Lo que sembrare el hombre eso cosechará.
(Domingo 5 de septiembre de 2021) P. Pío Vázquez.
(Introducción)
Queridos fieles:
El día de hoy, Domingo Decimoquinto después de Pentecostés, la Santa Madre Iglesia coloca en la Epístola de hoy un fragmento del Apóstol San Pablo a los Gálatas1. Deseamos comentar algunos de los versículos que se hallan en la Misa de hoy, pues son de honda doctrina espiritual.
(Cuerpo)
Veamos, pues, dichos versículos. Comienza San Pablo, diciendo:
(Cap. 5, v. 25) “Hermanos: Si vivimos según el Espíritu, caminemos también según el Espíritu”. Si nos hallamos en estado de gracia, es decir, si después de haber cometido pecado mortal nos hemos confesado y hemos recuperado la gracia santificante, vivamos según corresponde a esa gracia, “caminemos según el Espíritu”, es decir, obremos conforme a lo que nos exige el estar en gracia de Dios, esto es, una vida verdaderamente católica: vida de oración, de practicar la virtud, de huir de todo pecado y de toda ocasión peligrosa y de apartarnos de todo lo mundano, “caminemos según el Espíritu”.
(Cap. 6, v. 1) “Hermanos: Si alguno incurriere en algún delito [pecado], vosotros que sois espirituales, amonestadle con espíritu de mansedumbre. Y cuídate tú, que también tú puedes ser tentado”. Este pequeño versículo es digno de mucha meditación. Aquí San Pablo hace referencia a lo que se llama la corrección fraterna, la cual muchas veces debe ser practicada por Caridad; no olvidemos que una de las obras de misericordia espirituales es corregir al que yerra. Para que la corrección fraterna pueda ser ejercida —y hasta sea una obligación—, deben reunirse las siguientes cinco condiciones: 1) Que veamos a alguien cometer alguna falta o pecado cierto —no una mera sospecha, sino que nos conste—. 2) Que haya necesidad de la corrección, es decir, que el que ha incurrido en la falta no se corrija por sí solo ni tampoco haya nadie más que pueda o sea más apto para realizar dicha corrección. 3) Que haya fundada esperanza de la enmienda. Por lo cual, si prevemos que no servirá de nada o hasta será peor, es mejor entonces no hacer la corrección. 4) Que haya posibilidad real de ejercer la corrección, es decir, que no suponga un grave quebranto o inconveniente al que la hace. Y 5) que se haga en el momento oportuno, esto es, que el tiempo, lugar y demás circunstancias sean convenientes a la enmienda y corrección del prójimo; de lo contrario, es mejor aplazarla. Es importante se reúnan estas condiciones, porque si no, nuestra corrección podría ser impertinente o estar guiada por un celo indiscreto.
Y hay que tener bien en cuenta lo que dice San Pablo de amonestar “con espíritu de mansedumbre”, esto es, sin ira, sin soberbia, con suma prudencia —buscando siempre las palabras más oportunas y convenientes—, haciéndolo con gran suavidad y tacto.
Asimismo, al hacer la corrección, debemos recordar lo que dice el Apóstol: “y cuídate tú, que también puedes ser tentado”, esto es, estate sobre aviso, pues tú también puedes cometer el mismo, o peores pecados, que el que corriges en tu prójimo; o, dicho con otras palabras, ¡sed humildes! Tened humildad, ya que también estáis revestidos de la misma flaqueza que vuestro prójimo.
(v. 3) “Porque si alguno cree ser algo, no siendo nada, ése se engaña a sí mismo”. Otro llamado a la humildad de San Pablo. No somos nada; es muy importante que, de una vez por todas, lo grabemos a fuego en nuestros corazones: no somos nada. De nosotros mismos no somos sino pecado, no podemos practicar el bien, ni siquiera, como dice San Pablo en otro lugar, concebir un buen pensamiento. Por esto, “el que cree ser algo”, el que se ensoberbece, el que es soberbio, pensando que es bueno, que hizo tal o cual cosa, que es mejor que su prójimo que ve caído, etc., ése se engaña a sí mismo, porque todo es gracia. Cualquier cosa buena que veamos en nosotros, no sólo del orden sobrenatural sino incluso también del orden puramente natural, todo ello es un don de Dios, de Él nos ha venido, no de nosotros mismos, y, por tanto, no tenemos de qué envanecernos; o, como dice San Pablo, en otra de sus epístolas: “¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?”2.
(v. 4-5) “Mas pruebe cada cual su obra, y así tendrá gloria sólo en sí mismo y no en otro; porque cada cual llevará su propia carga”. Es decir, cada uno mírese y examínese bien a sí mismo, vea sus propios pecados, faltas, defectos y tentaciones para que “tenga gloria en sí mismo” o, como dice San Pablo en otra parte, “me gloriaré en mis flaquezas”3, pues la verdadera gloria está en que, reconociendo nuestra miseria y debilidad y nuestra incapacidad para el bien, pongamos nuestra esperanza en Dios y refiramos a Él toda Gloria. Y así “cada cual llevará su propia carga”, esto es, su propia flaqueza, sus propios pecados, sin juzgar ni tener en menos al prójimo.
(v.7-8) “No os engañéis: de Dios nadie se burla. Lo que sembrare el hombre, eso cosechará. Y así, el que siembra en su carne, de la carne cosechará corrupción; mas el que siembra en el espíritu, del espíritu cosechará vida eterna”. Muy importante y digna de meditación es esta frase de San Pablo. Como vivamos, así será nuestro fin. Si vivimos en gracia, si vivimos según el espíritu, esto es, según Dios Nuestro Señor Jesucristo y su Santa Religión Católica, alcanzaremos la salvación, la vida eterna. Mas si, por el contrario, vivimos habitualmente en pecado mortal, satisfaciendo a los deseos de la carne y siguiendo las máximas del mundo, tendremos mala muerte, es decir, nos condenaremos, “el que siembre en su carne, de la carne cosechará corrupción”, esto es, condenación.
1 Cap. 5, 25-26; Cap. 6, 1-10.
2 1 Cor. 4,7.
3 2 Cor. 12,9.
Y esto es así de sencillo. Como vivo, muero, pues “de Dios nadie se burla”, ya que sería una burla contra Él pretender vivir en pecado mortal, ofendiéndolo, y, sin embargo, alcanzar la salvación. “Lo que sembrare el hombre, eso cosechará”. Si vivo en pecado mortal y no me corrijo, me condenaré, cosecharé corrupción; si vivo en estado de gracia y persevero en ella, me salvaré, cosecharé la vida eterna.
(v.9-10) “No nos cansemos, pues, de hacer bien, porque a su tiempo recogeremos el fruto, si no desfallecemos. Y así, mientras tenemos tiempo, hagamos bien a todos, y mayormente a nuestros hermanos en la fe”. Concluye, pues, San Pablo exhortándonos a ejercitar la Caridad con el prójimo, “hagamos bien a todos”, animándonos a ello con la esperanza de la recompensa, “porque a su tiempo recogeremos el fruto”, a saber, la vida eterna de que hace un momento hablaba. Y nos dice que principalmente hemos de ayudar a nuestros hermanos en la Fe, pues la Caridad empieza por casa. Hay que hacer bien a todos, pero especialmente a los que nos son más cercanos.
(Conclusión)
Queridos fieles, concluyendo ya, simplemente deseamos invitarlos a meditar estas palabras de San Pablo, en especial aquellas de “lo que sembrare el hombre, eso cosechará”. Meditemos dentro de nosotros mismos qué estamos sembrando, ¿buenas obras o pecados graves mortales? Recordemos lo que nos advirtió San Pablo “de Dios nadie se burla” y veamos nuestra vida: ¿vivo de manera que vaya a salvar mi alma, habitualmente en estado de gracia y tendiendo siempre a la perfección, a la santidad?, ¿o vivo, por el contrario, ordinariamente en pecado mortal, sin pensar seriamente en corregirme, en cambiar? “De Dios nadie se burla”, si vivo en pecado, en pecado moriré y me condenaré.
Meditemos, pues, estas cosas y pidamos a María Santísima que ella nos alcance la gracia de poder vivir una vida verdaderamente católica, de manera que sembremos en el espíritu, y podamos así después cosechar la vida eterna.
Ave María Purísima. Padre Pío Vázquez