Gloriosa Parusía de Dios nuestro Señor Jesucristo.
(Domingo 25 de noviembre de 2018) P. Pío Vázquez.
(Introducción)
Queridos fieles:
Nos encontramos en el Vigesimocuarto y Último domingo después de Pentecostés. En este día —y en el siguiente domingo, que será el Primero de Adviento— la Santa Madre Iglesia desea que dirijamos nuestras miradas hacia el fin de los tiempos, esto es, hacia la Segunda Venida o gloriosa Parusía de Dios Nuestro Señor Jesucristo o, lo que es lo mismo, hacia el triunfo definitivo de Cristo Rey, de Dios Nuestro Señor. Por esto, en el Evangelio del día de hoy la Iglesia nos proporciona un pasaje de San Mateo1 , que es llamado comúnmente “el apocalipsis sucinto”, a causa de la brevedad a la vez que claridad, con que Nuestro Señor habla allí del fin de los tiempos.
Nuestra intención, evidentemente, es hablar sobre el Fin de los Tiempos y hacer notar que nos hallamos en ellos, para lo cual aludiremos a dos señales que —a nuestro humilde parecer— son bastante claras: nos referimos a la Gran Apostasía y a la Religión Mundial.
(Cuerpo 1: La Apostasía)
Primeramente, digamos algo sobre la Gran Apostasía. Ésta es una de las señales más claras de que vivimos en los tiempos finales, y de que estamos cada vez más cerca de la Parusía de Dios Nuestro Señor Jesucristo. Y esta Gran Apostasía está profetizada por San Pablo, precisamente, como una de las señales de la próxima venida de Cristo. En efecto, en su segunda Epístola a los Tesalonicenses, hablando de la Parusía de Dios Nuestro Señor, nos dice: “Nadie os engañe en manera alguna, porque primero debe venir la Apostasía…”2; es decir, antes de que Cristo vuelva, bajando de los cielos en gloria y majestad, es preciso que haya ocurrido anteriormente la Apostasía.
Y nosotros preguntamos: ¿quién podrá negar que nos encontramos en plena Apostasía? No es difícil darse cuenta. Basta simplemente detenerse un instante y mirar el mundo en el que vivimos. Solamente hay que observar cómo se manejan, hoy en día, aquellas naciones que antaño brillaban por su Catolicismo; ver cómo esas naciones, antaño católicas, apostataron “oficialmente” de su anterior catolicidad; considerar cómo ahora en esas mismas naciones, antaño católicas, toda suerte de abominaciones y perversiones anticatólicas se ha introducido: Liberalismo, Comunismo —con todas sus derivantes—; homosexualidad, “matrimonio” entre homosexuales, adopción de niños por homosexuales (!); anticoncepción —llamada eufemísticamente planificación—, aborto, “educación” sexual —que en realidad es y debería llamarse perversión sexual—, dada a los niños desde su más tierna edad…; ahora los delirios de la llamada “Ideología de Género”, que está en plena implementación en los países “desarrollados” y que poco a poco van imponiendo en nuestros países… por sólo nombrar algunas cosas, pues hay muchas más. ¡Y lo peor o más grave es que casi todo esto es defendido, impulsado y auspiciado por el Estado! ¡Todo ello defendido como derechos inherentes a la dignidad de la persona humana! ¡Por Estados que alguna vez fueron católicos! No, por Estados o países que nunca han conocido la luz de la verdad que sólo la Iglesia católica puede dar… ¡No!, sino —y lo repetimos— por Estados que antaño fueron católicos; por aquellos Estados que, en otro tiempo, cimentaron y fundamentaron todo su orden, toda su sociedad sobre Dios Nuestro Señor Jesucristo, que es lo mismo que decir sobre la verdad.
Además, la siguiente consideración —creemos— ilustrará lo que venimos diciendo de que estamos en la Apostasía: De la anterior Europa católica, de la Cristiandad, así como de la católica Latinoamérica —esa obra grandiosa de nuestra madre España— quedan únicamente en el mundo alrededor de 4 países (!) con confesionalidad católica… esto es, que tienen por religión oficial del Estado al Catolicismo. Ellos son Costa Rica, el Vaticano —que hoy en día de católico tiene nada—, Malta y el Principado de Mónaco. Claro está, además, que estos países o Estados tienen una confesionalidad católica a medias, por un lado porque aceptan e incluyen en sus constituciones la libertad religiosa como un derecho fundamental del hombre y, por el otro, porque adhieren a lo que hoy es la falsa Iglesia del Concilio Vaticano II. Por lo cual, en realidad, podríamos decir que no queda ni un solo Estado o país que tenga la verdadera confesionalidad católica. ¿Qué ocurrió, pues, con todas aquellas naciones que tenían por Religión oficial del Estado al Catolicismo con exclusión de todo otro culto?, ¿qué les pasó, dónde están? Han prevaricado como naciones miserablemente; han apostatado, en cuanto naciones, de Dios Nuestro Señor Jesucristo, pues, al renunciar su confesionalidad católica, le han negado y le niegan el culto público que, como naciones y Estados, le deben. Como pueden apreciar, esto no puede ser sino Apostasía: Ni un solo Estado o país en el mundo que tenga verdadera confesionalidad católica.
Y todo esto que hemos dicho de la Apostasía es sin sumar el problema religioso que vivimos hoy día. Si a esto agregamos la falsificación del Catolicismo operada por el nefasto Concilio Vaticano II, veremos que la cuestión es mucho más grave y seria: pues tenemos, podríamos decir, Apostasía en el orden civil y Apostasía en el orden religioso.
1 24, 15-35.
2 Cap. 2, v. 3.
(Cuerpo 2: Religión Mundial)
Ahora pasemos a la otra señal que nombramos al comienzo: la Religión Mundial. Ésta, como la Gran Apostasía, está profetizada en la Sagrada Escritura; concretamente por el Apóstol San Juan en el Apocalipsis, en el Capítulo 13, en el cual habla de las dos Bestias, la del mar — que es el Anticristo— y la de la tierra —que es el falso o Pseudoprofeta—. Veamos algunos de esos pasajes, en los cuales San Juan nos habla de la Religión Mundial:
“Y vi [está hablando del Anticristo] una de sus cabezas como si se le hubiese dado muerte; mas fue sanada de su golpe mortal, y maravillóse toda la tierra en pos de la Bestia. Y adoraron al Dragón, porque él había dado la autoridad a la Bestia; y adoraron a la Bestia” (vv. 3-4). Y más adelante dice: “Y la adoraron [a la Bestia] todos los habitantes de la tierra…” (v. 8); y después añade, hablando del Pseudoprofeta: “E hizo que la tierra y sus moradores adorasen a la bestia primera [esto es, al Anticristo]…” (v. 12).
Si observamos con atención y detenimiento los acontecimientos actuales, veremos cómo esta profecía se está cumpliendo ante nuestros ojos. Pues es un hecho —que cualquiera puede constatar— que existe una multitud de movimientos ecuménicos, de reuniones interconfesionales e interreligiosas que tienen, precisamente, eso como su finalidad: la unión de todas las religiones, la formación una sola Religión Mundial para todos los hombres. Y todo esto lo realizan bajo el hermoso pretexto de la “paz” —falsa, por supuesto—.
Recordemos las reuniones masivas interreligiosas de Asís, las cuales fueron iniciativa de Juan Pablo II, el cual presidió la primera en 1986 y la segunda en 2002, —de la tercera se encargó Benedicto XVI en 2011—; en esas reuniones líderes y representantes de todas las religiones del mundo se encontraron para “orar por la paz”; ¡y todo esto organizado y realizado por el mismo Vaticano!, cuando anteriormente el Papa Pío XI ya había condenado esa clase de reuniones, en su encíclica Mortalium Animos…
Y más recientemente, a finales de septiembre del corriente año, aconteció la reunión interconfesional del G20, en Buenos Aires, Argentina, donde hubo representantes de todas las religiones. Y allí, según narra un pastor evangélico que estuvo presente3, Sergio Bergman, que es Rabino judío a la vez que el Secretario de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Argentina, se expresó respecto a esto que decimos de la Religión Mundial, diciendo que debería haber una religión en común para todos los hombres y que el líder de esa religión en común debería ser Francisco; que cada uno debería vivir sus propias creencias personalmente, pero no de manera corporativa, pues lo importante es ayudarnos los unos a los otros… es decir, hacer pura filantropía.
En esas palabras del pastor evangélico, por medio de las cuales nos refiere lo que dijo Sergio Bergman, tenemos una pista importante respecto a cómo harán o terminarán de hacer la Religión Mundial: que cada uno pueda mantener sus creencias propias, pero de manera personal únicamente, no corporativa. Sin embargo, cabe preguntar cuál será el nuevo punto de unión, pues alguno debe tener esta nueva religión que se impondrá; y como evidentemente no será la Fe católica, es decir, la adhesión a la única Religión verdadera, deben buscar otro fundamento. ¿Cuál será? La Humanidad. La Humanidad es y será el centro de la nueva Religión Mundial. El nuevo punto de unión será el hecho de ser todos hombres… en definitiva un naturalismo humanista ya condenado anteriormente por la Iglesia.
Y, como es evidente, la nueva Religión Mundial tendrá un máximo líder religioso, el cual se halla profetizado por San Juan, en el Apocalipsis, y el cual es llamado por el Apóstol con el nombre de El Pseudoprofeta. ¿Y quién será este Pseudoprofeta? A la verdad que la propuesta del Rabino Bergman no parece tan descabellada… a Francisco le encajaría muy bien —para desgracia de él— ese papel. Pues San Juan nos dice que el Pseudoprofeta, que seducirá a todos los hombres para entrar en la nueva Religión Mundial, será alguien que se parezca a Dios Nuestro Señor Jesucristo, mas, sin embargo, hablará —nos dice— como el Dragón, esto es, como el diablo, por cuanto no predicará la verdadera doctrina; literalmente nos dice: “Y vi otra bestia que subía de la tierra [la tierra significa en la Sagrada Escritura el mundo religioso]. Tenía dos cuernos como un cordero, pero hablaba como dragón”4.
(Conclusión)
Para terminar simplemente queremos aclarar que el hecho de que estas cosas, estas profecías, estén ocurriendo, se estén cumpliendo ante nuestros ojos, no debe ser motivo de desánimo, de que estemos tristes, cabizbajos, sino todo lo contrario, porque todo ello es señal de que el Salvador, Dios Nuestro Señor Jesucristo está cerca, ad portas; de que el triunfo definitivo y final de Cristo Rey es inminente. A este fin recordemos las palabras de Nuestro Señor con las que finaliza su discurso apocalíptico, según aparece en San Lucas, el cual estará en el Evangelio del próximo domingo: “Mas cuando estas cosas comiencen a ocurrir, erguíos y levantad la cabeza, porque vuestra redención está cerca”5.
Alegrémonos, pues, queridos fieles, de que Dios nos haya permitido vivir en estos tiempos y preparémonos lo mejor posible para su gloriosa Venida, viviendo en gracia de Dios y no en pecado, para que cuando se desencadenen de manera más vertiginosa todos estos hechos —y los que aún falten—, podamos formar parte de aquellos que fueron signados por los ángeles en el Apocalipsis, es decir, aquellos cuyos nombres están escritos en el Libro de la Vida del Cordero.
Quiera la Virgen Santísima mantenernos fieles.
Ave María Purísima. Padre Pío Vázquez.
3 https://www.youtube.com/watch?v=rwaC3Xk97IU Minuto 7:45
4 Apocalipsis, 13,11.
5 San Lucas, 21,28.