Sermón sobre la Misa de Siempre y la misa moderna.
(Domingo 26 de marzo de 2017) P. Altamira.
(Introducción)
Queridos fieles:
Tenemos hoy, Domingo IV de Cuaresma: Laetare, uno de los Evangelios sobre la multiplicación de los panes; San Juan (cap. 6,1ss). Sin duda que muchos relacionan este portentoso milagro de Cristo con la Santa Comunión y con la Santa Misa, aplicando allí un sentido traslaticio o por figura, por símbolo. El sentido propio es el hecho tal cual, el hecho ocurrido durante la vida de Cristo aquí en la tierra, ¡milagro impresionante!
Como decíamos recién, y ya que muchos aplican el símbolo a la Santa Comunión y a la Santa Misa, esto nos da pie para hablar un poco de esta última. Pero ya en el principio, queremos hacer una aclaración: En esa aplicación a la Santa Comunión porque comieron el pan milagroso que hizo Cristo –“manducación”-, ella, la Santa Comunión, es un efecto de la Misa, mas no su esencia. Es importante distinguir estas cosas para que, por el tema de la “manducación”, uno no caiga en el error protestante, y del Modernismo, de ver, “heréticamente”, la Misa como “La Cena del Señor”. Ya explicaremos un poco más.
(Cuerpo)
Comencemos diciendo lo que la Santa Misa es.
La Santa Misa es el mismo Sacrificio de la Cruz de Dios Nuestro Señor Jesucristo. Es el mismo Sacrificio de la Cruz, pero incruentamente renovado en el altar. Es el mismo sacrificio y no uno distinto, ni siquiera numéricamente distinto, como sería hacer dos veces el mismo Sacrificio de la Cruz. Se trata del mismo y único Sacrificio del Calvario; se realiza de nuevo, en el altar.
Pensamos y decimos entonces que hay algún tipo de nexo, que es un misterio, que entrelaza fuera del tiempo lo que hace el sacerdote en el altar, la Santa Misa, y lo que ocurrió a Cristo en el Monte Calvario hace dos mil años. Me expreso así (no sé si es incorrecta la expresión): Ese nexo o conexión es entonces algo fuera del tiempo, algo “atemporal”, un nexo espiritual, por encima de los años y de los siglos; al celebrar la Misa, hay algo que a uno le conecta, por encima del tiempo, con el Calvario.
Sea como fuere, el punto central es que la Santa Misa es el mismo Sacrificio de la Cruz, y no uno distinto. Esta enseñanza, la encontramos en el Catecismo del Concilio de Trento, el cual nos dice:
“Es uno y el mismo Sacrificio el que se ofrece en la Misa y el que se ofreció en la Cruz, así como es una y la misma ofrenda, es a saber Cristo Señor Nuestro, el cual sólo una vez vertiendo su sangre se ofreció a sí mismo en el ara de la Cruz” (Catecismo del Concilio de Trento, nº 488).
Falsamente los protestantes acusaban –y creo que acusan- a los católicos de hacer de la Misa un sacrificio nuevo y distinto del Sacrificio de la Cruz; a través del Concilio de Trento se refutó dicha objeción.
La Sesión XXII del Concilio de Trento fue dedicada al Santo Sacrificio de la Misa. Queríamos recordarles unos cánones (dicho sea de paso: la expresión “sea anatema” se toma por “sea condenado”, i.e. que se condene ese error, herejía o mala enseñanza, y al que lo enseña):
“Si alguno dijere que en el Sacrificio de la Misa no se ofrece a Dios un verdadero y propio sacrificio (…): sea anatema” (canon 1º). “Si alguno dijere que el Sacrificio de la Misa sólo es de alabanza o de acción de gracias, o mera conmemoración del Sacrificio cumplido en la Cruz, pero no propiciatorio (…): sea anatema” (canon 3º).
Algunos protestantes no niegan totalmente la noción de sacrificio, y pueden llegar a llamar a la Misa como sacrificio “de acción de gracias”, PERO NO Y NUNCA COMO UN SACRIFICIO PROPICIATORIO (i.e., nunca como enseña la Verdad, que es un sacrificio que tiene el poder de hacer que Dios nos sea propicio, que Dios nos perdone los pecados, y un sacrificio que tiene el poder de expiar los pecados). Además, los protestantes reducen la Misa a un simple memorial o recuerdo del Sacrificio de la Cruz.
La realización de nuevo, o renovación, del mismo Sacrificio de la Cruz se da por la Consagración, pero por la “Doble Consagración por separado” del Cuerpo y de la Sangre de Dios; sacrificio determinado especialmente por las palabras de la forma de la Sangre, las cuales hacen la determinación en cuanto al Sacrificio de la Cruz.
El punto de ser un sacrificio “incruento”, a diferencia del Calvario, está referido a que, en la Santa Misa, por la realización de nuevo del mismo Sacrificio de la Cruz, no se hace nuevamente sufrir a Cristo, y tampoco hay nueva efusión física de la sangre de Dios Nuestro Señor Jesucristo. El que no haya nueva efusión física de la Sangre de Dios tiene su razón de ser, no por el poder directo del sacrificio a través de la “Doble Consagración por separado” de la Misa, sino por el estado actual de Cristo mismo, el cual es glorioso y en estado de resucitado: en la Misa, allí, se da y se produce su Presencia Real, la cual es tal como Cristo está hoy en el Cielo.
Al principio decíamos de los que llaman “Cena” a la Misa: No queremos más católicos que llamen a la Misa “La Cena del Señor”.
¡La Misa no es la Cena! La Misa es el mismo Sacrificio de la Cruz. Basta entonces de estos errores y herejías. El católico moderno, y –creohasta incluso algunos supuestos misales tradicionales, llegan a llamar a la Misa: “Cena”.
Y si alguna vez, en un escrito de los santos, en una poesía, o hasta en la liturgia, se llega a encontrar una expresión que habla de “la santa cena del Señor”, sepan que eso es por un sentido traslaticio, no por un sentido propio, y porque se quiere hacer hincapié en el alimento de nuestra alma, por la “manducación”, al comer el Cuerpo de Cristo, al recibir la Santa Comunión. Mas esto no es la Misa: El aspecto de manducación, alimento del alma, la Santa Comunión, es un efecto o fruto de la Misa; pero ésta es el mismo Sacrificio de la Cruz.
La expresión “Cena del Señor” es herética si está referida a la esencia de la Misa, si está referida a lo que la Misa es. Es de origen protestante, o al menos ellos la usan. La única conexión con “La Cena del Señor” es que Dios Nuestro Señor Jesucristo celebró “La Primera Misa de la Historia” ese Primer Jueves Santo, cuando fue “la Última Cena”, pero después de esa cena: La Misa no es la Cena.
Hoy en día, también, hay muchos que llaman a la Misa como “Eucaristía”: “Vamos a la Eucaristía”, “a qué hora es la Eucaristía”, “el padre celebró la Eucaristía”. La palabra significa “acción de gracias”, y dicho nombre se entronca también con la herejía protestante, la cual en esas falsificaciones que hace de la Misa, ya lo habíamos dicho, la llega a llamar a veces “sacrificio”, pero sacrificio “de acción de gracias”: “Eucaristía”. Jamás sacrificio de la Cruz o sacrificio propiciatorio (como también ya hemos dicho).
En segundo lugar, y ya que hemos nombrado a los protestantes (mal llamados “cristianos”), veamos un poco qué han dicho ellos sobre estos temas. No saldrán de su asombro al ver y oír tantas cosas similares con la nueva misa (o misa de Paulo VI o misa moderna). Con mayor razón debemos hacer esto, puesto que Francisco festeja este año los 500 años de la herejía protestante. Escuchemos algunas enseñanzas del hereje Martín Lutero (lo esencial de su doctrina se halla en “La Confesión de Augsburgo”, en la “Apología de la Confesión de Augsburgo” y en dos catecismos redactados por él en 1529).
Hablando del Catolicismo dice:
“El elemento principal de su culto, la Misa, es la mayor de las impiedades y abominaciones; hacen de ella un sacrificio…” (Lutero, De votis monasticis judicium, año 1521, t. VIII, p. 651). “La Misa no es un sacrificio, o la acción de un sacrificador. Veamos en ella un sacramento… llamémosla bendición, EUCARISTÍA, o memoria del Señor” (Lutero, Sermón del Ier domingo de Adviento, t. XI, p. 774). “Es un error manifiesto e impío el ofrecer o aplicar la Misa por los pecados, como satisfacción, o por los difuntos” (Lutero, De captivitate babylonica, año 1520, t. VI, p. 521). “El Santo Sacramento no fue instituido como un sacrificio ofrecido por el pecado, sino para despertar nuestra fe y consolar las consciencias” (Lutero, Confesión de Augsburgo, art. XXIV: de la Misa). “Esta abominación (…) que llaman ofertorio. Ah, casi todo suena y huele a sacrificio” (Lutero, Formula missae et communionis, año 1523, t. XII, p. 211).
Y escuchemos estas otras enseñanzas de otros protestantes del Siglo XVI:
“El altar tiene que ser sacado inmediatamente de todas las iglesias y reemplazado por una mesa” (directiva de Mons. Cranmer, citada por Messenger en La Réforme – La Messe et le sacerdoce). “La forma de mesa hará pasar mejor a las personas simples, de las opiniones supersticiosas de la Misa papista, al legítimo uso de LA CENA DEL SEÑOR. Porque un altar sirve para ofrecer un sacrificio, pero la mesa sirve para comer (…) Nadie puede negar que la forma de mesa es más indicada para participar en la comida del Señor” (Nicolas Ridley, Obispo de Londres, Oeuvres, p. 321 et App. VI).
Escuchemos ahora la definición original de la “misa moderna” o “misa de Paulo VI”, según fue descripta en la “Generalis Instructio”, del año 1969, en la explicación del misal moderno (y decimos “original del año 1969” porque después le hicieron agregados, mas no se cambió en nada el trabajo realizado bajo ese concepto original… y herético). Es el párrafo 7 de esa instrucción:
“La Cena del Señor o misa [¡ya al comienzo la llama y la iguala a la Cena del Señor!] es la sagrada sinaxis o asamblea del pueblo de Dios reunido en común, bajo la presidencia del sacerdote [¡la Misa no es la sinaxis, otro concepto protestante!], para celebrar el memorial [¡la memoria, recuerdo!] del Señor”.
En esta definición de la misa moderna, la primera que salió, no existe en ninguna parte la mención del sacrificio, y menos aun su referencia al Sacrificio de la Cruz; por el contrario, se la llama o iguala a la “Cena” (como los protestantes); para celebrar “la memoria” del Señor (al igual que Lutero ut supra); y que es “la sinaxis o reunión de los fieles”: -dijimos- otro concepto que entronca con los protestantes; también la presidencia del sacerdote.
Demos ahora lo que sería “el punto tercero”. Hemos escogido para esto el “Motu Proprio” de Benedicto XVI, “Summorum Pontíficum”, del 7 de julio del año 2007. Y con mayor razón, puesto que en el supuesto ámbito tradicional (y más aun en la llamada “línea media”), hay mucha gente que defiende dicho documento: Monseñor Williamson lo defiende, el Padre Trincado lo defiende.
Este documento es malo, y muy malo. En él se determina que la falsa misa, la misa moderna, es la regla en la Iglesia Católica: “El rito ordinario”. Y que la verdadera Misa, la Misa de siempre, nuestra Misa, es la excepción: “El rito extraordinario”. Esto es inaceptable. Se agrega que son dos formas del mismo Rito Romano, lo cual, además de inaceptable, es falso. El Rito Romano está únicamente formado por la verdadera Misa, la llamada Misa Tridentina. La misa moderna no representa nada, ni es “otra forma” del Rito Romano. Y no entramos aquí en otros temas que están incluidos implícitamente (los riesgos de invalidez del episcopado moderno y del sacerdocio moderno; los permisos de celebración tan relativos e innecesarios, etc).
(Conclusión)
La misa moderna es una “misa” absolutamente ilegítima, un rito protestante o protestantizado, un rito ecuménico, que –creemos- sirve o servirá para la Religión Mundial del Falso Profeta y del Anticristo, que servirá tal vez de “pasaje” hacia esa Religión Mundial. Además esta “misa” moderna incluso puede ser hasta inválida (aunque hoy tampoco entramos en este tema).
En definitiva, la misa moderna ES UN RITO NO CATÓLICO. Y por ello a dicha misa moderna no se debe ir (salva la asistencia pasiva, que hoy no explicamos).
Aprovechen entonces, queridos fieles, ustedes que tienen la posibilidad de asistir a la verdadera Misa, a la Misa de siempre.
Y piensen, en esta Cuaresma, de la cual ya hemos transitado la mitad, en aquello que les decíamos: Que todo católico debe o debería hacer “los actos cuaresmales” (oración, penitencia o sacrificio, limosna; más que en otras épocas del año). Y que dentro de ellos, el que más les hemos insistido, y les volvemos a insistir, es “el venir a Misa entre semana”, excelente acto cuaresmal, tal vez el mejor:
-La Misa es la mejor y más importante de las oraciones de nuestra Santa Religión Católica.
-Como penitencia o sacrificio, decía San Vicente Ferrer (en el Siglo XIV), que ir a Misa equivalía a estar una semana a pan y agua. Hoy en día, en el Siglo XXI, con todo lo que implica esta enloquecedora vida moderna, con los trancones, el tránsito, el cansancio, los problemas del trabajo, los horarios, el stress, el tiempo que lleva moverse en la ciudad, etc, en estas ciudades modernas monstruosas y gigantes: Ir a Misa, a la Misa Verdadera equivale, no a una semana a pan y agua, sino tal vez a un año a pan y agua, para hacer sacrificio, para pagar por nuestros pecados; para lograr la salvación propia y de los seres queridos; para convertir a nuestros seres queridos; etc.
-Por último, el venir a Misa, por los gastos de transporte, etc, es limosna, y de la mejor, limosna para ustedes mismos, para sus almas.
¡Vengan a Misa una o dos veces por semana! ¡Que eso sea su gran acto cuaresmal… el mejor!
AVE MARÍA PURÍSIMA.