún desmedro en lo propio por pensar bien del prójimo (se relaciona con lo que decíamos hace unos momentos).
“Padre, siempre hay que hacer así”; respondemos: “No, no siempre, porque habrá veces en que no se deban permitir ciertas cosas: saber cuándo sí y cuándo no, compete al sentido común y al buen criterio, pues se trata muchas veces de cuestiones prudenciales”. Con más razón a veces no se deberán permitir (o arriesgarse a permitir) ciertas cosas cuando atañen al ámbito público o al Bien Común.
Dejamos allí el comentario. Con esta parte ya tienen algunos conceptos para reflexionar.
Dios nos dé la Caridad.
AVE MARÍA PURÍSIMA.