San Juan María Vianney.

(Domingo 14 de agosto de 2016) P. Altamira

Queridos hijos:  Esta semana tuvimos la Fiesta de San Juan María Vianney, conocido como el Cura de Ars1. Queríamos, en esta oportunidad, no predicar sobre los textos de este domingo, y darles un resumen de su vida.

(1. Inicio de su vida. Bautismo) San Juan María Vianney nació en Francia, en Dardilly, a tan sólo 8 Kms de Lyón, el día 8 de mayo de 1786.

Nació en una familia modesta. El matrimonio Vianney tuvo 6 hijos, Juan María fue el cuarto. Su vida se da casi al mismo tiempo que la Revolución Francesa, tan anticatólica ésta, tan católico él. El futuro Cura de Ars fue lo opuesto a todo lo que significa la mencionada Revolución, fruto ésta del falsamente llamado “Iluminismo”, coronación de todo lo que es contra Nuestro Señor, y lo cual hoy en día parece vemos llegado a lo que es o será su último fruto: El Gobierno Mundial, la Religión Mundial, el Anticristo y el Falso Profeta.

San Juan María Vianney murió en el pueblo de su parroquia, en Ars, el día 4 de agosto de 1859. Vivió 73 años. Fue canonizado por el Papa Pío XI en el año 1925 (algo más de sesenta años después de su muerte), y este mismo Papa lo declaró patrono de todos los párrocos en 1930. Ya en su Bautismo tenemos una lección: Siempre les hemos enseñado que bauticen rápidamente a sus niños, de ser posible antes de la semana de haber nacido. El Bautismo dado rápidamente influye en la santidad o santificación posterior del niño. Pues bien, nuestro santo fue bautizado el mismo día que nació. Así es: ¡el mismo día que nació!

(2. Nuestra Santa Religión: La influencia de una mamá realmente católica)     Su mamá le enseñó tempranamente a hacer la señal de la cruz, a amar a Dios, a decir las oraciones. De niño, él nunca se desprendería que una pequeña estatuita de la Virgen que tenía.

¿Las madres que están aquí, han hecho o hacen así con sus niños; dan esa impronta religiosa a sus niños; dan el Catolicismo con la misma leche materna? Lo más hermoso que se podría dar en un hijo, es que las primeras palabras que ustedes le enseñaran y que él aprendiera a decir fuesen “Dios”, “Jesús”, “María”, incluso antes que “papá” y “mamá”. Relacionado con estas cosas recuerden esa “Exhortación” tan hermosa que se dice en la ceremonia de Matrimonio: “Esposa͙ Tened la dicha inmensa de que numerosos hijos alegren vuestro hogar, y la satisfacción profunda de que de vuestros labios maternales aprendan, como la lección más provechosa, a conocer, a amar y a servir a Dios por muchos y felices años…”.

Nuevamente preguntamos: ¿Las madres aquí presentes, hacen así? Si un papá y una mamá realmente quieren cumplir con Dios en la educación católica de sus hijos, ellos consiguen o conseguirían lo que sea de sus hijos, casi que sin duda los harían santos. Mas cuántos hay que realmente hagan así. Blanca de Castilla decía a su hijo, futuro San Luis Rey de Francia: “Hijo, preferiría verte muerto antes de que cometieras un pecado mortal”. La mamá de nuestro santo, María Beluse, consiguió que desde pequeño fuese piadoso, tuviese sed de la oración, y ese odio irreconciliable hacia el pecado. Ella le decía: “Juancito, has de saber, que si tus hermanos ofendieran a Dios, yo lo sentiría en el alma, pero si yo viera que tú le ofendes, me apenaría inmensamente más”.

(3. La Confesión y la Primera Comunión)     Tenía apenas unos 7 años, y la Revolución Francesa, con -si no nos equivocamos- su Primera Época del Terror, hacía estragos persiguiendo y matando sacerdotes. La familia del futuro Cura de Ars albergaba y escondía en su casa a cuantos sacerdotes podía, y así el niño fue testigo y asistió a Misas celebradas en forma oculta y secreta, muchas veces en la noche, para evitar la persecución y la muerte. Su familia, además, tenía y guardaba secretamente elementos para el culto católico.

Nuestro niño se confesó por primera vez a la edad de 11 años, año 1797, con el Padre Gaboz, un sacerdote que no había hecho el juramento civil de la Revolución Francesa (lo cual podía costarle la muerte). Este sacerdote indicó a sus padres que era conveniente que el niño tuviera más formación religiosa, y que para ello lo enviaran hacia el pueblo de Ecully, donde estaban ocultas dos monjas de San Carlos que preparaban niños para la Primera Comunión. Hacia allí fue Juan María, donde vivió por espacio de un año, hospedándose en casa de una tía suya.

Juan María hizo su Primera Comunión en 1799, durante la Segunda Época del Terror de la Revolución Francesa, a la edad de 13 años. La hizo en Ecully, en una Misa celebrada en forma oculta y secreta, junto con un grupo de otros 16 niños. Mientras la Misa era celebrada, por fuera de la casa se hacían las tareas rurales de modo de no levantar sospechas.

Al regresar a su pueblo, Dardilly, se puso a trabajar en las labores de su familia: la labranza, las tierras, la viña. Rezaba su Santo Rosario, trataba de ir a Misa según las circunstancias de esa época (la persecución, etc) lo permitían, antes de dormir leía el Evangelio y la Imitación de Cristo. (4. El Sacerdocio)     Nosotros no tenemos noticia de cuándo exactamente nació en Juan María el deseo de ser sacerdote. Sea como fuere, cuando su mamá llegó a conocer esto, lloró de alegría.

Aquí en Colombia todavía se aprecia mucho el tener un hijo sacerdote; lo cual está muy bien. Lamentablemente, por el Liberalismo y por el Naturalismo, en muchos países de nuestra antigua Hispanoamérica hay un cierto desprecio y burla hacia ello (de hecho, en mi país es un poco así). Autorizado por su padre, se dirigió nuevamente hacia Ecully, y asistió a las clases de la preceptoría del párroco, el Padre Balley. Mucho le costaron los estudios por su falta de costumbre, por no tener buena memoria, por las deficiencias de sus estudios primarios, y por el mucho tiempo sin dedicarse a los libros. Entre otras cosas, se le dificultaba el estudio del latín. Entre paréntesis, eso también tengan en cuenta los padres y madres de familia: Si no les exigen a sus niños, si no los ejercitan en el estudio desde pequeños, difícilmente se podrá remediar eso en la adolescencia y en la juventud. Volviendo a nuestro santo, para superar estas dificultades, el futuro cura se ejercitaba, rezaba mucho, insistía con mucho tesón (incluso a riesgo de dañar su salud), pero no obtenía muchos avances. Su alma se llenó de desaliento. Entonces decidió hacer una peregrinación a pie, mendigando el pan por el camino, hasta el sepulcro de un santo; San Juan Francisco Regis, y obtuvo la gracia de una mejora en los estudios.

En el año 1809, a la edad de 23 años, Juan María tuvo que cumplir con el servicio militar. Por distintas circunstancias, y aparentemente sin culpa de su parte, un año después se encontró en la situación de desertor del ejército, y tuvo que esconderse casi por espacio de 2 años. La amnistía general dada en el año 1811, y el ingreso anticipado de su segundo hermano a las filas del ejército, le permitió regresar a Ecully para continuar con sus estudios.

Poco después, estaba estudiando filosofía en Verrieres, pero él no conseguía progresar. En el año de 1813, cerca de los 27 años de edad, ingresó en el seminario de la ciudad de Lyón, donde su poco conocimiento del latín le perjudicó no sólo al momento de aprovechar las clases sino también en cuanto a los exámenes. Así, 6 meses después de su ingreso, los profesores le dijeron que debía dejar dicho seminario.

Su antiguo preceptor de latín, el Padre Balley, lo siguió formando y dándole lecciones, hasta que le presentó al examen para la ordenación, pero ello fue sin éxito. Finalmente, este mismo padre consiguió, ante superiores eclesiásticos, que a nuestro futuro santo se le permitiera no presentar exámenes en latín sino en lengua vulgar, y así pudo dar exámenes satisfactorios y ser admitido al subdiaconado en julio de 1814.

Por último, pudo ser ordenado sacerdote hacia finales de 1815, a la edad de 29 años, en la ciudad de Grenoble.

Con gran alegría de su profesor, el Padre Balley, el nuevo sacerdote fue destinado a Ecully para servirle como su ayudante o coadjutor. Sin embargo, tal vez por el tema de sus estudios, al nuevo sacerdote no se le dio -por el momento- permiso para confesar. Cuando, más adelante, obtuvo el permiso para oír confesiones, su confesionario se llenó de penitentes, lo cual fue una de sus más grandes labores durante más de 40 años. Como nuevo sacerdote, se entregó al bien de las almas, a rogar y hacer sacrificios por ellas, abnegación, visita a los enfermos, ayudar a los pobres.

1 En el Misal del Papa San Pío X, su fiesta es el 9 de agosto. Las modificaciones de Juan XXIII la han colocado el 8 de agosto.

(4. Cura párroco del pueblo de Ars)     En 1818, hacia los 32 años de edad, el Padre Juan Vianney es designado párroco del pequeño pueblito o aldea de Ars, donde estará por el resto de su vida y hasta su muerte.

El pueblo de Ars se encuentra a 35 Kms de la ciudad de Lyón. Tenía, en esa época, tan sólo 235 habitantes. Allí había muy poco amor a Dios. Las prácticas religiosas estaban frías y un poco abandonadas, la iglesia se veía en general desierta y vacía; niños, adultos, ancianos, todo el mundo tenía la costumbre de decir blasfemias; los domingos, cuatro tabernas competían contra el cumplimiento del precepto dominical; tampoco se practicaba el descanso dominical pues se trabajaba los domingos; había embriaguez, bailes, veladas nocturnas.

El Cura de Ars se pone manos a la tarea, Dios le pedía la conversión de la parroquia. Pasa el día y parte de la noche en la iglesia rezando u ocupado en la preparación de sus enseñanzas de doctrina. El descanso lo toma echado sobre unas ramas o en el duro suelo, y antes de dormir se disciplina con una especie de látigo hasta derramar sangre. Sus haberes son para los pobres y para el ornato del culto y de la iglesia. A veces pasa dos o tres días sin alimentos. Durante 10 años, él mismo se preparaba el mínimo sustento, tan escaso, que era sólo para no morirse de hambre. Y a pesar de estos sacrificios, se muestra afable con todos, acude presuroso a visitar enfermos, etc. Declara la guerra a LA IGNORANCIA RELIGIOSA, gran pecado de todos los tiempos, y la combate a través del Catecismo y de las pláticas dominicales.

Ocho años de ardua labor fueron necesarios para combatir la indiferencia religiosa, acabar casi por completo con la blasfemia, con el trabajo en los días domingo, con la clientela en las tabernas.

(5. Los bailes)     Por distintas circunstancias, otro de los problemas de su parroquia eran los bailes. Mas para quitar la afición al baile, debió luchar 25 años. Sus defensores declaraban que tales diversiones eran inocentes y legítimas, pero el párroco abrió los ojos de sus fieles desde el púlpito, desde el confesionario, etc. El Cura de Ars les decía: “El baile, el tocado indecente2, las veladas nocturnas, tal como las usáis, son fomentadoras y encubridoras de la pasión torpe”.

El santo párroco se presentaba en la plaza pública y con su sola presencia dispersaba a los danzantes. Muchas veces pagaba al músico o al tabernero para que no hiciesen su trabajo.

Gravemente penetrado del daño que causaba el baile, se negaba a dar la absolución a los jóvenes que lo frecuentaban y aun a los que eran meros asistentes. Las almas verdaderamente católicas y piadosas aceptaron las enseñanzas del Señor Cura y la reforma de sus vidas. En las otras personas se generaron quejas y murmuraciones. Los más pervertidos fueron más allá a través de insultos, calumnias, difamaciones y enviaron cartas en su contra al Obispado que ocasionaron una investigación sobre el Padre Vianney, la cual -por supuesto- no tuvo ningún resultado en su contra.

Dejando de lado las circunstancias concretas de Ars, ya que tocamos el tema del baile, enseñemos los principios católicos sobre él. Lo correcto o incorrecto del baile dependerá del tipo de baile. La moral nos dice que no se deben realizar bailes que implican que los cuerpos de los danzantes estén unidos o juntos, ni abrazados entre sí. En general, no son inmorales los bailes que se realizan con los danzantes separados entre sí, aunque tal vez hoy en día hay bailes que aun estando separados los cuerpos, implican movimientos sensuales o hasta insinuaciones lujuriosas (esto evidentemente no se puede realizar). Hasta donde conocemos, y según entendemos, aquí en Colombia no se debe bailar el reguetón ni la salsa pues son bailes inmorales. No conozco otros bailes; aunque ya hemos explicado de lo inmoral también del baile del tango. Evidentemente que la ropa no puede ser inmoral (andar mostrándose). Tampoco el tipo de música, la letra de las canciones. Se puede tomar alguna cosa pero evidentemente uno no se puede exceder en el trago. Peor aun el tema de andar haciendo pecados con alguna “dama” en algún rincón de la fiesta. Son simplemente principios de sentido común. También tenemos que agregar sobre la duración de las fiestas o reuniones: El católico no debe ser una persona triste, mas hay que saber divertirse sana y santamente (eutrapelia), con moderación y sin excesos; en esto no hay reglas fijas pero no parece correcto ni sano ir más allá de la media noche, peor si son las dos o tres de la mañana, o toda la noche, etc.

(6. El cambio en su parroquia)     En cuanto a su parroquia, el Padre Vianney siguió con su trabajo, y a través de su santificación personal, su oración, sus austeridades, sacrificios, su trabajo como párroco, terminó transformando completamente la aldea de   rs.   lguna vez escribió: “  rs ya no es   rs, es una modesta parroquia que sirve a Dios de todo corazón”.

Los feligreses habían pasado del libertinaje a la virtud; algunos eran muy fervorosos. Las Misas de domingo tenían asistencia asidua. Ya no se trabajaba en día domingo. Las conversaciones y las costumbres eran castas. Se adoraba al Santísimo Sacramento. Un buen número de feligreses asistían a la Misa entre semana antes de ir a sus trabajos. Se hacían las procesiones, sobre todo la de Corpus. Para la educación de niñas y luego también de huérfanas, fundó la “Casa de la Providencia”.

(7. SU APOSTOLADO CON EL SACRAMENTO DE LA CONFESIÓN)     Uno de sus grandes apostolados fue la Confesión, las horas que pasó en el confesionario.

Desde 1820, a través de sus prédicas y el confesionario, tanto en su parroquia como en las parroquias vecinas, hizo abundante fruto.

Prontamente llegó a venir hasta la aldea de Ars gente de distintos lugares de Francia y hasta del extranjero. Las posteriormente famosas romerías o peregrinaciones hacia Ars, llevaban a miles de personas cada año para ser confesadas por este sacerdotes. Los romeros hacia Ars llegaron a 100.000 personas al año (para tener una aproximación, podemos decir algo más de 300 por día). Allí se dieron sus largas sesiones de confesionario cada día. Muchas veces, el santo cura leía las conciencias.     Durante 30 años, pasó diariamente entre 16 y 20 horas en el confesionario.

El Cura de Ars se levantaba a la media noche. Dormía algo así como dos horas por día. A la una de la mañana se iba a la iglesia para confesar a los que ya le aguardaban; lo hacía hasta la hora de la Misa. Luego de la Misa, él seguía las confesiones hasta cerca del mediodía, momento en que enseñaba la doctrina católica. A eso de la una de la tarde, regresaba nuevamente a la iglesia para seguir confesando.

EL DEMONIO, despechado, quiso tomar venganza ante las conversiones y las almas que él ya no tenía. Así, atacó al santo cura con distintos tipos de “obsesiones o molestias diabólicas” por espacio de 35 años. Le quitaba el sueño y el descanso (máxime si consideramos lo poco que dormía, y encima molestado por el diablo). Estas molestias eran a través de ruidos, a veces lo golpeaba, alaridos, sonidos extraños, ruidos en los muebles o en la casa, voces. El diablo intentaba que le disgustara la oración y su labor apostólica.

(8. Su muerte)     Pasada su vida, él mismo anunció su próximo fin.

El viernes 29 de julio de 1859 se sintió mal. Estaba acometido de frecuentes sofocos. Siguió confesando y explicó como siempre la doctrina católica. El calor era asfixiante, la iglesia estaba hecha un horno por la cantidad de fieles. Por la noche estaba extenuado y tiritaba de fiebre. En ese momento dijo: “Hijos míos, ha llegado el fin de mi carrera”; mandó llamar a su confesor, el párroco de Jassans. Su estado empeoró.  Al otro día se le aplicó la Extremaunción y el Santo Viático. Por obediencia manifestó ante notario público su voluntad de ser enterrado en Ars, renunciando a ser trasladado a Dardilly, su pueblo natal. El obispo acudió para bendecir y abrazar por última vez al moribundo.

Murió pocos días después de este anuncio, el jueves 4 de agosto, a las dos de la mañana.

(Conclusión)     Nosotros dejamos allí nuestra prédica de hoy. Solamente pedimos al Santo Cura de Ars nos ayude para ser buenos sacerdotes. Quiera Dios otorgarnos esa gracia.

AVE MARÍA PURÍSIMA.

2 Un tocado es una prenda que, de forma total o parcial, se usa para cubrir la cabeza de las damas; el tocado femenino incluye el peinado y el adorno de los cabellos junto con el conjunto de elementos que lo componen.

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